Por Rubén Carrasco
Director Formación Pedagógica
Facultad de Educación, U.Central
Chile, aparece como el país más alfabetizado de Latinoamérica y el número 37° a nivel mundial durante el año 2016. Podemos concluir que gran parte de nuestra población, ha asistido y vivido la experiencia escolar en más de un establecimiento educacional.
Al parecer, este hito educativo nos permite automáticamente validarnos como opinantes expertos en esta materia y particularmente, sugerir directrices en torno a orientaciones curriculares que nuestra nación debiera adoptar en las próximas décadas. ¿Quién sabe cuáles son las metas país para los próximos 50 o 100 años en las diversas áreas de la productividad nacional? ¿Seguiremos como estamos? ¿Con el mismo modelo económico de libre mercado? Hay países, especialmente del primer mundo, que ya se encuentran trabajando en aquello.
En materia de educación, se requiere saber cuáles son las grandes expectativas que nos permitirá prepararnos mediante una estructura de base curricular apropiada, consecuente y permanente, con acuerdos de Política de Estado, respetados por los líderes de la nación, más allá de la administración política y económica de turno.
El tema de la Educación es un tema delicado y serio de diseñar, implementar, ejecutar y evaluar. Contamos con expertos dispuestos a entregar sus conocimientos para una estructura innovada del currículo que incorpore la tecnología actual y futura, visibilizada como fuente de insumos mínimos que nuestra población aprendiz requerirá en los próximos tiempos.
También, contamos con experiencias de innovación educacional en los países vecinos de Latinoamérica que hacen aportes extraordinarios para el crecimiento sostenible de su población y que pudiésemos compartir e intercambiar por el bien de la humanidad que nos rodea. Este es el caso de la sistematización de más de 100 experiencias innovadoras en América Latina que realizara el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) con la finalidad de dictar pautas de desarrollo y crecimiento del aprendizaje a contar de 2014, mediante el uso de las nuevas tecnologías que favorecen la creatividad comunicacional y el acceso a las nubes digitales tan utilizadas actualmente por ciertos sectores de la población. Aún no hemos escuchado a los opinantes de nuestro país referirse a los sistemas actuales de enseñanza, ni de postales de videos educativos o quizás, de portales de materiales educativos y recursos abiertos. Probablemente no conocen nuevos programas del área contra la pobreza o la renovación de las ciencias. Seguramente, harán mención que estos y otros temas que han tenido una destacada valoración por organismos internacionales, sean materias que corresponde a “expertos y estudiosos de la educación”. Qué ocurre con aquellos “expertos populares” en materias educacionales y que sí tienen injerencia en las decisiones que se toman para producir reformas en el área y que se deforman cada cuatro años. ¡Ah! A propósito, estos comentarios podríamos situarlos en el marco de las próximas elecciones políticas nacionales, qué dirán los candidatos?