ABJURACIÓN DE LAS FIESTAS PATRIAS

Publicado por Equipo GV 11 Min de lectura

Por Arturo Jaque.

fiestas-patrias Estas fechas, se caracterizan por conductas atávicas, mecánicas, acríticas, que la masa informe repite, dado que forma parte del condicionamiento que ha sufrido desde su nacimiento, y que es el repertorio de recursos para celebrar a la fantasmagoría que denominan Patria.  No tiene la capacidad ni la facultad de cuestionar nada.

La masa no se percata ni toma conciencia del peso de las cadenas, ni de la presencia de los grilletes; con agresividad defienden su programación y sus automatismos: hay algo que conmemorar y algo por lo cual sentirse felices; y ¡pobre del que se atreva a poner en tela de juicio semejante dogma!.

Son claves para un corolario patético: el nivel de ignorancia supina, la cerrazón mental irreductible, la estulticia furiosa y la presencia nefasta de todo tipo de lastre, partiendo por los ismos; por mencionar un ejemplo: un nacionalismo trasnochado del siglo XIX, que, mutatis mutandis, es el mismo que las oligarquías, plutocracias, elites en general, de entonces y de ahora cultivaban- cultivan, para mantener en perpetúo conflicto a los pueblos de América Latina. Todo lo anterior, configura un círculo vicioso; una prisión, un calabozo, una mazmorra.

De hecho, razonar con las multitudes que buscan comida y bebida sin medida ni razón, no es fácil ni conveniente; por el contrario, es un trabajo digno de Hércules, aunque este semidiós podría terminar derrotado por nuestro obtuso realismo histórico…Si por un momento pensáramos en Sócrates, para que les aplicara la mayéutica, a la postre quedaría como una piltrafa; mejor que  hiciera stand comedy:  tal vez tendría un poco de suerte arrancado una que otra  carcajada; y podría ganarse una gaviota.

Es totalmente estéril preguntar a quienes concurren a intoxicarse qué se celebra, hace cuántos años sucedió, quiénes participaron en este hecho; y, puedo garantizar que una vez más la culpa “sería de los profesores de Chile”; al fin y al cabo, a alguien hay que culpar, alguien tiene que ser chivo expiatorio. Pero, en definitiva, un porcentaje insignificante podría articular una respuesta coherente, a la altura de un país de la OCDE…

El objetivo de esta plebe glotona y ebria de victorias que nunca ha vivido, es precipitarse a la ramada, para tratar de escapar a la opresión que sufren, y a la subsecuente alienación de su conciencia; donde han de desencadenar un apetito de heliogábalo, para comer y beber, en forma pantagruélica sin medir ni precaver consecuencias, tanto en cuento a posibles accidentes automovilísticos como a secuelas estomacales.

Pues bien, al intentar escudriñar en la veta de la fiesta, en una mirada retrospectiva, ni hablar que, como ya lo he señalado en otros escritos y siguiendo a autores de verdad-soy sólo un pequeño observador, aunque inflexible y acérrimo en mis combates-:  la post-modernidad y la globalización se preocuparon de aniquilar el sentido sagrado de las  fiestas, que  permitían una  reconciliación en el seno de la comunidad, y el restablecimiento del equilibrio entre  el ser  humano y la naturaleza, sus tiempos y sus ritmos y su armonía, y el universo.

Ello, ya no es posible, sencillamente, porque ya no queda nada sagrado; todo ha sido entregado y sometido a la legalidad feroz y voraz de los ídolos de metal infame, que con sus sortilegios logran extraer hasta la última gota de sudor y sangre de los clientes consumidores.

Y no, precisamente, para hacer grande a la nación, sino, por el contrario, para articular y propiciar el enriquecimiento ilícito de los sátrapas que dirigen este país y de los  testaferros y marionetas que ocupan los puestos políticos, con total impunidad;  con una amalgama o mezcla de abstracción siniestra que  han introyectado en la conciencias, al punto de llevar al convencimiento de que, por ejemplo: es   honorable morir por  algo que  no existe ni nunca  existirá; o tornarse  demente idolatrando a peloteros que  ganan millones por “ defender a la roja de todos”.

Mención especial para la democracia que han construido y que legarán; sus artífices de primera línea:  Los mismos verdugos y sepultureros del 73,  en perfecto maridaje con los fementidos y felones,   que traicionaron lo más decente que tenía: su pasado de exiliados; ahora  administran juntos, y en consonancia con  los descendientes de los asesinos y golpistas, y con las generaciones que moldearon en los hornos de las universidades-fábricas para crear profesionales en serie, el modelo pinochetista guzmaniano, con  retoques   lagistas.

De tal suerte, nos quieren hacer creer que el sentido primero y último de la democracia consiste en sufragar por las mafias de los partidos políticos, por caciques y capos que llevan una eternidad en sus cargos; que han edificado redes de poder que los hacen imbatibles; que, a su amaño y antojo, controlan, proponen, imponen y destituyen a sus vasallos en los diversos puestos de la administración pública, y que a nadie rinden cuenta.

Retomando la idea central, se insiste con la majadería ancestral de tomar un concepto como patria, y convertirlo en una hipóstasis; es decir, una entelequia, algo fuera del tiempo y del espacio, y que demanda, cada vez que su gula lo exige, sacrificios en los campos de batalla.

Los sumos sacerdotes de esta religión, con astucia y marrullería, así lo dictaminan a través de los oráculos, cuyas profecías son interpretadas como mandatos de la divinidad.

Así, cuando es la hora de alegrarse por decreto, rutina, manipulación de la mente y las voluntades; nadie puede sustraerse so peligro de ser considerado comunista -… ¡Perdón!, me equivoque ya que ellos y ellas ya se han instalado en el sistema! -; más bien debiéramos decir, con toda propiedad: encapuchado, anarquista, mapuche o terrorista o delincuente, que hoy encarnan y cristalizan la maldad pura.

Otra arista, como dicen los periodistas que trabajan para el sistema, contribuyendo a que la gente acepte a pie juntillas las encuestas, los sesgos, los hechos de sangre, las frivolidades, los partidos de fútbol, la farándula, la banalidad, las excentricidades y alguna que otra tragedia o desastres naturales o guerra provocadas por intereses geopolíticos de origen archiconocido que ocurren el extranjero como la realidad completa y total, es la reducción de la idea de Patria a la de militarismo.

Huelga decir que, maliciosamente, se asocia la idea de patria con la idea de fuerzas armadas, y la necesidad inexorable y apremiante de defenderla a como dé lugar contra enemigos externos reales o ficticios.

Y cuándo “La Madre”, hace un llamamiento a las armas, todos y todas deben acudir sin trepidar, para ser masacrados o para masacrar. Me pregunto qué reflexión haría al respecto Miguel de Unamuno; o cuál sería la postura de Humberto Maturana.

O contra enemigos internos; lo cuales, generalmente son el  pueblo  soliviantado en algún momento del devenir de la historia, que se ha atrevido a  dar un paso hacia la vanguardia, levantar la voz y  exigir sus derechos y reivindicaciones; pero los poderes opresores de antaño los han masacrado tantas veces que todos los anales del siglo veinte están tintos- no precisamente porque se haya derramado vino o una chuica  sobre éstos- con la sangre de trabajadoras y trabajadores  que fueron aplastados sin misericordia.

¿Y quién en su sano juicio podría dudar de que el escenario sería exactamente el mismo, ahora  eso sí con la sofisticación del uso de drones, para  aniquilar con pocos daños colaterales, si llegara a suceder que el pueblo, las clases trabajadoras oprimidas y explotadas, tomaran conciencia de que  deben organizarse  para  asaltar  por la fuerza  los   bastiones donde  crece, en una obesidad mórbida inmensurable, el poder por el poder: palacio de gobierno,  congreso, palacio de  justicia, oficinas principales de los grandes  grupos económicos nacional y trasnacionales?.

No es que sea especialmente creyente; o que considere que todo se limite a aceptar una revelación o la gracia; o que crea que el telos de la historia lo dé la escatología cristiana o cualquier otra; o que espere o tema una clausura de ésta a través del advenimiento de un orden definitivo tal como en su momento los profetas del neoliberalismo como Francis Fukuyama lo proclamaron  como heraldos del nuevo orden que surgía para afianzarse y  proyectarse para  siempre; o que  no reconozca la derrota relativa de los socialismos de la alborada del siglo XXI, que fueron depuestos o   vencidos en las urnas o acorralados por los enemigos inveterados.

Pero no puedo sino establecer, a la postre, la conclusión provisoria de que las mentadas fiestas patria chilenas conforman un eslabón más de la cadena con la que se le mantiene el sojuzgamiento sobre los cuerpos, mentes, conciencias, espíritus de las personas de carne y hueso, de Fulano hasta Merengano, que aparentemente han introyectado hasta el fondo el modelo de  dominación.

Ahora, me voy a tomar un terremoto, y a revisar la carne para el asado, que ya está a punto ¡Viva Chile mierda!…

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