Ten cuidado de lo que piensas, hay un alguien sobre ti
Seguirá esta historia, seguirá este orden,
Porque Dios así lo quiso, ¡porque Dios también es hombre!
Corazones rojos, Los Prisioneros
Por Raúl Gutiérrez V., periodista
(Fundador Granvalparaiso.cl)
Valparaíso, julio 2019
SI DIGO QUE los chilenos exhiben una creciente tendencia a la obesidad se da por sentado que me estoy refiriendo no solo a mis compatriotas de sexo masculino, sino también a las mujeres. Pero apremiados por la embestida de las feministas intransigentes, gran número de varones ha optado por violar las normas gramaticales e incurrir en la monotonía de las repeticiones. “Los niños y las niñas tienen derecho a ser comprendidos y comprendidas por sus profesores y profesoras para que crezcan más seguros y seguras de sí mismos y de sí mismas”. De igual modo, en celebraciones litúrgicas sacerdotes y pastores han cedido a la tentación, acogiendo a los fieles con un insufrible “bienvenidos y bienvenidas todos y todas”.
Está comprobado que el lenguaje construye realidades. Por eso, cabe acoger con benevolencia el error que cometen quienes ignoran que en español el masculino funciona como “género no marcado”; es decir, si no se especifica, sirve para el masculino y para el femenino. La intención es lo que vale y ella apunta a reivindicar la presencia, participación e importancia de las mujeres en las comunidades eclesiales, lo que constituye un signo promisorio.
Para que esos ajustes idiomáticos resulten más creíbles sería preciso que las iglesias cristianas terminaran con las normas que excluyen a las mujeres del ejercicio del sacerdocio. El desafío urge en especial a los católicos, ya que numerosas iglesias protestantes disponen desde hace tiempo de pastoras e incluso la fe luterana cuenta con obispas. Pero tal vez sea mucho pedir. Para partir podría ponerse el acento en modificar la forma en que los cristianos conciben y se refieren a Dios Padre.
Modificando el rostro de Dios
La luenga barba blanca con que lo imaginó Miguel Angel en “La creación de Adán”, fresco pintado en la Capilla Sixtina, no deja lugar a dudas acerca del sexo que se le asigna a Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, en las palabras del Credo. Miguel Angel no escandalizó a nadie con esta representación, a diferencia de lo acontecido con su monumental “Juicio final”. Es que por entonces nadie en la cristiandad habría osado imaginar a un Creador no masculino. Pero en las últimas décadas el mundo, al menos el occidental, ha conocido la vigorosa emergencia del feminismo, lo que ha llevado a cuestionarse una serie de creencias o prejuicios. Entre ellos la forma en que denominamos o nos referimos a Dios.
Hace tiempo que importantes jerarcas cristianos abrieron las puertas a dicha revisión, pero ello no se ha traducido en ajustes en las plegarias o invocaciones litúrgicas. Ya en 1978 en una de las escasas audiencias que alcanzó a sostener en su efímero pontificado, Juan Pablo I afirmó: “Dios es Padre, pero, sobre todo Madre”. El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado en 1992 con el visto bueno del Papa Juan Pablo II afirma inequívocamente que “Dios no es ni hombre ni mujer: es Dios”.
En su libro “El rostro materno de Dios” (1988) el teólogo católico disidente Leonardo Boff, afirma que casi todos los conceptos clave del judeo-cristianismo tienen un trasfondo masculino. Sin embargo, en el Antiguo Testamento Dios hace decir al profeta Isaías “como consuela la propia madre así os consolaré yo… Por mucho tiempo he guardado silencio, he estado callado y me he contenido. Pero ahora voy a gritar como parturienta, voy a resollar y jadear al mismo tiempo”. Más citas de Isaías: “¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré!” Y ahora una del profeta Oseas: “Los atacaré y les desgarraré el pecho como una osa a la que le quitan sus cachorros…”.
En el nuevo testamento el evangelista Mateo recoge las palabras de Jesús al presentir su martirio: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos como reúne la gallina a sus pollitos debajo de sus alas”. Por otro lado, la parábola del hijo pródigo muestra a un padre que acoge y perdona con una ternura infinita, que en nuestra cultura machista se asemeja más a la actitud de una madre.
El arzobispo de Canterbury, Justin Welby, cabeza de la Comunión Anglicana, sostiene que «todo lenguaje humano sobre Dios es inadecuado y, hasta cierto punto, metafórico.Dios no es un padre exactamente de la misma manera que un ser humano es un padre. Dios no es hombre ni mujer. Si ha sido desde muy antiguo ha sido visualizado como varón es a causa de los prejuicios patriarcales de las sociedades primitivas. El mundo es ahora muy diferente y tenemos que demostrar que nuestra visión de Dios es más amplia que la tradicional”.
La arzobispa Antje Jackelén, la primera mujer que llega al cargo máximo de la Iglesia Luterana de Suecia, coincide en que el Dios de los cristianos está por encima de los géneros. “Sin embargo, lo seguimos llamando con un pronombre masculino”. Los luteranos suecos están en proceso de modificar textos litúrgicos, himnos y sermones, de modo de evitar alusiones sexistas y reflejar una fe más inclusiva que invoque a Dios como “Padre” y ‘Madre’ a la vez. “Queremos que el lenguaje una a las personas, y no las divida en función de su género, edad u orígenes” señala la arzobispa.
Culto a María como compensación
La Iglesia Católica ha procurado compensar la discriminación de que tradicionalmente ha hecho objeto a las mujeres, elevando casi a una categoría divina a la Virgen María. No solo están sus apariciones, las cuales se han incrementado en los últimos dos siglos, sino que las sucesivas proclamaciones de dogmas de fe, que supuestamente los católicos deben creer sin vacilaciones. En 1854 Pío IX proclamó que María, igual que Jesús, había sido concebida sin pecado original. Y en 1950 pasó a ser obligatoria la creencia de que la Virgen fue llevada en cuerpo y alma al cielo.
El Concilio Vaticano II significó en muchos aspectos un vuelco en la actitud de la Iglesia Católica frente al mundo y las demás religiones, pero no atemperó la intensidad de la devoción mariana. En seis ocasiones Juan Pablo II aludió a María como “corredentora de la humanidad”, atribuyéndole así un papel activo, único e irremplazable para ayudar a su Hijo en la tarea de liberar a la humanidad del pecado y la muerte. Dicen que estuvo a punto de convertir esta enseñanza en un nuevo dogma, pero la iniciativa abortó al comprobar la resistencia que ella despertaba en otras iglesias cristianas, poniendo en peligro el diálogo ecuménico. Benedicto XVI dio muestras de querer retomar la iniciativa, pero luego vino su traumática renuncia al papado,
Un elevado porcentaje de católicos atribuye así a la madre de Jesús una importancia desmesurada que incomoda a los protestantes, quienes han reaccionado con la consigna “solo Jesucristo”, a su juicio el único mediador entre los seres humanos y Dios.
Ya no hay hombre ni mujer
Aceptar que Dios no tiene sexo e introducir en la vida de las iglesias los ajustes pertinentes puede ser un paso indispensable en el camino conducente a la desaparición de toda forma de discriminación contra las mujeres en el seno de las comunidades cristianas.
Entretanto podría generalizarse una plegaria así: “Señor, sabemos que tu palabra es eterna y que no la debemos convertir en letra muerta al pretender fijarla a una determinada época, cultura o sociedad. Ayúdanos a descubrir, ¡oh Dios!, que Tú estás por encima de los géneros y los condicionamientos humanos. Por eso ya hay quienes, proféticamente, comienzan a llamarte Padre y Madre a la vez, al inicio de un recorrido todavía largo para el logro de la igualdad esencial entre los sexos”.
Al final de ese camino se divisa la generalización del acceso de las mujeres al sacerdocio o al ministerio pastoral. Se terminará entonces de hacer realidad la enseñanza del Apóstol Pablo, a menudo acusado injustamente de machista: “En Cristo ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer. Porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”.