Por Rafael Rosell Aiquel
Decano Facultad de Derecho y Gobierno. U. San Sebastián
“Solo queremos algo para comer. Por favor, sálvennos de este desastre. Hay bombardeos todos los días. Nos escondemos en un refugio bajo tierra. Tenemos miedo de salir. Llevamos una semana. ¿Qué tipo de vida es ésta? Estamos hartos”, esgrimía vía redes sociales una niña atrapada con otros cientos de miles de civiles. El llamamiento lo realizó durante una de las mayores conflagraciones bélicas que se está desenvolviendo en Guta Oriental, uno de los principales distritos de Damasco, la capital Siria.
La que otrora fuera conocida como uno de los vergeles sirios, desde hace siete años es controlada por una amalgama de grupos terroristas y por ello es una amenaza directa para el gobierno de Bashar al-Asad. Desde agosto de 2012 el Ejército sirio ha intentado eliminar a la oposición de los alrededores de la capital. Los extremistas controlan la zona, que es considerada una de las más disputadas de la guerra siria.
La inocente población civil de la región, sufre hace más de un lustro una impiadosa violencia que se inicia con un ataque con armas químicas en el año 2013. Este bárbaro episodio es considerado el más grave del siglo XXI y el segundo más mortal desde la Segunda Guerra Mundial, superado únicamente por el ataque químico a Halabja en Irak, que se saldó con más de 5 mil muertos.
Mientras las cifras de muertos y heridos civiles se incrementan, las víctimas son utilizadas por los actores del conflicto, con acusaciones cruzadas o la hipocresía de llamamientos humanitarios cuando al mismo tiempo esos mismos antagonistas, envían las armas que los aniquila, asemejándolos a piezas de un perverso juego de ajedrez.
En 2013 el ataque químico habría dejado cerca de 1400 muertos. La oposición siria no tardó en culpar a Bashar Al-Asad de ser el responsable del ataque y la agencia independiente francesa “Médicos sin fronteras” aseguró haber contado 355 fallecidos.
Sin embargo, las naciones aliadas al gobierno sirio, Rusia, China e Irán, si bien no negaron la veracidad del ataque, acusaron a los grupos wahabíes de ser los responsables. La corresponsal de la agencia Associated Press, Dale Gavlak, recogió declaraciones de fuentes terroristas, según las cuales el ataque habría sido obra de combatientes cuya naturaleza y modo de utilización de las armas desconocían. Esas armas –según los terroristas- fueron proporcionadas por el príncipe saudí Bandar bin Sultan, director de la agencia de inteligencia saudí Al-Mujābarat al-ʿĀmma desde julio de 2012.
La historia se repite en la actualidad. Guta Oriental centra la atención mundial por la trágica situación humanitaria en la que se encuentran sus habitantes, cuando el Ejército Árabe Sirio lanzó una ofensiva militar denominada Acero de Damasco, en un intento de limpiar la región de los grupos islamistas, principalmente de Yeish al Islam, el Frente al Nusra (ligado a Al Qaeda), Ahrar al Sham y Failaq al Rahman. Todos estos grupos extremistas son quienes utilizan también a los civiles como escudos humanos.
Debido al hecho de que esta región es controlada por los terroristas, no existe información fiable sobre las víctimas, la situación humanitaria y las destrucciones provocadas por los enfrentamientos, pues las cifras oscilan dependiendo de la fuente.
Sin embargo, las partes del conflicto se acusan mutuamente por la crisis: los grupos terroristas acusan que el gobierno de Siria, con la ayuda de Rusia, está bombardeando la mencionada zona, mientras que el Ejército sirio culpa a los fanáticos y sus patrocinadores por la situación.
Pero a pesar de que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó una resolución que estableció el alto al fuego de 30 días en todo el territorio de Siria para realizar operaciones humanitarias y el Presidente de Rusia, Vladimir Putin, ordenara una tregua humanitaria diaria para que un porcentaje de los 430 mil civiles pueden abandonar la zona, los terroristas disparan intensamente hacia el corredor humanitario abierto el 27 de febrero y los civiles siguen siendo rehenes a causa de los ataques de mortero perpetrados por los grupos que operan en el lugar.
Una vez más en esta guerra, como en todas las guerras, la población civil que es la que sufre, mujeres, niños y niñas, es utilizada para los intereses de los grupos en pugna, en una situación que el Papa Francisco calificó de “inhumana”, realizando un llamamiento para que se detenga la violencia. Una violencia que debemos replantearnos como sociedad mundial, que observemos el desprecio a la vida que tienen todos los involucrados. Una violencia que nos obliga moralmente a proponer una seria educación para la paz, porque en este año, que se cumplen 70 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos de ONU, pareciera que no hemos aprendido nada.