El corazón de la reforma educacional

Publicado por Equipo GV 9 Min de lectura

Por Arturo Jaque

reformaeduc2Nuestro país, está guiado por vanguardias de  tecnócratas obtusos- parafraseando a Ortega  y Gasset, adolecen de la barbarie de la especialización extrema-, que planifican copias  felices de las ideas  fracasadas en el extranjero, sólo para, al cabo de  algunos años, darse cuenta de que tampoco funcionaron acá;  y  de multitudes  de ganapanes, pero que se sienten con autoridad moral para dictar cátedra sobre la  reforma educacional, por ejemplo  desde el congreso, ya sea  como diputados o como senadores; no importando, como botón de muestra, si una de ellas-Yasna Provoste- mintió cuando fue ministra respecto de su puntaje en la prueba de  aptitud académica, en la que obtuvo a penas sobre 400 puntos- lo impresentable es el la mentira-; u otra, Cristina Girardi, que fue  sorprendida  y puesta en evidencia como asidua practicante del “copia y pega”,  que en términos  simples se refiere  a que: para poder  elaborar un proyecto sobre el timerosal, ella uso Yahoo! respuestas, para su formulación; y que hayan sido electas, y que estén legislando sobre el tema crucial. Por demás,  no creo que el resto sea una pléyade  dotada de  mayores merecimientos; que sean eminencias grises en esta materia, como se esperaría de quienes deben decidir en un asunto tan trascendente.

Sin embargo, aunque cueste creerlo y aceptarlo, impuestos por sus cofradías políticas,  sin ninguna calificación ad-hoc, sin  conocimiento ni teórico ni empírico, sin el bagaje de  haber  impartido clases-  siguiendo a Fernando Savater, humillo la cerviz si las estadísticas  demuestran lo contrario- son ellos y ellas quienes  se encuentran enfrascados en sesudos debates sobre aspectos adjetivos de la educación, no sobre el fondo real que comporta los aprendizajes  efectivos de nuestros educandos.

Los muy iluminados, creen que la educación mejorará, de forma sustantiva, si, verbigracia, se prohíben  la selección. Parece que  han  puesto a trabajar las neuronas que tienen, pero no para percibir que el meollo del asunto, que el “factor humano”, es el profesor, la profesora, cuyo perfeccionamiento es una demanda urgente, para tener alguna expectativa de éxito sobre el porvenir. Sin duda el más gravitante-  o uno  de los de mayor incidencia-   de la gama de factores por los cuales se genera la misma anhelada resolución de la disyuntiva que  nos afecta y que tiene en vilo a la sociedad: el éxito o el fracaso del aprendizaje. O yo tengo una óptica  empañada, peor, atrofiada, lo que  no es imposible; o ellos y ellas, desde  sus  muelles  sillones, no se percatan de esta clave; y pasean sus enclenques intelectos, por la periferia de  esta problemática.

Alguien, legítimamente y en son de sospecha, puede  preguntarse, con grima y estupefacción: ¿quién es este sujeto bilioso, que se atreve a  insinuar una fórmula definitiva, un ensalmo, una panacea para curar la educación municipal?; o ¿si es tan lúcido y  casi genial por qué no lo nombraron  ministro de educación?. Y la respuesta es lapidaria: No soy sino un  profesor, con casi veinte años de  magisterio, que manifiesta una apremiante e impostergable necesidad de reinvención, limitada y obstaculizada por razones pecuniarias; con plena conciencia de sus falencias y defectos; con una experiencia inicial en una Escuela Cárcel, pasando por liceos  municipales- Liceo María Luisa Bombal, y Liceo Jorge Alessandri-, hasta  un liceo de  educación de adultos, Liceo Francisco Tello González, en la ciudad de Rancagua; que he sido evaluado dos veces, en las que he resultado calificado competente; y que puedo dar testimonio de que: a mi entender,  han puesto la  carreta delante de los bueyes- perdón por el arcaísmo-; ya que ha obviado que es capital  subir el nivel  profesional, intelectual, cultural y técnico del profesorado municipal en general, deficitario en grado sumo; en algunos casos, menos  que mediocre; aunque  fuerza reconocer que: la  mayoría, la casi totalidad, son hombres y  mujeres  que  con abnegación y  fervor se entregan a su  vocación; o,  al menos, es lo que quiero creer…

En el caso de quienes pueden “aspirar a un colegio con nombre de fantasía”, que son la “minoría”; los hijos de  “la clase media”, con los cuales la derecha  hace gárgaras para  intentar mantener a  flote el cadáver del engendro creado por la dictadura,  que ha servido a destajo para el enriquecimiento de moros y  cristianos- no para promover un  genuina movilidad social-, tienen como norte los colegios particulares subvencionados; en los que, no hay ninguna garantía de que se entregue un servicio de superior en  calidad.

De manera que, reconociendo que este análisis es incompleto y parcial. si se produce  un mejoramiento de fondo en la  formación y actualización del profesional que  debe educar;  y  ello va acompañado de incrementos correlativos en los sueldos; y de inversiones que, de  manera concreta y ponderable,  modernicen y perfeccionen la infraestructura, como colofón: no creo que sea menester  prohibir nada, porque  nadie querrá  irse de los establecimientos municipales, o  como sean denominados según la novedad que se aprestan a implementar.

Por tanto, lo que  en verdad urge, es    un sistema de evaluación profesional, que permita que se dé razón y fundamento del progreso del  maestro, de la maestra, en el desempeño de sus deberes y responsabilidades profesionales, y en las traducciones y correlatos  en cuanto a  los aprendizajes efectivos de sus alumnos y alumnas; que es desde donde deben surgir las trasformaciones para lograr educación excelente, porque con profesionales que no tienen el repertorio de  recursos pedagógicos, para poner en práctica una  clase planificada; o que a duras penas conocen los contenidos de su asignatura; o que, difícilmente, leen un libro al año, es casi imposible avanzar.

En vez de  llevar a cabo procesos, que no son del todo acordes a la realidad,  más bien un simulacro como el que que  se realiza hasta ahora, debiera procederse a una revolución en materia de supervisión:  evaluar, cada semana; y si fuera  preciso, cada día, en forma sistemática; con planificación en mano, por parte de agentes ciento por ciento calificados, independientes  de   todas las unidades educativas, con criteritos y baremos objetivos y del más alto estándar internacional, para supervisar el estado de avance  de los contenidos, o sea  la cobertura curricular, monitorear el cumplimiento estricto y riguroso de los  tres momentos de la clase, y chequear todas las otras dimensiones que  articulan el aprendizaje de los alumnos al interior del aula.

Y, a la sazón, premiar a quienes resulten  con las mejores calificaciones, de suerte de  poder concederles una beca  y beneficioso respectivos, para que  cursen un post-grado en universidades de élite en las ciencias de la educación, no los  cursillos de pacotilla, a los  cuales uno ve obligado a adscribirse.

Dado este escenario que  he  osado  esbozar, estoy cierto de que: si se enfocarán, de modo de considerar  las modificaciones propuestas;  si quedaran de lado los sesgos partidarios, y los espurios intereses económicos; y que gente realmente competente fuera  la encargada de legislar al respecto, así como de enseñar, con el más acendrado y riguroso profesionalismo,  habría alguna esperanza para nuestras futuras generaciones.

¿Es que en verdad cuando pensamos la educación la imaginamos como si fuera vital para el despertar de la conciencia;para la rebelión contra las injusticias y los atropellos; como el arma y la  herramienta que permita  desmantelar  la sociedad de la opresión y la explotación; o es sólo bluf y puesta en escena para las cámaras?. En esta partida, se juega el sentido de la educación:  como motor y  fin último de la construcción de una sociedad basada en la democracia, la libertad, la justicia, la igualdad ante la ley, la movilidad social; o un mecanismo que reproduzca el orden establecido, el sistema de dominación, control, explotación y esquilmamiento de las mayorías.

 

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