Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, escritor e investigador (PUC-UACh)
Dos amigos conversan y uno le dice al otro: “No puedo dormir por mi déficit de atención”, “Pues entonces cuenta ovejas hombre”, “Una oveja, dos ovejas, pato, cabra, en la granja de Pepito, EEEE Macarena…”
Hoy en día, se ha vuelto muy habitual –y común– el hecho de preocuparse de los “Trastornos de Aprendizaje” y del “Déficit Atencional” en los niños. Este último, hace referencia a un trastorno de carácter crónico que se caracteriza por: la dificultad para concentrarse y prestar atención, la presencia de impulsividad e hiperactividad en los menores, pudiendo causar baja autoestima, diversos problemas en las relaciones interpersonales y dificultades en la escuela.
Sin embargo, tal como lo destaca la psicóloga María Antonia Raies, una especialista en Déficit Atencional, “no se ha prestado suficiente atención al hecho de que estos niños van creciendo y que muchas de las dificultades y problemas que tuvieron en la infancia, continúan presentándose, luego que estos niños se han convertido en adultos”.
Si bien, es efectivo que la hiperactividad asociada al Síndrome por Déficit Atencional –generalmente– desaparece con la llegada de la adolescencia, los síntomas de inquietud, distractibilidad, dificultad para finalizar las tareas, algunos déficits inespecíficos y la impulsividad se mantienen aún presentes en la vida adulta.
Por complejo y difícil que resulte comprender esta situación, los efectos relacionados con los trastornos de aprendizaje y del déficit atencional irradian y trascienden más allá de la inmediatez infantil. Aquellos problemas concretos y específicos que tuvieron las personas afectadas por estos trastornos cuando niños, relacionados con la lectura, la escritura y la capacidad para ordenar y organizar sus ideas, están directa y altamente correlacionados con el fracaso escolar, el analfabetismo funcional y, en cierta medida, con problemas de rebeldía, deserción escolar y delincuencia juvenil.
Se ha establecido, asimismo, que el abuso infantil podría estar correlacionado con la vulnerabilidad emocional que se observa en los niños que presentan este síndrome, condición que los hace ser más susceptibles de buscar aprobación y afecto en sujetos de su entorno cercano, aunque ello se produzca a costa de daños a su propia persona.
En los jóvenes, en tanto, esta condición se correlaciona con el consumo de drogas y alcohol, ya que el consumo de estas sustancias tiende a disminuir el nivel de ansiedad que acompaña al trastorno. Asimismo, estos jóvenes presentan serias dificultades para permanecer en una carrera de estudios superiores y de perseverar hasta terminarla.
A su vez, en los adultos esta condición puede estar vinculada a la pérdida constante de su fuente laboral, como consecuencia de: (a) los “arranques impulsivos” que puede presentar el individuo, o bien, a raíz (b) del “temperamento explosivo” que muestran, (c) los “desacuerdos que tienen con sus jefaturas”, o bien, por (d) la “incapacidad de completar las tareas” que se les han encomendado. Sucede entonces, que el pobre desempeño laboral de estas personas, es atribuido a una falta de interés por parte del sujeto afectado, o bien, por su actitud negativa.
Por otro lado, la variedad de trastornos asociados al síndrome por déficit atencional podrían estar jugando un importante –aunque poco conocido– rol en el maltrato a la mujer y en la violencia intrafamiliar.
¿Cómo se explicaría esta situación? Pues bien, la impulsividad, la ansiedad, la baja tolerancia a la frustración, la elevada sensibilidad frente a la crítica externa y una cierta dificultad para expresarse verbalmente cuando el sujeto está invadido por emociones negativas como la rabia, la ira, la frustración, etc., pueden conducir a un adulto a actuar con agresividad y violencia.
Por su parte, la persona adulta –generalmente un hombre– experimenta la sensación crónica de caos y desorganización interna, condición que le hace muy difícil establecer un orden y prioridades en algunas áreas de su vida. Con demasiada frecuencia, las parejas y esposas de estos varones interpretan síntomas tales como: largos silencios, distracciones, desorden, inquietud, irritabilidad y mal genio como “signos de hostilidad, insensibilidad e indiferencia masculina”.
Ahora bien, el hecho de conocer y saber que estas dificultades y déficits “son consecuencia de factores neurobiológicos sobre los cuales la persona no tiene mayor control”, puede ser de gran ayuda en un mejoramiento de las relaciones interpersonales, por cuanto, la pareja de estas personas podría adoptar una actitud más comprensiva, paciente y menos dura en relación con los déficits y conductas que presenta el sujeto.
Para aquella mujer que quiere preservar su matrimonio –o su relación de pareja– puede ser muy útil preguntarle a la persona afectada por estos síntomas, si presentó estas mismas dificultades durante la niñez. Este conocimiento, permite comprender de mejor forma la problemática que vive el individuo que se tiene al lado.
También es importante saber, si estas dificultades y déficits podrían estar afectando otras esferas de la vida del sujeto –como la laboral, por ejemplo–, además de su relación de pareja.
Estas preguntas –y la información resultante– pueden colaborar en el proceso de conocer y comprender de mejor forma al otro, entregando una mayor profundidad a la relación de pareja, con un solo gran objetivo: evitar caer en un círculo vicioso de carácter negativo y destructivo difícil de romper.