Por Bruno Lima Rocha
A partir del primero de abril la Autoridad Nacional Palestina (ANP) pasó a ser miembro pleno de la Corte Internacional de Justicia de la ONU, el Tribunal de La Haya. Aunque no haya poder coercitivo, la corte de La Haya refuerza tanto el frente diplomático como la guerra de propaganda por la constitución de un Estado Palestino. La participación de la ANP es parte del derecho internacional refuerza la legalidad, al reconocimiento de hecho de este Estado inicial.
Hasta el momento, 134 países reconocen a la ANP. De estos, Suecia reconocio, que ya siendo miembro pleno de la Unión Europea, por otra parte la República Checa, Hungría, Bulgaria, Malta, Chipre, Polonia, Bulgaria y Rumania ya tenían este reconocimiento de La Haya, antes de ingresar en la Comunidad de los Países Europeos. El reino de Suecia abre un importante precedente, porque se habla de la diplomacia comunitaria, lo más sensato sería la distensión de la Causa Palestina, retornando Israel para las fronteras de 1967, incluyendo Jerusalén Oriental como capital palestina, o entonces, como ciudad internacional.
Israel que no forma parte de este órgano internacional, vive dos paradojas. La primera, implica en el alejamiento de la Casa Blanca, aunque venga aumentando su peso en la política doméstica de los EUA (con poder real de veto), posicionando el primer ministro israelí, reelegido con voto conservador Benjamin Netanyahu cómo contrario al presidente Barack Obama.
El presidente demócrata, está imponiendo su propia agenda internacional, después de haber sido rotundamente derrotado en las elecciones, en las cámaras legislativas, en la mitad de su gestión en el año de 2014. Obama avanza en movimientos diplomáticos de evidente necesidad (cómo abrir las relaciones con Cuba), dejando el problema de los acuerdos, tanto para la candidata en su sucesión por el Partido Demócrata (Hillary Clinton), como para los agentes domésticos con poder de veto (a ejemplo del lobby pro-Israel, *AIPAC, financiado por la derecha *sionista).
La segunda paradoja es en la correlación de fuerzas en el escenario regional. Israel ya es indestructible militarmente, teniendo superioridad sobre todos los Estados árabes vecinos y una desproporción absurda delante de la resistencia palestino. El último conflicto de Gaza revela esta fuerza excesiva. Más de 1300 palestinos fueron muertos, en su inmensa mayoría civiles, incluyendo niños en escuelas y hospitales. Y del lado israelí no llegó a 80 bajas fatales, siendo casi todas compuestas de militares en ejercicio de la función.
La ONU alertó a Tel Aviv muchas veces, en referencia a los ataques contra blancos de protección humanitaria, y esto fue solemnemente ignorado por el mando político-militar de Netanyahu. Las elecciones de Israel en marzo de 2015 revelan esta tensión interna, cuando el frente de centro-izquierda unificando partidos israelíes y árabes hizo 24 sillas, contra 30 de la coalición liderada por el Likud. La rivalidad en la política doméstica es consecuencia del fracaso de los Acuerdos de Oslo y el nítido avance *expansionista de Israel por sobre los Territorios Ocupados.
La prepotencia es acompañada de la política de puertas abiertas para Europa. Hizo que los Territorios Ocupados en 1967 se hicieran la nueva frontera interna, llevando Tel Aviv a instituir, de hecho, una ocupación militar en la forma de bantustanes (guetos institucionalizados), siendo inviable la construcción de un Estado independiente y soberano. Para incentivar los nuevos colonos, en tierras ocupadas militarmente y totalmente ilegales, el gobierno israelí ofrece beneficios fiscales y ventajas para estas familias, en especial visando las jóvenes parejas que buscan huir del alta del coste de vida en Israel. Cada movimiento de legitimación del Estado Palestino, como el estatus de observador no miembro de la ONU adquirido en noviembre de 2012, ocurre una política *premeditada de avance sobre Cisjordania.
Algunas conclusiones.
Hoy más que nunca es necesario un movimiento en dos sentidos. Primero, la reanudación de algún grado de protagonismo por parte de la izquierda palestino, específicamente el Frente Popular por la Liberación de la Palestina (FPLP), que mantiene una saludable distancia del “gobierno”, poco o nada legítimo de la Fatah (no fue elegido partido de Mahmoud Abbas) y tampoco opera como un satélite del Hamas. Este protagonismo viene en un pésimo momento, cuando por un lado la derecha sionista no parece dar señal alguna de querer negociar, y por otro, el integrismo sunita si acerca a la demencia. También en 1º de abril el Daesh (también conocido como Estado Islámico), ataca y se apodera del campo de refugiados palestino de Yarmouk, en los suburbios de Damasco, cuyo núcleo céntrico aún está controlado por el gobierno Assad. ES urgente que la FPLP pueda retomar la delantera de la auto-defensa de los palestinos, también considerados ciudadanos de segunda categoría en el que resta de Estado en la Siria. Esta sería una bella iniciativa estratégica.
Ya en el plan de la política externa, la postura de la ANP debería ser profundizar la responsabilidad de Israel por la falta de alternativa en el conflicto. La coyuntura internacional y del escenario en Oriente Medio, cambió el comportamiento de los agentes. Comparar Israel y su dominación sobre los palestino con Sudáfrica del Apartheid es la nueva estrategia palestino, línea esta que será reforzada con la presencia de los delegados de Ramallah en la Corte de La Haya.