Por Héctor R. Jara Paz
Lo peligroso de la situación, reside en ignorar las causas de este descontento social y tratarnos a todos quienes participamos de un acto de protesta, de delincuentes.
Ojalá existiera una “organización”, una “coordinación” de lo sucedido el día de ayer. De ese modo, se sabría con quién negociar o a quien reprimir. No existe peligro mayor que turbas humanas sin cabeza o conducción política.
El modelo colapsó, la olla no aguantó la presión, los Partidos Políticos de gobierno y oposición desconectados de esta realidad han perdido toda credibilidad, por sus propios actos, como por la incansable política de la anti política. Nada hace presumir que un acuerdo cupular en el Congreso, libere la suficiente presión para volver a la normalidad.
El gobierno ha perdido toda credibilidad y hoy, no podrá negar su dedicada preocupación por los negocios y abusos de los grandes empresarios, en desmedro de políticas públicas que fueran aliviando el pesar de nuestra población.
Ha quedado claro que el problema no eran los diez encapuchados del Instituto Nacional, es una enfermedad que comienza cuando se deja de educar cívicamente a una sociedad, cuando se eliminan los naturales liderazgos que pudiendo ser formados positivamente en la Educación Pública, se les criminaliza y postergan. El Mercado no puede suplir las responsabilidades de un Estado en la formación de sus ciudadanos. Hoy, junto a la precarización de los servicios sociales, surgió una nueva contradicción. Nos educaron para ser consumistas de lo que no necesitamos y, hoy, no tenemos recursos para comprar, es esa la cruda realidad.
¿Soluciones? Es difícil aventurar. Disponer de la renuncia de algunos Ministros “Técnicos”, sin experiencia política, no bastará. O Piñera da un giro significativo de su política económica y se deshace de los Ministro Políticos de su gabinete, que a todas luces fueron incapaces de prever esta realidad, o se verá cada día más atrincherado en la Moneda. Sin embargo, es difícil de creer un escenario así, toda vez que es el gran empresariado el sostén de su gobierno, quienes han robado, evadido y abusado desde el mismo gobierno con avaricia desproporcionada.
Ni los militares, más condescendientes con la oligarquía que con este gobierno, ni los llamados a la “unidad política”, después de la soberbia y con el agua hasta el cuello, serán la salvación de un gobierno nefasto.
Señor Piñera, solo su renuncia y un acuerdo nacional de actores vivos de la sociedad, que se comprometan a otorgar sus esfuerzos a la gobernabilidad, evitará que estas manifestaciones se acrecienten y empiecen a cobrar nuevas víctimas, que a su vez, atizarán el conflicto como nuevos mártires de su injusta gobernabilidad.