El Teatro Chileno de Duelo

Publicado por Equipo GV 3 Min de lectura

Por Roberto Nicolininicolini

Descansa en paz queridísimo Fernando Suazo, graaaaan iluminador y realizador de teatro, con el que trabajamos tanto tiempo en nuestro Teatro Las Tablas de Viña y antes en El Galpón de Los Leones en Santiago.
Estricto en su pega, era para quererlo porque respiraba oficio y ni una sola discusión técnica daba espacio a que lo suyo era el rigor y la excelencia.
Almorzábamos con el graaaan Mauricio de la Parra durante los Temporales Teatrales de Puerto Montt y Mauricio lo llamaba para conversar los tres…de teatro y de la vida, que en esa sobremesa era un poco lo mismo.
En su casa definitiva lo tiene que haber recibido su hijo que partió antes.
Dentro de la pena, los imagino hoy felices compartiendo esos largos cafés en las tierras del cielo y con la graaaaan Frida Klimpel y el graaaaaaaan Juan Edmundo González recordando su llegada a refundar el teatro porteño con ese primer montaje de “Un extraño Ser con Alas”…esa vez, Fernando y la graaaaan Eliana Videla se perdieron una semana completa con mi camioneta recolectando material para la escenografía…Juan Edmundo, alojado en mi casa en Concon, solo decía “gracias”… y se reía con esto de la camioneta perdida quizá donde.
Al ver un video que lo recuerda, yo hoy le doy las gracias por traernos a Valparaíso, al gran Suazo.
Su implementación del Teatro Municipal de Casablanca es prueba fehaciente de cuanto tenía de mago hacedor de sueños.
Su tiempo como jefe técnico en el Teatro Municipal de Valparaíso fue de escuela para quienes recién se iniciaban en esas lides.
Al margen de su trabajo estable en nuestra sala Las Tablas nos reíamos mucho en los viajes a Santiago a hacer eventos para niños en la época de “Pipiripao”. Era fijo el panorama de pasar a comer al Antumapu y hablar y soñar de teatro. En esos eventos relajaba la vena porque venía su nieto a estar con él y hasta donde ví era el único a quién dejaba que le diera vuelta todo !!
En las buenas y en las malas, fue un gran compañero.
Cuando nos incendiaron el restobar en Olmué fue de los primeros en llamar y decir manos de vuelta, hagamos cosas, hagamos algo. Y le dolió cuando alguien, según me contó, “disfrutó” la desgracia que nos había ocurrido. Era uno que se nos sentaba en la misma mesa muchas veces en esas idas a trabajar a Santiago. Creo que a él le dolió más que a mi, porque era amigo de sus amigos.
Descansa en paz, querido amigo. Bueeeen viaje!!!!
Gracias por todo!!!!

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