Por Niko Schvarz
Brasil atraviesa una situación dramática. A ocho meses de los Juegos Olímpicos Río-2016, que lo expondrán a los ojos del mundo entero, sufre una profunda recesión económica que según todos los pronósticos será la más prolongada desde la de 1930-31. A la vez, desde el punto de vista político, está en curso un proceso de “impeachment” con el objetivo de sacar a Dilma Rousseff de la presidencia que desempeña en cumplimiento de la voluntad popular desde el primer día de este año.
Esta maniobra desestabilizadora es impulsada en forma destacada por el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, perteneciente al PMDB. La inició el mismo día, miércoles 2 de diciembre, que la bancada del gobernante Partido de los Trabajadores (PT) solicitó la formación de una Comisión de Ética para que lo investigue, y posiblemente decida reemplazarlo en su responsabilidad parlamentaria, por maniobras de corrupción en vasta escala. Actualmente Cunha enfrenta acusaciones de corrupción ante la Suprema Corte de Justicia, por recibir millones de dólares en sobornos. En esas condiciones, decidió “morir disparando”, a juicio de los analistas. Este es el fondo del asunto: una venganza, con el objetivo añadido de escapar a su propia condena.
Tal es por lo pronto la opinión de Leonardo Boff, un religioso de sólido prestigio internacional por sus posiciones éticas (y además, profesor de Ética en la Universidad de Río de Janeiro, UERJ). Su análisis se titula: “Eduardo Cunha, éticamente descalificado, manda a juicio a una mujer justa y ética”, y se inicia con esta definición tajante: “El presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, está acusado de graves delitos, de beneficiarse del Lava-Jato (sobornos de Petrobras), de cuentas no declaradas en Suiza y de mentiras descaradas”.
El párrafo se completa con la descripción precisa de la más reciente de estas mentiras descaradas. Consiste en que en una conferencia de prensa, Cunha declaró que el diputado André Moura fue llamado por el Jefe de la Casa Civil, Jacques Wagner, a una conversación con la presidenta Dilma Rousseff para negociar la aprobación de la CPMF (Impuesto a las Transacciones Financieras) a cambio del rechazo a la admisibilidad de un proceso en su contra en el Consejo de Ética del Parlamento. Afirmó también Cunha en forma reiterada que la presidenta mintió en su pronunciamiento a la nación al decir que nunca se sometería a ninguna negociación política. El comentario de Boff es el siguiente: “Quien mintió no fue la Presidenta sino el diputado Eduardo Cunha. Su aliado incondicional, el diputado André Moura, no fue a negociar con la presidenta Dilma, como lo testificó el ministro Jacques Wagner. Vale la pena subrayarlo: quien mintió al público brasileño fue Eduardo Cunha”.
El análisis va más allá, en los siguientes términos: “Es mentira que su veredicto fue estrictamente técnico. Puede ser técnico en el texto, pero es mentiroso en su contexto (…) Él desencadenó el proceso de destitución de la Presidenta justamente cuando supo que él perdería la votación en el proceso en su contra, a pesar de todas las presiones y chantajes sobre el Consejo de Ética, luego de que los tres representantes del PT anticiparon que se pronunciarían por la aceptación, lo que después podría significar su condena”.
La conclusión fluye naturalmente: “Lo que hizo Cunha fue un acto de venganza mezquina de quien perdió la noción de la gravedad y las consecuencias de su acto rencoroso”. Y agrega: “Es una vergüenza que la Cámara esté presidida por una persona sin ningún apego a la verdad y a lo que es correcto y decente. Manipula, presiona a diputados, crea obstáculos al Consejo de Ética. Es aún más vergonzoso que él, cínicamente, presida una sesión en la cual se decide la aceptación del juicio político de una persona muy correcta e irreprochable como es la presidenta Dilma Rousseff (…) Su acto irresponsable puede llevar a la nación hacia un grave retroceso, sacudiendo a la joven democracia que, con víctimas y sangre, fue duramente conquistada. No podemos aceptar que un delincuente político, carente de sentido democrático y de aprecio al pueblo brasileño, nos imponga además este sacrificio”. Por último, Boff formula un llamado explícito al Fiscal General de la República y a la Corte Suprema Federal para que consideren “las múltiples acusaciones pendientes contra Eduardo Cunha en el ámbito de la Justicia” y añade que en su opinión “existen suficientes razones para sacarlo de la presidencia de la Cámara y que vaya a responder ante los tribunales por sus actos”.
El procedimiento habrá de pasar ahora a una Comisión especial que estará integrada por diputados de todos los partidos de manera proporcional a su representación. Para que pase al Senado deberá ser aprobado por los dos tercios de los 513 diputados, a sea 342 representantes. Analistas políticos estiman que hasta este momento no se espera que la medida cuente con el apoyo de los dos tercios necesarios. Al mismo tiempo, legisladores del PT buscan frenar el proceso ante la Corte Suprema y habrán de presentar un recurso por abuso de poder de parte de Cunha y de utilización de las estructuras del Poder Legislativo para defenderse de las acusaciones que pesan sobre él. En principio, la Comisión parlamentaria a ser designada contaría con 66 miembros, y ésta deberá evaluar si el proceso debe proseguir o ser archivado. Una vez instaurado ese cuerpo legislativo, la presidenta Dilma tendrá 10 sesiones para defender sus posiciones. Se la acusa concretamente de haber violado la ley de responsabilidad fiscal mediante el uso de fondos de bancos estatales para cubrir déficits presupuestales. Luego el plenario de la Cámara de Diputados deberá votar la moción, que para ser aprobada requiere 342 votos de los 513 diputados, como dijimos. Si no los logra, se archiva. Si los logra, el proceso pasa al Senado, de 81 miembros, donde se iniciaría el juicio político propiamente dicho.
El líder de la bancada de gobierno en la Cámara de Diputados, José Guimaraes, declaró que “estamos preparados para enfrentar este proceso”; y aludiendo al hecho de que se verá afectada toda la vida política de Brasil por un extenso período, agregó que “está declarada la guerra contra aquellos que no quieren que el país funcione”.
En ninguna eventualidad se vislumbra un desenlace a corto plazo. La incertidumbre persistirá. El proceso va para largo y junto a Brasil, afecta a todo el continente en su proceso de cambios progresistas, vigente desde fines del siglo pasado y comienzos del actual.
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