Por Sergio Yáñez P.
La carrera presidencial adquiere impulso y un inédito número de opciones se ofrece a la ciudadanía. Entre estas opciones, una de las más interesantes es Carola Canelo. Ella se declara independiente de los partidos políticos y los grupos económicos. Actualmente es precandidata, para convertirse oficialmente en candidata debe reunir 35.000 firmas, cada una de las cuales debe certificarse ante un notario. Sin el acompañamiento de un partido político, ni el apoyo de financiamiento corporativo, la tarea es, en verdad, titánica. Equivale a hacer pasar un estadio completo por una notaría.
La ley está concebida para desalentar las candidaturas independientes. Las enormes asimetrías que se observan entre los partidos políticos y los independientes, en cuanto a los requisitos que la ley respectivamente les impone, dan cuenta del afán con que las coaliciones intentan conservar el control monopólico de la actividad política. Es tan alta la exigencia que se impone a los independientes, que en la práctica se convierte en una prohibición. Lisa y llanamente, se impide a los ciudadanos acceder a mayores niveles de protagonismo. Se trata de un sutil, pero eficaz despojo de soberanía.
La presencia de Carola Canelo en la papeleta sería muy saludable para el proceso eleccionario, su participación en la confrontación de ideas y propuestas sería, sin ninguna duda, un gran aporte, dada su condición de outsider con respecto a los partidos políticos y grupos económicos, situación que le brinda una importante ventaja en cuanto a grados de libertad para moverse en el debate. La ausencia de compromisos con grupos de poder juega a favor de los ciudadanos que queremos que los candidatos nos hablen con la verdad. Ella puede forzar un debate más abierto, no sujeto a los códigos de clausura del duopolio. ¿Cree alguien aún que los candidatos de las coaliciones disponen realmente de la libertad necesaria para hablar con la verdad? ¿Es que alguien todavía cree que alguno de ellos no está comprometido con poderes fácticos? ¿No ha sido suficiente con lo visto durante estos años? ¿Es nuestra ingenuidad incluso más larga que nuestra paciencia?
No es necesario ser partidario de Carola Canelo para reconocer el hecho de que ella es la única verdaderamente incómoda para los candidatos de las coaliciones, la única capaz de sacarlos de sus respectivas zonas de confort y obligarlos a definirse frente a los temas críticos que tan cuidadosamente eluden para no arriesgar votos. ¿Sabe usted cual es la posición final de su candidato (a) frente al tema de la Asamblea Constituyente, por ejemplo? ¿O ante la Reforma Previsional? ¿O frente a la gratuidad en educación? ¿O ante el conflicto en la Araucanía? No está muy claro, ¿verdad? Esa opacidad tiene su razón de ser y al permitirla nos comportamos como el rebaño dócil que la clase política cree que somos.
Firmar por Carola Canelo no significa comprometer el voto, al final cada cual decidirá libremente por quién votar. Tampoco significa afiliarse a algo, no hay detrás de ella un partido político ni una institución formal. Firmar por Carola Canelo es, simplemente, reivindicar nuestro derecho a un debate de verdad y de un nivel adecuado al cargo que se disputa. También es un gesto de rechazo a la campaña de invisibilización con que los medios de comunicación de masas han actuado concertadamente, con total desprecio por la inteligencia de los ciudadanos y en contra de nuestro derecho a ser bien informados.
El plazo para reunir los patrocinios se acorta y con ello nuestra oportunidad para desempeñar un papel decisivo en la contienda que viene.