Transcurre el año 2018, el desarrollo científico humano había logrado desarrollar un dispositivo comunicacional con el resto de las especies animales, lo que generaba una expansión de su conciencia hacia el llamado ecosistema planetario.
Graves problemas atravesaba la humanidad, la sobrepoblación agudizaba los problemas alimentarios. La pobreza y desnutrición abarcaban grandes extensiones continentales; el cambio climático había dejado obsoletas gran parte de las infraestructuras urbanas, por lo que otrora grandes ciudades del territorio chileno habían sido abandonadas por los humanos y recuperadas por poblaciones animales, gran parte de las llamadas “carroñeras”.
Las migraciones humanas estaban dándole un carácter trashumante a la población chilena, el nomadismo estacional había desaparecido y en pocos años los cambios meteorológicos se habían transformado en un cambio de clima. Esta realidad amenazaba al resto del mundo animal, que con ruido de tambores de guerra observaban los continuos cambios de esta especie salvaje y depredadora, llamada “humanos”.
En este contexto, se reunían en un congreso extraordinario, representantes de todas las especies, desde los picos cordilleranos de Los Andes, hasta el océano pacífico y desde el desierto nortino hasta la tundra patagónica.
El primer tema de discusión era la aceptación o rechazo de la incorporación de la especie humana como miembro pleno, esto debido a que llevaba dos años como miembro observante, con fuertes cuestionamientos sobre la llamada deuda histórica. Se le acusaba de genocidio, de exterminio, pero el tema presente, era su necesidad de territorio y alimento para su sobrepoblación.
La cámara estaba presidida por el Puma Chilensis, quien instaba al orden a representantes del anarquismo animal, especies en estado salvaje que habían logrado el apoyo de parte importante de animales humanizados, que habían sido abandonados a su suerte por los humanos. La Huiña en su representación, solicitaba posiciones extremas, expulsar a los humanos de sus territorios mediante la avanzada de colilargos con vector Hanta hacia sus comunidades. Estos roedores exponían su delicada situación en la comisión de sustentabilidad, el aumento de la temperatura les había cambiado las condiciones de habitabilidad y alimento y además, presentaban una queja fundada contra la actividad minera, que los habían obligado a salir de los piedemontes hacia los valles humanizados.
Jotes y Lechuzas, Zorros Chilla y Cumpeo, además del Degú y reptiles en riesgo de extinción apoyaban la moción, argumentando la ignorancia de la especie humana. Ellos controlaban el crecimiento de su población de acuerdo a sus capacidades individuales, por lo que los más débiles y más ancianos eran abandonados a su suerte, sirviendo de alimento a la cadena trófica de que eran parte, y por cierto, de la cual usufructuaban también los humanos… ¿Por qué nosotros podemos y ellos no? sostenían con toda naturalidad.
El Búho, quien patrocinaba doctamente la incorporación de los humanos, con la sola condición de una participación igualitaria de la hembra humana, sostenía que gran parte del desequilibrio provocado por la especie humana, se debía a que era la única especie que había marginado, por motivos religiosos, a su hembra de la idea de desarrollo. En efecto, esa característica era extraña al mundo animal que sostenía su sustentabilidad en la sinergia de los sexos y no en su discriminación. Por tanto, sostenía que esa condición justificaba una nueva oportunidad a la humanidad, dado que la guerra no beneficiaría a nadie, salvo a los intereses de los poderosos tenedores de tecnologías de exterminio, que terminarían en definitiva con el amenazado ecosistema que les daba sobrevivencia en el país.
El tema exigente que unía a gran parte de la federación de animales acuáticos, parte importante de la cadena alimenticia de los humanos, era el control del sobrepoblamiento humano y la contaminación de sus aguas. Adjuntaban los últimos índices de integridad biótica, que señalaban en estado crítico su ecosistema producto de la intervención humana.
La moción del hombre y la mujer se fundamentó en la especifidad de la especie, ante lo cual solicitaban el debido respeto a la biodiversidad. Se oyeron múltiples expresiones de rechazo, el Cóndor y el Burro sostenían que ya era inaceptable la tesis de la supuesta “inteligencia humana” que les otorgaba derechos sobre las demás especies, “esa inteligencia es la que nos tiene en este estado” gritaban a toda vos, los Camélidos por otro lado, se rieron de la supuesta teoría religiosa que los relacionaba con la voluntad divina para hacer uso de la tierra y sus recursos a discreción…”no fue uso vociferaban, fue abuso!!!”
Los ánimos estaban caldeados, el Puma debió suspender en varias ocasiones la sesión y expulsar de la ensenada a los más exaltados, hasta que solicitó a los representantes de la especie humana terminar su intervención… La mujer recapituló, sin antes realizar un mea culpa como especie, “efectivamente somos responsables de gran parte de los problemas presentes sostuvo, a lo largo del breve espacio de tiempo que hemos vivido en el planeta, nos hemos engañado entre nosotros mismos…la ignorancia y el fanatismo quiso que nos sintiéramos hijos de dios, como si el don de la vida fuera un privilegio de nuestra especie; luego hicimos de la razón un dogma, creyendo que nuestra inteligencia no tenía límites para el desarrollo, identificando progreso con la modificación de la naturaleza…nos equivocamos una vez más.
Pero la virtud que hoy reclamamos ante ustedes y que nos hace diferentes, es la solidaridad, ella nos hace humanos…por ello no podemos abandonar a los que nacen más débiles entre nosotros, por ello no podemos desamparar a nuestros ancianos a su propia suerte. Hoy hemos aprehendido de nuestros errores, estamos dispuestos a desarrollar políticas que controlen el crecimiento de nuestra población y de esta manera, incorporarnos a una política sustentable del país y del planeta, asimismo, traemos a esta asamblea el compromiso de proteger efectivamente sitios prioritarios para conservar la biodiversidad…estamos desarrollando una nueva concepción de nuestra institucionalidad, un Estado que no solo consagre la responsabilidad solidaria sobre los humanos, sino también, un trato digno a las especies que conviven con la humanidad…se produjo un silencio total, nadie sabía si era de desconfianza o incredulidad…
El Búho levantaba la voz como un juez equitativo y justo, destacando que por primera vez en los últimos 2.500 años, se había logrado reunir a la totalidad de las especies vivientes del territorio chileno, aceptándose los humanos, como uno más entre sus iguales, con un compromiso serio por hacer de este largo y angosto territorio terrestre y este ancho y mayoritario territorio marítimo, una concepción ideológica destinada a salvar un ecosistema de reconocida riqueza de sus aguas dulces y endémica biodiversidad.
Por Héctor Jara Paz