Por Catalina Maluk
Decana Facultad de Economía y Negocios, U.Central
La polarización machismo-feminismo, ha cruzado diversos ámbitos de nuestras actividades, incluso la economía.
Hay quienes sostienen que el capitalismo sería un sistema económico machista, pues perpetúa la competencia bajo un paradigma absolutamente patriarcal y, por consiguiente, privilegia la ganancia, el resultado por sobre el esfuerzo, se basa en el mercado y no sería la disminución de las brechas, ni sociales ni de género, parte de sus objetivos.
En la vereda contraria, está la postura de la economía feminista, cuyos defensores coinciden en definirla como un sistema que mira los procesos económicos de una manera más integral, teniendo en cuenta lo que subyace en la lógica de mercado; es decir, las reales necesidades ciudadanas, la reorganización de los tiempos, la calidad del trabajo, y la revisión de las actividades de consumo y producción, entre otros aspectos.
En ese contexto, el epicentro de la economía feminista se da en el hogar, núcleo de la actividad económica ciudadana, y quizás la unidad básica de análisis que permite entender el funcionamiento económico, pues es ahí donde se da la lucha diaria por la supervivencia y que implica tomar decisiones tan básicas como la más elemental pregunta del problema económico: Cómo hacer frente a demandas crecientes con recursos escasos.
Históricamente, los hogares han sido administrados por las mujeres. Y es probable que haya llegado el momento de cambiar la historia. Si antes fue la lucha de clases, hoy asistimos a una lucha de género, pero es importante no perder de vista que todavía en Chile el problema más grave sigue siendo la desigualdad social.