Antonio Horvath Kiss
Senador por Aysén
Las últimas elecciones primarias han dejado varias lecturas y lecciones. La primera, una indudable capacidad de movilización de las coaliciones que participaron en este proceso (y en especial de Chile Vamos), llevando a las urnas a 1.800.000 personas en total. En ese contexto, el Frente Amplio demostró que podía participar en una primaria ganándose un espacio de visibilidad importante en un corto plazo de tiempo y con pocos recursos, instalándose en nuestro escenario político. Sin embargo, la cifra total de 327.000 votos, muy por debajo de los 500 mil que sus propios candidatos señalaban como su meta mínima, deja la sensación que en esta oportunidad no cuentan con el despliegue suficiente para ser una opción real en contra de la coalición de centro derecha.
Por otra parte, el panorama en Chile Vamos resulta claramente más alentador, ya que lograron movilizar a más de 1.400.000 personas, ganando de manera clara Sebastián Piñera, con un 58% de los votos del sector. Sin embargo, y en contra de lo que muchos creen, el camino para la centroderecha, no está pavimentado. Sebastián Piñera sacó alrededor de 827.000 votos, cifra muy cercana a los 808.000 votos que sumaron Pablo Longueira y Andrés Allamand el año 2013, los cuales corresponden a un sufragio duro. Felipe Kast sumó alrededor de 218.000 preferencias, quienes probablemente se van a sumar mayoritariamente a la opción de Sebastián Piñera. El problema surge con los más de 372.000 votos que obtuvo meritoriamente el Senador Manuel José Ossandon, quien realizó una campaña sin ningún apoyo territorial de partidos, como independiente, y enfrentándose de manera frontal en contra del ex Presidente; por lo que no resulta probable que esos votos se sumen en noviembre al candidato de Chile Vamos. De esta forma, Sebastián Piñera cuenta con aproximadamente un millón de votos garantizados, que es un buen punto de partida, pero que está lejos de la cifra necesaria para ganar una presidencial. Cabe recordar que en las elecciones presidenciales pasadas, las cuales fueron calificadas como la peor derrota electoral de ese sector desde el retorno a la democracia, la candidata Matthei sacó en primera vuelta un total cercano a 1.600.000 votos, y en el balotaje alrededor de 2.100.000 sufragios.
De esta forma, no hay que ser experto electoral para saber que en Chile resulta muy difícil ganar una elección presidencial a la coalición de centro izquierda, lo que se ha logrado sólo una vez en más de 25 años. Se debe tener presente que en la elección primaria de la nueva mayoría del 2013 votaron más de 2.100.000 personas, y que la candidata de dicho sector obtuvo en la primera vuelta presidencial 3.075.000 votos, y en el balotaje más de 3.470.000 votos. En un escenario en que la Nueva Mayoría no participó de las últimas primarias, ningún sector puede cantar victoria, especialmente cuando las campañas de Alejandro Guiller, y en menor medida Carolina Goic, aún se encuentran en un proceso de instalación, por lo que se está lejos de poder predecir con exactitud su rendimiento electoral.
A partir de esta realidad resulta especialmente relevante que los distintos candidatos puedan efectuar una oferta programática consistente, que tenga una conexión real con las necesidades del Chile de hoy, pero también proyectándose al país que queremos ser; donde las energías renovables no convencionales, el ordenamiento territorial, el manejo responsable de nuestro patrimonio ambiental, entre otros desafíos equivalentes, pueden ser elementos diferenciadores que permitan a nuestro país encontrar un camino de desarrollo que equilibre en forma verdaderamente sustentable las necesidades fundamentales de nuestros habitantes, con su entorno natural y social. Todo esto requiere de incorporar al discurso electoral una mirada de largo plazo con sentido de Estado, que aún está pendiente.