Por Rodrigo Larraín
Académico U.Central
El filósofo italiano Antonio Gramsci señaló que las habilidades en el vocabulario eran muy importantes a la hora de enfrentar la hegemonía de las clases dominantes, esas hegemonías son culturales y políticas. Por eso hay que desconfiar cuando aparecen palabras que abandonan su sentido original, se produce una falsificación con fines de dar en mejores condiciones las así llamadas batallas de las ideas. Defender el sentido de las palabras es una tarea en beneficio del pueblo, quizás no la principal, pero es un desafío en donde se juega la verdad de la realidad, de la captación de realidad libre de ideologías que falsifican la conciencia. Posiblemente sea el desafío esencial en las próximas presidenciales.
El concepto populismo es una de las expresiones cuidadosamente escogidas para decir todo lo contrario de lo que significa. Donald Trump, Marine Le Pen o Alejandro Guillier son bastante diferentes, pero a todos se les aplica la misma palabreja como insulto, como arma arrojadiza que se espera les dañe. Un populista es un líder carismático con capacidad para detectar lo que quieren los hombres comunes, que provienen de distintas clases, y que, en época de crisis, muestran una gran capacidad de movilización social. Son una suerte de agitadores, ocupan bien el marketing y las comunicaciones y proponen soluciones con escasa viabilidad técnica; también pueden poner en peligro el régimen democrático lo que puede desembocar en dictaduras. Claramente ninguno de los tres ejemplos mencionados cumple con el perfil populista: Por lo que es preocupante que un senador, máster en Ciencias Políticas, use la palabra erróneamente, a menos que la haya escogido deliberadamente para que no diga nada, y quede la sensación de que el adversario es peligroso.
Una palabra monumento de ambigüedad es ‘emblemático’. Emblemático es lo que es emblema de algo, la representación de algo o alguien. Entonces un liceo emblemático pude ser emblema de los grandes liceos históricos famosos por sus resultados; pero una excepción nunca puede ser emblema. Así pues, un liceo emblemático es uno del montón, uno promedio y nunca el que destaca. Por lo que emblemático en Chile ha devenido en importante, especial, sobresaliente, famosos o histórico.
La «lengua de madera» (en francés langue de bois) es una manera de hablar pomposa y solemne para no decir nada, es costumbre ocuparla en los círculos políticos o semejantes; no son necesariamente eufemismos sino más bien una imprecisión petulante. Se relaciona con el neolenguaje, por ejemplo vulnerabilidad por pobreza, es mejor ser pobre que vulnerable, ya que vivir mal y más encima con llagas (de vulneras, llagas o heridas) es mucho; o la sofisticada diferencia entre gobernabilidad, gobernanza, o llamar a las pérdidas desahorro, crecimiento negativo y otras perlas, tal vez el mundo mejore si se construye sobre la bases de conceptos con base en la realidad pura y dura.
Otro ejemplo es la creatividad lingüística de los abortistas, como el caso de un médico senador que habla de la interrupción del embarazo. Aunque muchos tengan ideas de una crueldad desopilante para sus adeptos, lo cierto es que hablar de matar a inocentes remueve algún rescoldo moral, entonces no se dice directamente. ¿Se puede interrumpir la vida? Interrumpir es no dejar pasar algo, un flujo, por ejemplo la electricidad o el agua, para una vez conseguido el propósito, volverlo al estado anterior, que el flujo vuelva a pasar. Si ese interruptor existe para la vida, exijo que lo muestre.
Aparte de la ignorancia, ¿tiene otro efecto esta manera de hablar? Por supuesto, ya que se trata de una falsificación de la realidad para que quedemos como vasallos, transar con los conceptos es transar con las cosas a los que se refieren, es ceder soberanía, así que es cierto en el lenguaje eso de que “la verdad nos hará libres”. El “chigüá logo” y el neolenguaje técnico pueden ser, ambos, una usurpación de la libertad y la soberanía de los ciudadanos.