Por María Victoria Peralta
Académica UCEN y Premio Nacional de Educación 2019
Hemos pasado la instancia de elección de los constituyentes que van a tener la enorme responsabilidad de acordar los contenidos de nuestra nueva Carta Magna. Revisando los nombres de los ciudadanos que la componen, los profesores son la segunda profesión más común en ellos, lo que podría ser esperanzador pero la gran mayoría cuenta con escasa vinculación a las temáticas y los problemas de la educación de la primera infancia, motivo que nos lleva a enviarles algunas sugerencias.
Partiendo de la base que se reconozca que la educación es un derecho social, es fundamental que se señale “desde el nacimiento”, entendiendo por ello, a través de diversas modalidades educativas tanto formales (Salas Cunas), como alternativas (en el hogar a través de múltiples formas). Por tanto, es importante reconocer la validez educativa de todas, si se consideran ciertos criterios centrales. En estos momentos, sólo se reconocen los “establecimientos educacionales”, quedando fuera una amplia gama que imparten las instituciones públicas.
De esta manera, se podrá avanzar a una universalidad de la educación parvularia, meta que aún no podemos alcanzar y que incluso con la pandemia, ha bajado la cobertura; estimándose en un 50 % de los niños/as desde el nacimiento a los seis años. Es decir, uno de cada dos párvulos tiene algún tipo de educación en Chile.
Además, de revisar el tipo de financiamiento, gestión y la institucionalidad que preferentemente debería continuar siendo pública, es fundamental analizar seriamente todo el tema de la calidad, que en estos momentos se pierde en una maraña de normas que ofrecen pocas posibilidades de contextualizar y diversificar el currículo desde ciertos esenciales. Las comunidades, las familias, las infancias son diversas en nuestro extenso país; tienen características, necesidades y fortalezas distintas que requieren mayor libertad curricular y participación, como es la tendencia de las propuestas educativas de avanzada en el mundo y, además, es lo que ansiamos los chilenos/as para nuestro país en todos los aspectos.
Si al menos, se incluyeran estos tópicos en la nueva constitución y en sus leyes derivadas, podríamos darle un mejor inicio a la educación de los niños/as, la que ciertamente, debería revisarse enteramente en todos los niveles educativos en pos de valores, contenidos y metodologías mejores para estos complejos tiempos. En síntesis, una educación más humana para las nuevas generaciones de chilenos.