Por Alejandro Lavquén
Tras la caída del ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, hombre de máxima confianza de la presidenta Michelle Bachelet, quedamos a la espera de la caída, tarde o temprano, de otro pretoriano de la presidenta, el ministro de Educación Nicolás Eyzaguirre. Dadas las circunstancias y conflictos que rodean la “reforma educacional”, el quintacolumnista del Fondo Monetario Internacional, tenía los días contados. Su condición de “progresista” y hábil engatusador había fracasado en su relación con estudiantes y profesores. La verdad es que, a estas alturas, Eyzaguirre sólo encandila a la whisky-izquierda, a los programas de farándula y a la cúpula del PC. Además, el gobierno no da bola en butaca. Incluso la derecha, adobada por Enrique Correa, había logrado instalar a uno de sus hombres, Jorge Insunza Gregorio de las Heras, en el gobierno, a sabiendas de que, en algún momento, sería obligado a renunciar debido a sus relaciones comerciales ¿Por qué aceptó el cargo Insunza, acaso no sabía que sería indagado? Curioso, por decir lo menos.
La estrategia era desprestigiar aún más al gobierno, para lo cual se reclutó al una vez “comunista” Jorge Insunza Gregorio de las Heras, que sin pudor alguno se relaciona con reconocidos pinochetistas, lo mismo que la inmensa mayoría los dirigentes de la Nueva Mayoría. Tras su renuncia, a Jorge Insunza los millones no le faltarán y el objetivo político está cumplido: ahondar lo más posible el desorden del gobierno con el fin de morigerar la desastrosa imagen pública sobre los actos de corrupción del pinochetismo. Una por otra.
Nicolás Eyzaguirre ha sido sacado del Ministerio de Educación y nombrado en la Secretaria General de la Presidencia (Segpres) en lugar de Insunza, puesto clave para seguir impulsando los proyectos gatopardistas del gobierno, que, seamos claros, jamás ha pretendido cambiar una coma de los postulados canónicos del neoliberalismo como pretende hacer creer Guillermo Teillier y compañía. Eyzaguirre se encuentra hoy donde los empresarios querían que estuviera. Es el hombre que llevará a buen puerto las exigencias del empresariado, que en su voracidad y codicia no aceptan ni las más mínimas reformitas. El empresariado lo quiere todo, acumular dinero a cualquier costo es su máxima. Para cumplir sus objetivos, como ha quedado demostrado en los casos de corrupción que día a día se conocen a través de la prensa, los empresarios han cohechado prácticamente a la totalidad de la casta política.
El diputado Gabriel Boric definió muy bien esta situación al afirmar que “el empresariado colonizó a los políticos”. La afirmación se demuestra fácilmente cuando escuchamos, aparte de los juicios de Eyzaguirre, los argumentos de personajes como Enrique Correa, Francisco Vidal, Jaime Estévez, Sergio Bitar, Mariana Aylwin, Isabel Allende, Camilo Escalona, Soledad Alvear, Jorge Burgos, Ricardo Lagos Escobar, Ximena Rincón y una larga lista de testaferros de la oligarquía, para defender las leyes que aprueban entre gallos y medianoche. La presidenta no podía perder a Nicolás Eyzaguirre, debía salvarlo de su caída y ubicarlo donde pudiera ser útil a los planes de “cambiarlo todo sin cambiar nada”. El nuevo Segpres está listo para seguir cumpliendo su mandato neoliberal dentro de la Nueva Mayoría, para regocijo de los empresarios y transnacionales, mientras los dirigentes políticos, cebados y enriquecidos a costa del erario nacional, festejan la “democracia chilena”, como un gran “acto republicano”.