Por Alejandra Salinas Molina, académica Escuela de Kinesiología, UNAB Sede Viña del Mar.
El aumento de la población mayor, tanto en Chile como en el mundo es un hecho ampliamente reconocido. Aunque el envejecimiento como proceso no implica necesariamente la dependencia, existe un pequeño porcentaje de personas mayores que requieren de asistencia adicional para poder realizar sus actividades cotidianas, lo que significa que empiezan a necesitar de “otros” para sostener su funcionamiento, entrando muchas veces en un espiral de deterioro progresivo y difícil de revertir.
En algunos casos, este cuidado se hace insostenible dentro del hogar, por lo que surge la idea de la institucionalización, lo que para algunas familias puede significar una gran preocupación y angustia. Tomar la decisión de institucionalizarse o institucionalizar a un familiar puede ser muy complejo, por lo que se debe considerar múltiples aspectos. Esto incluye la voluntad de la persona mayor, o en el caso de que exista deterioro cognitivo que impida transmitir su decisión, intentar considerar qué habría querido esa persona. También es esencial visualizar el nivel de estrés, cansancio físico y emocional del cuidador principal, la posible falta de manejo técnico en los cuidados, criterios económicos, riesgos que pueda o no estar teniendo en casa, tiempo, entre otros.
La familia como unidad social ejerce una influencia positiva o negativa en el proceso de salud que puede cursar una persona mayor, en ese sentido, la institucionalización puede o no presentar ventajas.
Es este el contexto que genera la presencia de los Establecimientos de Larga Estadía para adultos mayores (ELEAM), espacios también conocidos como: residencias, asilos o casas de reposo; lugar en los que se entrega atención y cuidados 24/7 a las personas mayores brindando la posibilidad de mejorar la calidad de vida personal y familiar.
Cuando un grupo familiar ha considerado la institucionalización como una opción, existen recomendaciones que pueden ayudar en la toma de la decisión, algunas de estas incluyen la ubicación de la residencia, lo que puede facilitar la visita de familiares y amigos y reducir el impacto respecto al cambio de contexto. Asegurarse que la residencia cuente con autorización sanitaria. Programar una visita, en la que se pueda observar la higiene del lugar, mobiliario, estado de los otros residentes, cómo es el uso de contenciones físicas etc. Visitar varias residencias para tener referencias de cómo son y operan estas instituciones. Consultar sobre el mobiliario con el que cuenta la habitación y si es posible llevar algunos objetos de cercanía o apego del o la persona postulante. Preguntar por el régimen de visitas y salidas, por las rutinas diarias, actividades que se realizan, y tener claridad de los servicios o prestaciones que entrega la residencia.
A pesar de la regulación existente para este tipo de establecimientos, la presencia de residencias informales y formales que no cumplen con los criterios mínimos, corresponden una importante amenaza. Tomar una decisión informada es esencial para encontrar un espacio que promueva una buena calidad de vida, que proteja los derechos de las personas mayores y que les permita vivir la vejez como cada historia vital lo requiera.