Por Carlos Guajardo
Facultad de Educación Universidad Central
Gran polémica ha generado el denominado ‘bus de la libertad’, que se encuentra en territorio nacional proveniente de otros países y que inicia su recorrido por las calles de Santiago para luego ir rumbo al Congreso Nacional en la región de Valparaíso.
Muchos deben saber que en las ciudades donde este bus se ha situado – como es el caso de Madrid y Nueva York – no ha sido bien recibido, puesto que no representa aspectos que para muchos son contradictorios a la diversidad de género o a lo que el país quiere proyectar en materia de inclusión social.
Estoy de acuerdo con los avances que Chile quiere sostener en cuanto al respeto por la orientación sexual, de género u otro tipo; ya que han colaborado a que asumamos de una vez por todas que vivimos en una sociedad que debe aceptar al otro tal como es. Sin embargo, con el arribo del ‘bus de la libertad’ y en el entendido que la libertad y la democracia son merecedores de aceptar la opinión y expresión de cualquier persona; ésta sea rica o pobre; creyente o no creyente; aceptadora o no de la diversidad; ¿por qué entonces generamos una polémica porque un grupo de nuestra población pueda expresarse libremente? ¿Acaso la libertad de expresión es solo para algunos? ¿Las personas que no piensan como los demás deben estar prohibidos de toda expresión democrática?
Siento que estamos siendo contradictorios con la conceptualización de libertad que se vincula con la capacidad que posee todo ser vivo por llevar a cabo una acción de acuerdo a su propia voluntad. Entonces, ¿Cuál es el tipo de libertad que queremos enseñar a nuestros niños y jóvenes? ¿Una libertad a medias condicionada por la presión de que las grandes masas sostienen? Me permito señalar que no quisiera que nuestros niños/as a partir de los aprendizajes que conllevan en la escuela y la familia, se delimiten a lo que ellos realmente quieren pensar y actuar libremente.
Soy un pleno defensor de aceptar a las personas tal como son, pero también creo que si aprendemos entre todos a ser críticos de manera responsable, no debiésemos estar pensando en este momento si es correcto o no que un simple ‘bus’ recorra nuestras calles como consecuencia de lo que pueden pensar otro grupo de la sociedad chilena. En ese sentido, debemos ser respetuosos de toda ideología personal.
Demos el espacio a la libertad en su totalidad, no dejemos que solo algunos tengan la razón y otros simplemente se sientan privados de expresar lo que sienten y piensan. Si realmente creemos en una cultura libre y democrática en Chile, debemos ser capaces de no ser contradictorios para con la posición que puedan sostener otros grupos de la sociedad civil. No permitamos que nuestras futuras generaciones crezcan pensando que cuando se habla de democracia y/o libertad, ésta es solo para cuando todos pensamos de igual forma sin aceptar la diversificación y opinión de los demás.
Si usted se quiere expresar porque no quiere más AFP, porque el sueldo mínimo es demasiado bajo o porque simplemente las autopistas nos cobran como ellas lo desean hacer, ¡hágalo, pero con respeto!, ya que nadie se lo debe privar, sin embargo, dejemos expresar con libertad a quienes lo hacen por otras causas.
Cuando la mentira se impone a la verdad, entonces, todo se trastoca en vergüenza porque la trasmisión de falsedades llega a ser una convicción para ciertos oyentes que asumen todo lo que escuchan y no tienen la capacidad de investigar y llegar a restablecer una certeza que en el laberinto de opiniones, la mentira logra establecerse como si fuera realidad y el engaño confunde a los más inocentes que se turban con opiniones falsas y llegan a defender las opiniones falsas. En estos últimos años, esta forma de actuar ha sido infame y se ha destacado en fuerzas políticas que han hecho de la mentira su fundamento y doctrina para ganar adeptos. Triste acción de políticos que porfiadamente pretenden seguir en ese sendero de falsedad e hipocrecía.
Para ganar adeptos en las doctrinas políticas de los países en que el Estado de Derecho funciona, es necesario la ” libertad de opinión ” el respeto por las diversas formas de pensar y no acallar al contrincante y mantener serenidad en la discusión, que siempre es necesaria, no para imponer, si no para convencer al oponente y tener la suficiente entereza para dar la razón a quien la tenga.