Por Dr. Franco Lotito C. – www.aurigaservicios.cl
Académico, escritos e investigador (PUC-UACh)
“Es imposible derrotar a una persona que nunca se rinde” (Babe Ruth, uno de los mejores jugadores de beisbol de la historia)
De acuerdo con un estudio realizado por los investigadores españoles Dr. José Fernández y la Dra. Isabel Cantón en el año 2017, tener éxito se identifica con: lograr estatus social y económico, ser reconocido y respetado, tener poder o sentirse admirado, tener prestigio, ser un visionario, ascender en la jerarquía empresarial o académica.
Si bien es cierto, que el hecho de nacer en el seno de una familia de profesionales con título universitario representa una ventaja para las personas, ello no significa que el éxito esté completamente asegurado, tal como lo demuestran miles de ejemplos tomados de la vida real, por cuanto, son tantos los problemas emocionales que causa en algunas personas el hecho de “heredar” una situación brillante y acomodada de sus padres, que ello impulsó a un grupo de personas a crear una asociación internacional llamada “Hijos de Jefes” (“Sons of Bosses”), con la finalidad de entregar consejos prácticos a los perturbados hijos de estas personalidades exitosas.
Ahora bien, una investigación realizada por la Dra. Mary Frank Fox y el Dr. Vincent Ferri demostró que cuando se les pregunta a las damas el motivo del éxito que han tenido otras mujeres en la vida, ellas tienden a atribuirlo –por lo general– a la “suerte”, mientras que si se trata del éxito alcanzado por los hombres, consideran que dicho éxito se debe a las “capacidades” de estos varones. En términos generales, los investigadores encontraron que las mujeres realizan “atribuciones internas de carácter más débil que los hombres” en relación, por ejemplo, con el éxito a nivel académico.
Asimismo, otro estudio sacó a la luz, que las mujeres son más proclives a “sentirse culpables” y a caer en la “autorecriminación” cuando ellas fracasan en algo.
Curiosamente, en función de una forma inversa de pensar y percibir las cosas, los hombres entrevistados para esta investigación, atribuyeron sus fracasos al “azar” o a la “mala suerte”, en tanto que las mujeres atribuían sus fracasos a su propia “incapacidad”.
En síntesis: los hombres, motivados por el éxito, se las arreglan –e ingenian– para no ver lastimado su orgullo masculino ante el fracaso, en tanto que de forma casi invariable, las mujeres se sentían avergonzadas por su propio fracaso, sin acudir a explicaciones como el azar, el destino o la “mala suerte”.
Sobreponerse a este tipo de percepciones e interpretaciones resulta ser de vital importancia, por cuanto cada uno de nosotros tiene el derecho a triunfar y tener éxito como cualquier otra persona, y tiene las mismas probabilidades de tener éxito si el objetivo es alcanzable y realista, y que además viene acompañado por el esfuerzo, dedicación, fuerza de voluntad y trabajo duro.
Si bien esto está cambiando, se tiende a pensar que las mujeres, en general, son más tímidas que los varones en relación con sus pretensiones en lo que se refiere a las retribuciones y recompensas correspondientes al éxito. Lo anterior, se debe, en gran parte, al tipo de sociedad que aún existe hoy en día, así como también a las diferencias salariales que hay entre hombres y mujeres, donde –por el desempeño de un mismo puesto y el correspondiente nivel de responsabilidad– la diferencia o brecha salarial puede variar entre un 20 y un 30%.
Hoy en día, las mujeres están aprendiendo a establecer límites y a negociar en cuanto a sus cargos, ascensos y promociones, igual que lo hacen los hombres, al mismo tiempo que justipreciar lo que realmente vale un puesto y su trabajo.
Dicho de otra manera: las mujeres parten ahora de la pregunta… ¿cuánto se le pagaría a un hombre por desempeñar el mismo trabajo? El claro objetivo, es poder fijar con justicia el valor final de su remuneración. Se podría afirmar, entonces, que están quedando en el olvido los tiempos en que se podía “pensar” que las mujeres “cuestan menos” que los hombres en términos de su retribución económica y de las recompensas acordes con el cargo.
Si bien, el éxito no protege a las personas de los peligros físicos y emocionales que puede experimentar, por lo general, es mucho mejor –y más cómodo– tener éxito que estar expuesto al fracaso. Por otra parte, aún cuando todo el mundo quiere triunfar y tener éxito, la mayoría de la gente se siente algo frenada e inhibida por el temor a no tener las condiciones, talentos y habilidades necesarias para lograr el éxito.
Sin embargo, estos temores son irreales e infundados, por cuanto, lo que tiene que tener en cuenta una persona, es que el deseo de triunfar, el firme propósito de lograrlo, la perseverancia y la fuerza de voluntad que debe acompañar a este objetivo, así como también un buen sentido de las oportunidades son, en rigor, los denominadores comunes del éxito y son mucho más importantes que cualquier otro factor que se tome en consideración.
Dicho de otra manera: la mejor forma de alcanzar el éxito consiste en comenzar por proponerse un objetivo que sea razonable y realista, y a continuación esforzarse, perseverar y trabajar para alcanzarlo, teniendo muy presente, eso sí, que desde una visión más integradora, el éxito debe ser enfocado como el “logro de la felicidad individual”, el que debe considerar cuatro dimensiones claves: la personal, la profesional, la empresarial y la familiar.
Recuerde, finalmente, que el éxito en la vida no se mide única y exclusivamente por todo lo que la persona logra, sino que por todos los obstáculos que dicha persona ha sido capaz de vencer y superar. De ahí la famosa frase de Babe Ruth: “Es imposible derrotar a una persona que nunca se rinde”.