Por Catalina Maluk
Directora Escuela Economía y Negocios, U.Central
La baja tasa de participación femenina en puestos de alta gerencia en Chile, no es novedad. En materia de cifras, siempre estamos al debe y los análisis solo reafirman una pesada tendencia que necesita revertirse.
Prueba de ello es el último estudio de DNA Human Capital que indica que solo un 37% de los postulantes a una subgerencia son mujeres. Para qué hablar de la escasa presencia femenina en directorios de empresas, la cual no supera el 8% según reportes del IPSA.
Para postular a cargos directivos, se requiere de una trayectoria laboral y experiencia que avale a la mujer. En ese sentido, estamos hablando de un segmento promedio de entre 35 a 45 años de edad. Pero ocurre que ellas han sido madres, han tenido que asumir lagunas laborales por maternidad y han debido postergar su desarrollo profesional por su familia.
Y en esa misma línea, sabiendo que cargos altos implican una mayor responsabilidad, el temor de la mujer no es a un mayor trabajo, sino al tiempo que deberá restar a la vida familiar.
Entonces, una mayor postulación y participación en cargos directivos de las mujeres, significa que, desde el hogar, la formación escolar y universitaria debemos fomentar a que se atrevan. Además, el Estado debe establecer leyes que permitan su mayor integración laboral y las familias asumir que el cuidado del hogar es compartido, tal como lo han comprendido países desarrollados como Islandia.
El problema es estructural y no se resuelve solo con voluntades ni declaraciones de buena crianza.