Por José Luis Reyes
Académico Facultad de Educación, U.Central
En su libro titulado ‘Las últimas noticias del cosmos. Hacia el primer segundo’, Hubert Reeves, Doctor en astrofísica nuclear y profesor de cosmología, hace algunas observaciones sobre las dificultades que los docentes de colegios y liceos tienen para interesar a sus alumnos por las ciencias. No se interesan. ¿Cómo motivarlos? se pregunta.
La respuesta para este científico es sencilla: “a menudo basta con explicar que las ciencias les hablan de ellos mismos. En el marco de la cosmología, la física, la química, la biología son capítulos de la historia del cosmos, la cual narra, entre otros temas, los acontecimientos que después de 15 mil millones de años de evolución explican su propia venida al mundo”. Continúa afirmando que convendría mostrarles a los estudiantes que su historia personal se inserta en un cosmos y cumplen un papel fundamental. Con esta información, mostrada con rigurosidad, afirma Reeves, puede despertar una gran pasión por las ciencias y la investigación.
Tal vez podríamos preguntarnos cuál es la importancia de seducir a los jóvenes en los conocimientos de la ciencia. Una respuesta la podemos encontrar en el libro de Carl Sagan, titulado ‘El mundo y sus demonios. La ciencia como una luz en la oscuridad’.
Sagan comienza con un relato sobre una conversación que sostuvo con un taxista, que cuando se percató de quién era comenzó a preguntarle diferentes cosas. “Quería saber de extraterrestres congelados que languidecían en una base de las Fuerzas Aéreas, de ‘canalización’ (una manera de oír lo que hay en la mente de los muertos), de cristales, de las profecías de Nostradamus, del sudario de Turín… presentaba, dice, cada uno de estos temas con un entusiasmo lleno de optimismo. Yo me veía obligado a decepcionarle cada vez. La prueba es insostenible -le repetía- Hay una explicación mucho más sencilla”.
“Mientras viajábamos, dice el autor, me di cuenta que el hombre estaba cada vez más taciturno con lo que yo le decía, no sólo descartaba una doctrina falsa, sino que eliminaba una faceta preciosa de su vida interior”. Más adelante, Sagan sostiene lo siguiente acerca de ese taxista, “sabía hablar, era inteligente y curioso. No había oído prácticamente nada de ciencia moderna. Tenía un interés natural en las maravillas del universo. Quería saber de ciencia, pero toda la ciencia había sido expurgada antes de llegar a él. A este hombre le había fallado el sistema, nunca le había enseñado a distinguir la ciencia real de la burda imitación”.
Antes de dejar el texto de Sagan, nos recuerda que la queja acerca de la ignorancia de la ciencia o el analfabetismo de la ciencia, rescato lo siguiente: “No sé hasta que punto la ignorancia de la ciencia y las matemáticas contribuyó al declive de la antigua Atenas, pero sé que las consecuencias del analfabetismo científico son mucho más peligrosas en nuestra época que en cualquiera otra anterior. Es peligroso y temerario que el ciudadano medio mantenga ignorancia sobre el calentamiento global, la reducción del ozono, la contaminación del aire, los residuos tóxicos y radiactivos, la lluvia ácida, la erosión del suelo”.
Cómo se ve, la preocupación de Sagan es que actualmente el ciudadano medio no conoce la ciencia. Dado que no sabe de ciencia, se deja seducir por teorías que en nada se parecen a la ciencia.
¿Hay alguna relación con nuestra realidad? Claro, basta mirar la tv local para tratar temas que cualquiera usualmente catalogaría como esotéricos en sendos programas matinales y otros en horario nocturno, expuestos por ilustres estudiosos. Tarot, numerología, médiums, intérpretes de la biblia y tantos otros expertos en aquellas artes ocultas, que en la tv nada ocultan, nos obnubilan para mejor ver este mundo cercano de fenómenos que nos rodea. La pregunta es, ¿qué chance tienen la familia, la escuela y hasta la universidad con este tremendo adversario que es la tv para seducir a sus estudiantes en el conocimiento de la ciencia?