JAQUE AL PODER

Publicado por Equipo GV 6 Min de lectura

Por Wilson Tapia Villalobos

 

poderSon muchas las novedades que trae la sociedad digital. Todas impulsan cambios en los comportamientos sociales. Los resultados están siendo los mismos que produjeron en el pasado las nuevas miradas sobre el acontecer. Por el momento, es más notorio el desconcierto de quienes ostentan el poder que las propuestas estructuradas que permitan adivinar la nueva imagen que tendría la sociedad en el futuro cercano.

Las reacciones ante los movimientos sociales son variadas, pero todas apuntan a frenar los cambios que impulsan y que parecen inminentes. Es lo que ocurre con los diferentes mecanismos que se proponen para frenar la corrupción y tratan de estimular la transparencia. Ello obedece a que la aparición de redes sociales que soslayan los medios de comunicación tradicionales se ha transformado en amenaza. En Chile eso quedó claro con la aparición de Andrónico Luksic en un vídeo de siete minutos en que hizo sus descargos ante acusaciones lanzadas en su contra. El poderoso empresario podría haber utilizado su canal de TV (Canal 13) en una contundente entrevista, pero no lo hizo.  Y como dice la columnista Claudia Guzmán V. optó por la auto entrevista, “un género periodístico inexistente” que “horada desde la base” el intercambio que debiera existir entre entrevistador y entrevistado. No hubo contra preguntas que ayudaran a profundizar sobre el tema tratado. El vídeo fue mostrado en YouTube y luego por las pantallas de su canal. En realidad, fue una especie de inserción no pagada, que pretendía cumplir con las nuevas exigencias de las redes sociales. Pero que no respondía a la exigencia, cada vez más profunda, de transparencia.

Por distintos medios se pretende evitar que las cosas cambien en materia de comunicaciones.  Se trata de prever una realidad que hasta ahora es desconocida y que podría significar una amenaza para quienes dominan en el actual dibujo que presenta la sociedad. Ya hay varias muestras de estos nuevos artefactos comunicacionales. Uno de ello es la denominada “nueva ley mordaza”, que buscaba evitar que la prensa publicara información contenida en la investigación de casos de corrupción.  En realidad, se trataba de crear un manto protector para los personajes destacados involucrados en tales procesos.

Puede parecer curiosa la maniobra. Quienes manejan los medios son los mismos que ejercen el poder.  ¿Por qué, entonces, se sienten amenazados? Sin duda, hasta el momento no controlan las redes sociales.  Es lo que los obliga a adecuarse a las nuevas circunstancias. ¿El convulso panorama que vivimos traerá un cambio significativo en el ejercicio del poder? Está por verse.

Mientras tanto, continúan los esfuerzos por evitar variaciones significativas.  No solo en Chile. En México, el publicitado Sistema Nacional Anticorrupción anunciado por el presidente Peña Nieto, está a punto de naufragar. El boicot más duro proviene, precisamente, de las huestes parlamentarias del Partido Revolucionario Institucional, colectividad en que milita el presidente.

En Brasil, la situación ha tenido cobertura mundial y la suerte de la presidenta Dilma Rousseff debe decidirse en estos días. Cualquiera sea el resultado de este ya desgastante episodio, quedará en claro que lo que en realidad han vivido los brasileños fue una lucha entre distintas fuerzas que intentan manejar el poder ojalá sin contrapeso. Y lo más dramático para el sistema democrático es que ninguno de los bandos en pugna puede mostrar las manos limpias de las manchas que deja la corrupción.

En Argentina, la ex presidenta Cristina Fernández se ha transformado en el epítome de la corrupción. Las manos del poder tradicional, que históricamente han manejado los medios de comunicación, abrieron sus potentes megáfonos para denunciar la corruptela en que se sumía el país. Por cierto, tales llamados a la decencia tuvieron amplios espacios en los medios conservadores latinoamericanos. Y Fernández fue presentada, junto a su marido, Néstor Kirchner, como los iniciadores de la corrupción. La historia la amañan quienes la escriben, porque, la verdad, Argentina tiene larga historia en ese fangoso terreno.

Esta realidad, que es global, a menudo se presenta en el mundo desarrollado como la cara más repulsiva del subdesarrollo. Es lo que propalan periódicos como el conservador The Economist. Advirtiendo que en la corrupción está la amenaza más seria al Sistema democrático.  En esto último tiene razón.  Oculta, sin embargo, que la corrupción es estimulada por quienes manejan el dinero. Las grandes empresas de armamentos han sido tradicionalmente bolsas de corrupción al orientar, vía coimas suculentas, la compra de sus productos. Las empresas europeas dedicadas a la vialidad y al transporte, también tienen algo importante que decir.  Pero para los observadores interesados, quienes pagan las coimas no son responsables. También es conveniente fijar la mirada en los paraísos fiscales,  sin olvidar que el primer país que dio seguridades de privacidad a dineros bien o mal habidos, fue Suiza.

En definitiva, la incomodidad del poder es porque las exigencias de transparencia lo obligan a adecuarse a un esquema comunicacional que, a diferencia de lo que estábamos acostumbrados, está teniendo filtraciones.

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