Por Felipe Vergara Maldonado
Analista político
Universidad Andrés Bello
Cuesta entender la fragmentación de la sociedad que nos lleva con una versatilidad increíble, de uno u otro extremo del espectro político. Sorprende observar que hoy las opciones sean estás conmigo o estás contra mí. ¿Dónde quedó el abanico de colores del arcoíris que aceptaba ideologías y respetaba esa diversidad de opiniones cuando el interés superior estaba en juego?
Hoy lo que se visualiza es la intransigencia y radicalización de las posturas políticas, se propende a la destrucción del que piensa distinto y si para eso hay que maquillar el relato, cayendo en discursos que bordean la verdad o lisa y llanamente son falsos, se tolera, si con ello se accede al interés superior del sector, que no es otro que acceder al poder, al costo que sea.
El ataque y la descalificación enfermiza, tienen fieles exponentes en el contexto americano y que comparten un denominador común: están ubicados en los extremos del péndulo, es el caso de Trump, Ortega, Milei, Maduro, por nombrar los más representativos. Ejemplos que también podemos ver en nuestro propio país, basta revisar algunas redes sociales, como X o TikTok, para reconocerlos. Recordemos que, en este caso, las propuestas se concentran en la destrucción del otro, por el sólo hecho de pensar distinto.
La radicalización de posturas, entre otras varias externalidades negativas, tiene la disminución hasta una expresión casi simbólica a las posturas de centro, tanto de izquierda como de derecha, sectores que han debido transar para sobrevivir y con ello, deslegitimarse ante su electorado por aquella incapacidad de sostener sus principios; los hay también de quienes oportunistamente se aprovechan de la vulnerabilidad social para -acomodaticiamente- modificar sus principios, borrando con el codo lo que en un momento firmaron con sangre.
Lo paradójico es que, pese a la radicalización de posturas, no son pocos los que se autodefinen como de “centro”, cuando sus términos se distancian considerablemente de aquello. El populismo lleva a los extremos, es ese péndulo enfermizo que lleva a Latinoamérica (aunque en Europa también hay asentamientos radicales), moverse entre extremos, olvidando que son las miradas más moderadas las que generalmente le han dado estabilidad al continente.
La reflexión planteada no pasa sólo por la ciudadanía, finalmente quienes elegimos lo hacemos en base a promesas, expectativas y asumiendo la desesperación a la que nos vemos enfrentados; son las autoridades políticas las que deben reflexionar de cara a sus electores sobre la responsabilidad que pesa sobre sus hombros, y ejercer su liderazgo no pensando en una futura elección, sino en el rol social que se les ha encomendado.