Por Carlos Livacic
Doctor en Sociología, Universidad San Sebastián
Hoy en Chile el humor retoma la línea que lo hizo conocido y es claramente el modo que utilizamos para exteriorizar nuestro malestar. Cuando vemos que las sanciones no son para todos iguales, depende de dónde nazcas, te muevas o relaciones, mediante la risa y las verdades dichas a través de este modo sentimos agrado porque al fin alguien (un humorista) dice las cosas por su nombre, nos representa y puede, aunque sea por un instante, plantearse frente a los abusos.
Con la risa agradecemos la manera de poder expresarnos frente a lo que nos rodea, enardece, encabrita y golpea en la fe ciudadana, ya que si bien, ante a cada abuso y colusión, conflictos de intereses que se dan en la sociedad chilena entre la política, poderes económicos, religión, poder judicial, farmacias, laboratorios, navieras y familia presidencial, parece perdida.
Es interesante darnos cuenta que este humor es una tribuna abierta que no dan los medios de comunicación, ya son ellos mismos que en sus diferentes parrillas programáticas no desarrollan estos temas, porque la evidencia ha demostrado que están al servicio de estos mismos poderes que deambulan entre las luces y sombras, que controlan o censuran, que ejercen presión o cambian el sentido de la atención en torno a temas y situaciones, que acallan el debate y la expresión libre y soberana, dejando de lado la expresión ciudadana, para decirnos que ver, suponer o escuchar, más allá que las evidencias y abusos están cada vez más al descubierto.
Quisiera pensar que este sistema de denuncia y constatación de abusos nos permita mirarnos, cuestionarnos de algún modo y, quizás, que si bien aquello que señalan es terrible como expresión de relaciones sociales, tal vez dicho de manera divertida, la rabia y violencia social se transforme en risa sanadora, permitiéndonos entender que dentro de las aspiraciones de una sociedad mejor no estamos solos, no hemos perdido la capacidad de asombro y pensamos que las cosas se pueden hacer y dar de mejor forma en el futuro.
Queda claro que a través de esta risa sabemos qué cosas no debemos hacer, permitir y tolerar por parte de aquellos que sienten que están por sobre el poder social y que las cosas continúen por el mismo camino.
Es quizás este el momento de dejar la pacatería y el doble estándar de lado por parte de nuestro sistema social para entender que nuestra sociedad requiere sanarse de algún modo y que esta sanación sea por medio de la razón donde establecemos una forma de relacionarse y de convivir armónica, ya que la fuerza nunca garantiza que estos procesos sean permanentes e inclusivos, sino que más bien, perpetúan los privilegios en torno a las minorías. Bienvenida la risa y la denuncia, ya que el resto de los poderes se oculta en el anonimato, complacencia y engaño.
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