Por Héctor Jara Paz
Nadie se ha hecho responsable de la conducción del estallido social, su espontaneidad hoy se relaciona interesadamente en la intervención de países extranjeros, que a juicio del Presidente, se sostiene por la “simultaneidad de los ataques al Metro”, dejando en el olvido el incendio al edificio ENEL (¿?), cuyas imágenes hacia el exterior, sirvieron para justificar la decisión política de sacar a los militares a las calles.(El incendio más curioso de los últimos tiempos, se quema solo la escalera de incendios)
Si observamos la prensa internacional, la violencia política se ha tomado las calles de importantes capitales del mundo, sin embargo, la principal diferencia de lo ocurrido en Chile, es que acá, se ha distinguido en el diagnóstico la legitimidad, por parte del gobierno y la oposición, de las demandas sociales que la convocan, pero a la hora de las soluciones, se establece una condición única en el mundo, separar la demanda de la violencia. Las dictaduras en todas las latitudes han hecho de la violencia una justificación para la represión, transmitiendo lo que la gran mayoría de la población desea, orden y seguridad, oferta política permanente de la derecha.
En la práctica, es diagnosticar que el animal está expuesto a muchas enfermedades producto de una desnutrición prolongada, pero en la solución, preocuparnos solo de la otitis que afecta su ánimo.
¿Es posible separar la violencia colateral del movimiento político social, en un contexto grave de desigualdad, inequidad, corrupción e impunidad? A mi juicio, no existe una experiencia así en toda la historia de la humanidad.
La movilización social inédita en su masividad y territorialidad vivida en Chile (todo el país), ya habría hecho caer a cualesquier gobierno democrático en el mundo. Marchas simultáneas en todo el país habrían superado los 4 millones de habitantes, lo que violenta la supuesta legitimidad del gobierno de Piñera, que sacó algo más de 3,7 mill. de votos en segunda vuelta (Julio 2017). ¿Por qué no en Chile?
En primer lugar, por la falta de conducción política de un movimiento que nunca consideró la magnitud del malestar social. Lo lógico habría sido que las cúpulas políticas de oposición realizaran acercamientos al movimiento social, similar a lo ocurrido con la Asamblea de la Civilidad previo a la caída de la dictadura, identificando a Piñera como principal responsable del modelo imperante, sin embargo esto no ocurrió. ¿Por qué no?
Acá es donde los escenarios de inteligencia política, desarrollan sus estrategias de acuerdo a sus intereses, que muchas veces distan del bien común.
El gobierno ha sido el más exitoso. De un escenario que iba de la pérdida total del gobierno y del modelo económico imperante, ha logrado atraer a la población hacia el juego del garrote y la zanahoria. Garrote para criminalizar y judicializar la protesta por un lado y, una agenda social que no afecta al modelo, que no toca los intereses de los grupos económicos y solo representa más gasto para el Estado.
Esto no lo ignora la oposición política (Ex Concertación), lo incorpora en sus variables, sin embargo, de haber quedado fuera del escenario, opta negociar con el gobierno, de modo de incorporarse al campo de juego, dejando al PC y el FA, el intentar subirse a las opciones de conducción “violenta” de la protesta, soportando ellos el chaparrón social y su desgaste natural desde las murallas del congreso.
Las argumentaciones de que de esta manera evitan un “baño de sangre”; que “aíslan al PC” en sus afanes revolucionarios y transformarse en la única “opción democrática” en los próximos comicios electorales, rayan en la irresponsabilidad social y postergan las necesidades de un pueblo herido, que no está dispuesto al sacrificio por estas obsoletas consideraciones. Los riesgos al surgimiento de candidaturas populistas son evidentes, no solo para candidaturas de oposición, sino también para la derecha política, que ve el riesgo de ser postergada por una derecha económica con ofertas de paquete (Luksic).
Chile cambió, como están cambiando todas las condiciones de existencia en nuestro ecosistema planetario. La crisis social no tiene opción de superarse con bonos u ofertas transitorias, la continuidad del modelo no es sustentable. Cada día se valorarán más las organizaciones intermedias y comunitarias, en la misma proporción del desprestigio de nuestras instituciones republicanas, por eso lo más valioso de los últimos días ha sido la encuesta de los Municipios y sus resultados serán el marco general del cambio.
No podemos seguir educando “consumidores” para el mercado, necesitamos educar para sobrevivir las consecuencias de una nueva sociedad, determinada por el cambio climático, que sin duda agravará la crisis de los más desposeídos, mientras nuestra clase política sigue haciendo de esta imperiosa necesidad, un “juego de estrategias”.
Un dicho popular dice, “nadie sabe para quién trabaja”.