Por Hernán Narbona
@hnarbona
Por décadas se ha deteriorado nuestra calidad de vida, no hemos tenido derecho a que se etiquete los alimentos que debemos consumir en un sistema concentrado de producción y distribución comercial.
Somos víctimas recurrentes de los oligopolios y monopolios que concentran el poder económico. Las farmacias, las Isapres, las AFP, las telefónicas, las sanitarias, los concesionarios de las carreteras, todos los servicios que ocupamos tienen contratos leoninos que se prestan para el abuso sistemático.
En el retail nos imponen sus marcas, la gente se endeuda a tasas usureras para consumir sus canastas mensuales, nos piden “donar” los vueltos y esos mismos grandes operadores comerciales les pagan a los proveedores pequeños y medianos a 120 o 180 días.
Ayer se coludieron las farmacias, las lineas de buses urbanos e interurbanos, nadie defiende al desamparado consumidor. Por décadas se viene pidiendo que se instaure el Ombudsman o Defensor del Pueblo, el proyecto sigue frenado. La ley de defensa al consumidor es un chiste, un camino tortuoso que difícilmente llega a reparaciones. El sistema es estructuralmente corrupto. Lo último, quizás la gota que rebase el vaso de la paciencia ciudadana, ha sido la colusión del papel higiénico, donde por 10 años , ante la inoperancia total de los entes fiscalizadores, se recargaron los precios de estos artículos de primera necesidad con sobreprecios. Dos empresas repartiéndose el mercado y bloqueando de modo gansteril el acceso de operadores independientes. Empresas que, además, para producir han recibido por más de 30 años el subsidio a las forestales, que significa un subsidio de un 70% del proyecto de manejo forestal, el mismo que este gobierno, pese al escándalo, está extendiendo por un año más. En el circuito tenebroso de esta colusión aparecen las platas políticas, declaradas o subrepticias, el acceso a los aportes de las AFP que colocan los fondos de todos los chilenos en estas empresas “serias”.
En fín, el diagnóstico estaría agotado, huelga señalar el agobio que esto ha causado en la población.
¿Qué proponemos como reacción ciudadana?
Primeramente, que dejemos de comprar disciplinadamente los artículos implícitos en esta colusión. Esto requiere organizar las voluntades y las redes sociales pueden ayudar a la coordinación, pero también pueden olvidar prontamente el problema, yendo detrás de nuevos hastag o tendencias. Son veletas que van donde sopla el viento. Por ello, se requiere una acción persistente de movilización social, actos como decía Gandhi de desobediencia civil, la no violencia activa. Sin tirar piedras, sin barricadas, en un acto silencioso y coordinado, dejar de comprar las marcas coludidas. Preferir, de manera bien informada, las marcas que son independientes. Esa sería la primera acción soberana, como individuos, familias y sociedad.
Seguidamente, apostamos a unir voluntades como víctimas conscientes de tanto abuso y comenzar a generar grupos ciudadanos de colaboración. Entre compañeros de trabajo, en el sindicato, en la oficina, en la Junta Vecinal o el Club deportivo del barrio, plantear la colaboración como estrategia. En cuestiones sencillas y no menos importantes, como el compre-juntos, que significa informarse del lugar donde están las bodegas y realizar compras por cantidad que redunden en un ahorro para el colectivo que se organiza. Una situación límite tiene la virtud de romper los hielos y las desconfianzas en que nos sume de manera perversa la sociedad individualista. Permite retomar conversaciones de vecindad, plantear la cooperación de mutuo beneficio en un problema común. Mucho se ha hablado de farmacias populares recientemente y eso aparece como otro frente probable de acción colaborativa para lograr poder adquisitivo mayor, sumando demanda de artículos que son de uso normal en las familias, como artículos de higiene, medicamentos de uso corriente. Al enlistar las necesidades se puede avanzar en esta independencia de comprar por fuera de las cadenas, de los supermercados. Obviamente, las personas que deben actuar con el crédito de las tiendas y supermercados están en dificultades para sumarse a estas acciones, pero hacer el esfuerzo de reducir la deuda y evitar la bola de nieve del sobre endeudamiento es otro aspecto a considerar en un terreno de sinceramiento y de colaboración.
En términos generales, alguien debe siempre liderar una acción grupal de colaboración. La responsabilidad para asumir compromisos debe tener el contrapeso de una rápida exclusión de quienes quisieran aprovecharse de esfuerzo grupal, sin cumplir con su parte. La reciprocidad es la clave de un emprendimiento en colaboración y es de esperar que esto podamos practicarlo a escalas realistas, donde las personas se reconozcan y puedan controlarse mutuamente. El esfuerzo lleva la dignificación de los miembros del grupo y puede ser la semilla para afrontar en equipo otros problemas en autoayuda, esto es, de manera proactiva y sin esperar que por alguna suerte de milagro alguien venga a solucionar los problemas.
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