Por Pablo Varas.
Escritor
Basta mirar la historia de Chile para entender la actual respuesta de la derecha para solucionar el conflicto con nuestros pueblos originarios, seguir militarizando la región que le pertenece al Pueblo Mapuche. El pueblo mapuche ya estaba antes que todos nosotros.
La derecha política y sus empresarios no logran entender que los tiempos actuales necesitan de respuesta políticas para avanzar en resolver esa parte inconclusa de nuestra historia, y que sigue pendiente. Una intencionada falta de voluntad que se hace evidente ante la presión de los grupos económicos que actúan como depredadores en un territorio que no les pertenece, y que les fue regalado bajo encomiendas, enmiendas, corrupción, también a sangre y fuego.
Piñera propone aumentar la explotación de los recursos que existen en la zona de conflicto. Precaria idea, las mejores tierras están en manos de empresas madereras y de latifundistas. Las tierras pobres de baja capacidad productiva, esas si están en manos de sus verdaderos dueños. Sabemos que los créditos son engorrosos, caros y draconianos.
Cuando Chile transita cargando su pesada carga subdesarrollada de país pobre y desigual en el tercer milenio, la militarización es la más mediocre, miserable y vergonzosa respuesta a los requerimientos de todo un pueblo y que son de conocimiento público nacional e internacional.
Se repite la foto de hace quinientos años. Llegan el hombre con la cruz, el casco y el arcabuz con las tarjetas de créditos.
Nada logró el primer gobierno de la UDI/PIÑERA/RN, nada logró avanzar, sencillamente con buenas intenciones y páginas mercuriales, no se resuelven los asuntos fundamentales. El mundo de la derecha son las balas, la botas militares, el orden y la paz de los cementerios.
La derecha política y económica intentará buscar por medio de la represión hacer bajar las justas demandas de todo un pueblo, para que siga existiendo con sus derechos cercenados, haciendo uso del cuerpo de policía más corrupto, ladrón y precario con un largo historial de criminalidad y delincuencial.
La intervención en los últimos decenios concertacionistas y de la Nueva Mayoría se iguala a la derecha. Nada lograron, ningún acuerdo serio que haya posibilitado sumar a los largos procesos de negociación para que sean serios y con alguna posibilidad de éxito.
Toda la clase política ha sacado provecho de la agonía eterna de los antepasados.
Convertir a los mapuches en blancos móviles como lo quieren las empresas madereras y todos los piñeiranos, no les da la razón. Sencillamente hacen más válidas, serias, consistentes y profundas las respuestas que de forma cotidiana se hacen públicas desde la oscuridad de la región en conflicto.
Cada luz que encienda la noche, cada grito que tiene su origen casi en los principios de los tiempos, es justo y necesario, tiene el amparo de la historia y la certeza de una causa justa, la solidaridad se hace necesaria.
El pueblo mapuche ya conoce las balas disparadas por el valiente ejército chileno en una guerra sin prisioneros, a la que patrióticamente se le conoce como la “Pacificación de la Araucanía”, así está escrita también en los libros de la historia chilena, pero esa no es la verdadera.
El correcto relato es el que han escrito de manera regular y en diferentes periodos la lucha por existir como pueblo. Allí está el MCR con la recuperación de las tierras y el recordado Moisés Huentelaf, asesinado a manos de latifundistas.
Otras naciones han logrado solucionar conflictos con sus pueblos originarios a partir de la negociación, entregar adecuadas respuestas, donde el peso de la memoria y la historia sean contempladas como argumentos sostenibles para que la tierra vuelva sus dueños, con todos los derechos consagrados que cada pueblo debe tener para ser feliz.
Piñera y la derecha no son la solución, son el problema.
Ellos están acostumbrados al uso de la balas, conocen el camino de ir a golpear las puertas de los cuarteles para que les defiendan sus bienes, sus casitas, sus tierras, lo que han robado, o los que se han ganado explotando a miles y miles durante años.
Un Chile así no es posible, y cuando de lo mismo han pasado tantos años, entonces, el camino de sacrificio, esfuerzo y lucha debe seguir hasta vencer, tan sencillo al tener toda las razones, absolutamente todas.