Porque esta vez no se trata (sólo) de cambiar un presidente…
Arturo Alejandro Muñoz
Columnista Granvalparaiso.cl
Cambia…todo cambia. Así comienza la canción compuesta por el chileno Julio Numhauser, cuya letra, al menos en el prólogo, puede aplicarse a la situación sociopolítica que experimenta actualmente el país.
Es un hecho que Chile no volverá a ser el que era a mediados de este mismo año 2019. No será mejor ni será peor, sólo será diferente. Otro país, otra sociedad, otro pueblo. Pero, ¿también otras autoridades? Está por verse.
El establishment es duro de roer, tiene mecanismos de defensa poderosos que ha utilizado exitosamente en crisis anteriores. Luchar contra la hegemonía del dinero suele ser causa perdida a largo plazo, y quienes la han desafiado –aún venciendo temporalmente- debieronsobrevivir sustentados en la honestidad que otorga una pobreza dignamente asumida, pero jamás aceptada.
Entonces, si en lo referido a dinero poco y nada ha cambiado y difícilmente cambiará en lo inmediato, ¿qué tiene el nuevo Chile que el antiguo no tenía? Dignidad, consecuencia, coherencia y empoderamiento de aquella importante masa popular que se tomó las calles, plazas y parques. Quienes tienen el poder esperaban cualquier cosa de la gente, menos ello. Un pueblo con conciencia social es imposible de esclavizar y engañar. He ahí el grave problema que enfrentan ahora quienes creyeron durante décadas que podían seguir expoliando a la sociedad civil sin temores de ninguna especie.
Las cofradías políticas, que se asociaron servilmente con el empresariado y con la prensa tradicional para mantener enhiesto el actual sistema socioeconómico, criticaron ácidamente a los jóvenes porque estos se negaban a participar en la cosa pública y ni siquiera concurrían a ejercer su derecho a sufragio. Tanto fue el cántaro al agua que los jóvenes finalmente respondieron, y demostraron ser mayoría poniendo sobre el tapete sus demandas y exigencias.
Sin embargo, hay un problema aún mayor. El establishment chileno actual está conformado en buena parte por personas de reputación dudosa, las que actúan preferentemente al borde de la legalidad que ellas mismas delinearon. Saben que Chile ha cambiado, son conscientes de ser minoría y, además, tienen claro que las fuerzas armadas difícilmente saldrían esta vez a protegerles de nuevo sus intereses y tropelías por el simple hecho de existir una oposición democrática y mayoritaria que decidió expresarse y participar. Y no lo harían porque tampoco están dispuestas a ser ellas las únicas que posteriormente sufran duras sanciones, como ha ocurrido con los agentes del estado que participaron en asesinatos, torturas y desapariciones de civiles durante la dictadura militar, mientras que las personas a las cuales ‘salvaron’ (sus intereses económicos) les olvidaron y dejaron solos ante el imperio de la ley, cuando está al menos asomó la nariz luego de 1990.
Lo dicho: el Chile de hoy ya no es el mismo de ayer. El sistema neoliberal salvaje no volverá a contar con la tranquilidad ni con el fastuoso apoyo político y mediático que tuvo desde el año 1974 hasta el viernes 18 de octubre de 2019. La sociedad civil no quiere seguir siendo sólo representada por parlamentarios y autoridades, ahora impetra ser participativa.
Por cierto, el establishment se defiende a brazo partido, con dientes y uñas. Incluso con mentiras gigantes y amenazas deshuesadas. La derecha cometió el error de confiarle sus banderas a Sebastián Piñera por segunda vez, haciendo caso omiso a las advertencias que recibieron de organizaciones y medios confiables (como el mismo Departamento de Estado de USA, los diarios The Guardian, The Economist y The New York Times), y de las alertas que encendían muchos chilenos, las cuales apuntaban al tránsito fronterizo en la ilegalidad que el Presidente llevaba ya en su primera administración.
Pero, hay más. No sólo en lo económico y financiero descansaban tales advertencias, sino también en algo que hoy va tomando cuerpo cada vez con mayor reconocimiento en el público. Piñera es más que un hombre tozudo, soberbio, egocéntrico, mitómano yespeculador…su desparpajo obliga a pensar que definitivamente se trata de un hombre enfermo que requiere tratamiento médico especializado. Si ello no es así, entonces significa que estamos gobernados por un delincuente político de tomo y lomo, de alto vuelo. No hay más lecturas al respecto. Por ello rescato y destaco lo que escribió la actriz Mariana Loyola en su cuenta de tuiter:
<<Lo de Piñera da pa’estudio. Es impresionante lo que dice, cómo lo dice. Sus respuestas, su sordera. Me siento atrapada. Estamos en manos de un tipo malo, peligroso. ¿Qué más podemos hacer? Qué impotencia. (El general) Rozas sigue cómodo en su puesto; Blumeltambién; y él, uff, pa’que decir! ¿Qué hacemos?>>
Él no es el único “tipo malo, peligroso”, ni es el único enfermito mental que forma parte del actual gobierno. Para confirmarlo es suficiente recordar las declaraciones de algunos ministros, las cuales rayan en la insania, como aquellas explicitadas por personeros cercanos al mandatario, uno de ellos es Jaime Mañalich que aseguró campanudamente: “tenemos el mejor sistema de salud del planeta”. ¡De patio!
Como ‘de patio’ son también las burdas explicaciones de otros ministros y subsecretarios que salieron al paso de las fuertes críticas explicitadas por muchas organizaciones y países respecto de la nefasta conducción chilena de la última COP25. Nada nuevo bajo el sol en esta administración. Los chilenos están ‘curados de espanto’ con las gigantescas mentiras y omisiones lenguajeadas por el mismísimo presidente en muchas ocasiones.
Ese es el Chile viejo, el del duopolio heredero de la dictadura, el de los ‘acuerdos’, el de lo ‘políticamente correcto’, el de la ‘justicia en la medida de lo posible’, el del ‘mejor sistema previsional de América’ y ‘el mejor sistema de salud del planeta’, el de la mayor desigualdad registrada entre los países de la OCDE, el del “mar en manos de siete familias”, el de la corrupción desatada, el de las megaempresas dictando pautas muy bien pagadas a los legisladores, el de las colusiones comerciales, el del transporte más caro del continente, el que hizo carne en todo el mundo la frase “en América hay un país llamado Chile, donde nada es de Chile”.
Eso es lo que defiende a brazo partido el establishment, y para ello sigue confiando en un hombre enfermo…pero, tal vez, por eso mismo el establishment parece entregar sus banderas a ese hombre, porque sabe que la enfermedad que lo aqueja le hará porfiar y porfiar hasta el final, contra todo y contra todos, aún viendo el tsunami social y político que se le viene encima.
Y si ese desastre acaece, el establishment simplemente se defenderá argumentando que el tipo estaba enfermo y que ellos –los poderosos- no lo sabían.
Por ello, Chile tiene que cambiar…