Por Samuel Erices
Académico Trabajo Social, U.Central
El estado de la salud mental de los jóvenes chilenos que cursan educación superior se ha vuelto preocupante tanto en su abordaje como en su desarrollo. Es un tema de creciente y gran importancia en que jóvenes -generalmente- se ven enfrentados a desafíos que afectan su bienestar físico, psicológico y social. Es un problema complejo a la hora de ser abordado y con consecuencias de impacto al no hacerlo.
Los datos entregados por el Primer Diagnóstico Institucional en Salud Mental del Sistema de Educación Superior, desarrollado por Subsecretaría de Educación Superior y la Subsecretaría de Salud Pública, en 2023, advierten que las consultas por salud mental en las instituciones de educación terciaria crecieron 22,2 puntos porcentuales entre los años 2018 (55,7%) y 2022 (77,9%). Además, se identifica que el 50% de las instituciones no cuenta con convenios para la derivación de estudiantes. No obstante, la mitad de las entidades educacionales declara sí contar con estrategias de apoyo o reintegro de estudiantes que desertan o suspenden sus estudios por causas de salud mental.
Dada la complejidad, se torna imperante el abordaje del tema desde una perspectiva psicosocial que permita concientizar y promover un ambiente de apoyo emocional para que las y los estudiantes puedan alcanzar su máximo potencial académico y personal. Al asegurar calidad de vida y bienestar subjetivo disminuyen los factores estresores durante el proceso de adaptación y permanencia en la educación superior. Asimismo, es necesario generar estrategias que disminuyan la percepción negativa, prejuicios y estigmas, en torno a la búsqueda de apoyos integrales.
Los centros educativos desempeñan un papel crucial en la prevención y promoción de la salud mental de sus estudiantes, a través de la existencia de programas de educación emocional y la implementación de servicios de asesoramiento dentro de las instituciones. Pero, para ser efectivos, urgen políticas públicas que permitan fomentar espacios de atención especializados que actúen como centros de derivación de las instituciones de educación y que no impliquen un alto costo para las personas y sus familias. Con ello, campañas de concientización y educación que destaquen la importancia de la salud mental y promuevan la aceptación de aquellos que buscan ayuda.
En el Chile actual, la salud mental es la asignatura pendiente de muchos jóvenes. Por ello merece atención prioritaria en la agenda política y social. Es hora de invertir en recursos, generar educación y programas que apoyen el bienestar psicológico. Al hacerlo, no solo estaremos allanando el camino para individuos más saludables y resilientes, sino también construyendo una sociedad más fuerte y cohesionada.