Por Arturo Jaque Rojas.
A propósito de la masacre perpetrada en París, en Charlie Hebdo, ha sido unánime e incondicional la condena- a lo que yo me sumo a rajatabla- por las de víctimas, por la frialdad de los asesinos, por la barbarie y brutalidad de su accionar que no responde sino a la lógica del horror y el espanto, que es parte del repertorio de recursos del ser humano, con los que a veces trata a sus semejantes. Huelga agregar: otros policías muertos, los fallecidos en el supermercado judío. Hoy, por demás, mandatarios y mandatarias de Europa, se reunirán en París, para marchar contra el terrorismo, y a favor de los valores de la libertad.
Pero, como un ciudadano de un confín del mundo, me llama a reflexión que se hable del terrorismo in abstracto, como si éste hubiera surgido de la nada; que se muestre los rostros de los homicidas y criminales una y otra vez, lo que es una práctica de manipulación, destinada a aturdir las conciencias, pues no permite el ejercicio de la intelección; pero, especialmente, que no haya una mirada siquiera sobre la causa basal de este fenómeno, aunque ello no significa contextualizar en un sentido mañoso y sofístico, practica a que nos tienen acostumbrados, con piel endurecida, alma encallecida y sin vergüenza, nuestros representantes, que cometen las bellaquerías y canalladas más grandes; y después borrón y cuenta nueva, total “la memoria es frágil”; sino permitir que decanten las emociones, para poder abordar, con racionalidad, lo sucedido; y poder tomar medidas concretas para apuntar a su combate efectivo y ulterior erradicación definitiva.
Sin embargo, en el mismo tenor planteado y que implica el cariz de este escrito: ¿Es posible imaginar siquiera que una persona, “en un arrebato de integrismo” tome un rifle kalashnikov, y un buen día salga como loco, por la calles y avenidas de una ciudad, decidido a llegar hasta un objetivo predeterminado, a matar a quienes estuvieran por delante, y a rematar a un policía, completamente indefenso y entregado a su “misericordia”, o a su absoluta ausencia de ella, que es la crueldad pura?.
No digo que no haya acaecido, lo que sería patológico de mi parte; mas, eso sí, me interesa que se entregue todo la información disponible para poder formarme una impresión general y ponderada; no sólo sufrir el trauma de la imagen terrible, en que diversos noticieros de nuestro país se han regocijado, una y otra vez, mostrando la escena en que un terrorista remata a un policía.
No obstante lo anterior, cualquiera que haya sido la coartada, causa que decían propugnar, seudo-justificación de su proceder que derivó en degollina, nada puede validar una acción que es condenable per se, ya que destroza todos los criterios, los valores y las normas que posibilitan la convivencia humana. Y, si por debilidad o pusilanimidad, temblamos ante la salvaguardia del acervo universal ético y moral, para viabilizar nuestro modo de vida y la cohabitación con culturas heterogéneas, estaremos arriesgando, una vez más, el porvenir, amén de poner en peligro, igualmente, la remota oportunidad de llegar a consensos con la diversidad, sobre la base de un mínimo común denominador, que atañe a nuestra humanidad, lo que compartimos con y entre cristianos, musulmanes, budistas, taoístas, judíos, ateos, agnósticos, etc..
Ahora bien, ello no puede ser óbice para desconocer que como en la mayoría de estos eventos atroces, en que la opulenta y poderosa sociedad occidental, cuyo líder por excelencia en Estados Unidos, el país vanguardia de la globalización, y que se autoproclama bastión y paladín de la libertad, la democracia y los derechos humanos, con sus países vasallos y satélites, experimenta, en carne propia, el terror que ha sembrado por doquier a lo largo de la modernidad y de la post-modernidad, se me ocurre pensar que no sabemos ni nos permitirán conocer la totalidad de lo ocurrido, y que sólo manejamos fracciones de información, lo que les conviene a los mass media, las ominosas redes del poder totalitario de las transaccionales, ideológicas y mediáticas, que controlan los flujos de información.
Por tanto, con una porción tan endeble como ínfima, las personas se adhieren a su fragmento, como si fuera la verdad absoluta. Recuerdo que en el libro “La Consolaciones de la Filosofía”, de Boecio, hay un pasaje, en que se describe como los filósofos despedazan la túnica de aquella mayestática dama; entonces, que se puede esperar de la turbamulta, que alimenta su entendimiento con porciúnculas de los hechos acontecidos, como si fuera revelaciones de oráculos.
En todo caso, dentro de toda esta conmoción que se ha suscitado, y que ha cundido por el mundo, a través de los canales virtuales, algunos se han enfrascado en la dicotomía se identificarse con los palestinos que fueron masacrados por el ejército israelí en la última agresión sionista contra la Franja de Gaza, ignorando a las víctimas del atentado terrorista consumado contra Charlie Hebdo.
A mí, en lo personal, en la conciencia, en el alma, me duele tanto la muerte de tantos niños palestinos, y la indiferencia del mundo entero, y como Estados Unidos, Francia, Inglaterra, y otras potencias hipócritas, fariseas, hicieron la vista gorda al respecto, mientras las hordas de criminales avanzaban matando a diestro y siniestro, como quienes fueron asesinados por defender y encarnar un principio como es la libertad de expresión, una de las piedras angulares de nuestra civilización, la que no podemos imponer por la fuerza de las armas, por la dominación y colonización tanto política, cultural, ideológica, económica, so peligro de sembrar odio, que luego será retribuido con creces.
Claro está que me hubiera gustado contemplar como los “mandatarios y mandatarias de Europa” así como el presidente de Estados Unidos, hubieran puesto en común su voluntad para detener el genocidio de los palestinos, marchado por la Franja de Gaza oponiéndose de hecho y de derecho a la aniquilación de un pueblo; lo que hubiese provocado una reacción mundial de aprobación y de total convergencia, en orden a que nadie, ningún pueblo puede sea entregado a la sevicia, a la saña de otro más poderoso que está compenetrado con el imperativo de exterminarlo.
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