En este siglo 21, sin segunda lengua –en especial la inglesa- todo curriculum vitae, según el sistema globalizado neoliberal, parece pobre y las posibilidades de acceder a un buen trabajo, escasas.
Por Arturo Alejandro Muñoz
Columnista Granvalparaiso.cl
“El monolingüismo es el analfabetismo del siglo XXI”, manifestó Gregg Roberts, educador y lingüista estadounidense, en una exposición de temas relacionados con el lenguaje y que él derivó hacia la necesidad de incorporar –en Estados Unidos- el estudio del idioma español en los cursos de la educación básica y media.
Hay un hecho indiscutible que apuntala los dichos del lingüista Roberts, y es el dominio que internet y la electrónica (redes) tienen hoy sobre el escenario mundial. No saber nada de internet ni de redes sociales puede significar que la persona se encuentra prácticamente habitando una olvidada y lejana orilla del mundo. Si a ello se agrega que esa persona tampoco habla una segunda lengua, definitivamente entonces estamos frente a un “analfabeto siglo veintiuno”.
En la página www.grandesmedios.com, Isabel Margarita López, neuróloga infantil, experta en lenguaje, manifiesta: “Todas las redes actuales de las que disponemos son una fuente increíble de información. La persona que no puede acceder a esa información ya sea porque es analfabeta en redes (tecnología) o en lenguaje (idioma), está bloqueada”. En esa misma página se encuentra un listado que muestra datos interesantes respecto del tema que convoca estas líneas.
¿Cuántas personas hablan estos idiomas de forma nativa?
Idioma Millones de Habitantes
Chino Mandarín 1.197
Español 399
Inglés 335
Árabe 242
Portugués 203
Ruso 166
Alemán 78
Francés 76
El inglés aparece en tercer lugar, pero en el caso de la lista que usted ve, se trata exclusivamente de la lengua que hablan quienes nacieron en ciertos territorios, como EEUU, Canadá, Reino Unido, New Zeland, Australia, Jamaica, etc., vale decir, en países donde el idioma inglés es la lengua oficial.
Sin embargo, el número de angloparlantes aumenta significativamente al considerar a quienes -no siendo nativos de uno de los territorios mencionados- aprendieron esa lengua y la usan cotidianamente, sea por razones de trabajo o de estudios, lo cual, entonces, posiciona al idioma inglés en el segundo puesto del listado.
El largo proceso llamado globalización apostó fuertemente a la pérdida de identidad de los países, ya que, por el contrario, siempre ha pretendido que para los intereses económicos no deben existir fronteras, trabas aduaneras ni exigencias impositivas de fuste. El proceso requería de un plan piloto, de un agente de experimentación. Lo encontró el año 1975 en Chile. Los “Chicago boys” (economistas e ingenieros ‘doctorados’ en universidades estadounidenses y seguidores de la teoría económica de Milton Friedmann), convencieron a la inefable junta militar que gobernaba el país de la necesidad de instalar en esta franja de América del Sur el sistema que hoy nos ahoga.
Pues bien, con esos aditamentos Chile comenzó a experimentar un notorio crecimiento macroeconómico. Llegaron muchas inversiones desde el exterior, las fronteras se abrieron a tal grado que en la práctica casi no existían para los inversores. Fue entonces que surgió una nueva necesidad impetrada por el neoliberalismo: no bastaba contar sólo con la lengua nativa; era imprescindible transformar al país en un territorio bilingüe, más aún si se considera que nuestra nación era (y al parecer sigue siendo) una de las que menos inglés habla en América Latina.
En esto, Centroamérica nos lleva ventaja, si de ventaja puede tratarse, ya que debido a la existencia expoliadora de compañías como la American Fruits y además el Canal de Panamá y otras inversiones (amén de una fuerte presencia en varias bases militares), allí tienen a los norteamericanos metidos en sus propias barbas desde finales del siglo diecinueve.
Ahora bien, debido a la instalación aparentemente incontrarrestable del sistema económico neoliberal en grado de salvajismo, la globalización pilló a Chile con ánimo y disposición positiva para aceptarla y vivir con las reglas que ella ordenaba. Pasamos a ser, en América Latina, un “ejemplo” a imitar según el Fondo Monetario Internacional y la propia White House estadounidense. No obstante, en materia de diversidad lingüística estamos reprobando la asignatura.
Fronteras abiertas, multi culturalidad, inserción en los mercados mundiales y tratados comerciales firmados con una diversidad significativa de naciones, obliga, por cierto, a procurar entendimientos y negocios a través de una lengua común. Se escogió el inglés. Mañana bien podría ser el mandarín, nadie lo sabe. La globalización manda.
¿De verdad es posible que esta misma globalización continúe siendo quien ordene y mande en el futuro cercano? Han habido múltiples oposiciones a ella. La pérdida de identidades nacionales comienza a pasar la cuenta y a pesar en el ánimo y vergüenza de muchos gobiernos. Los valores identitarios de cada pueblo se esfuman, se obnubilan y dejan paso libre a aquellos que pertenecen a las naciones más poderosas, a los imperios que incluso exportan sus fiestas tradicionales como “el día de acción de gracias (thanksgiving) y el “Halloween”, eventos que bien sabemos en nuestros países se transforman en un carnaval del bolicheo a cargo del retail (otro término gringo).
La verdad sea dicha; hoy, un profesional que maneje solamente su lengua nativa tiene escasas posibilidades de acceder a un trabajo bien remunerado. La mayoría de las grandes empresas (incluyendo en ellas las que pertenecen al fisco, además de ministerios y servicios públicos relevantes), en alguna importante medida, tienen relaciones comerciales, técnicas o profesionales, con similares que se sitúan en el extranjero. Un lenguaje común, hablado y escrito, resulta vital para el éxito de trámites e intercambios, compras y ventas. Ello, sin dejar de mencionar cuán necesario es hoy el aprendizaje de la lengua de Shakespeare al momento de obtener una beca o ser parte de un intercambio universitario con alguna nación del hemisferio norte, donde el inglés es la lengua oficial, o es la segunda lengua (como en Alemania, Francia, Holanda, etc.).
Por ello, el MINEDUC (Ministerio de Educación) lleva ya años realizando ingentes esfuerzos en orden a que escuelas municipales (próximamente públicas, bajo su cargo directo) y liceos, junto a colegios particulares, privilegien la enseñanza del inglés desde los más tempranos niveles formales (primero básico, por ejemplo).
Sin embargo, a estas cuestiones les ha salido un serio oponente en medio del camino. Donald Trump. El recién electo presidente de Estados Unidos ha manifestado en todos los tonos su rechazo a la globalización, y con ello ha declarado su amor al proteccionismo, enemigo principal del libre mercado que exige el FMI.
Si EEUU ha estado a la cabeza de estos procesos (y los ha impuesto a veces a golpes de estado e invasiones), pero ahora su nuevo mandatario señala que no seguirá prosperando en ellos, cabe preguntarse, más allá del futuro del TPP y los TLC, si vale realmente la pena que el Estado continúe esforzándose por transformar a Chile en un país bilingüe con dirección preferente al idioma ingles, ya que a pesar de que la globalización lo impetre…¿sobrevivirá ella a las nuevas etapas que anuncian arribo con China en el horizonte?
Al menos, por ahora, aprender el idioma inglés sigue siendo de enorme importancia para desarrollar labores exitosas en este proceso globalizador que se niega a dejar el escenario; quizás mañana sea desplazado por el chino mandarín; y aunque así ocurra, todo ello reafirma el título que encabeza este artículo: la lengua nativa no basta… con o sin globalización, definitivamente ya no basta. De lo contrario, según Gregg Roberts, podríamos convertirnos en los nuevos analfabetos del siglo veintiuno. ¿Será para tanto?
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