La gestión de riesgo frente a eventos meteorológicos en Chile

Publicado por Equipo GV 5 Min de lectura

Por Cristian Vera Soriano
Hidrogeólogo, Docente Geología UNAB Concepción

El último evento meteorológico en la región del Biobío ha registrado en las estaciones pluviométricas entre 100 y 300 milímetros en zonas cordilleranas mientras que en algunos lugares se han acumulado precipitaciones de más de 400 milímetros.

Este segundo sistema frontal importante del año ocurre, además, en el contexto de la aparición de “El Niño” y las condiciones delineadas por el cambio climático global, lo que modifica la frecuencia y magnitud de las precipitaciones y de eventos climáticos extremos.

Hidrogeológicamente debemos considerar que veníamos de una condición saturada de los suelos tras el pasado evento y, por lo tanto, el repentino aumento del caudal en nuestros ríos era de esperar que se alineara con las precipitaciones. 

Lo anterior sumado a la ocupación inadecuada de los sectores de inundación propios y naturales de los ríos, así como la falta de datos y estudios que permitan establecer estas áreas vaticinan un riesgo constante hasta que no se tomen las medidas necesarias.

Cabe destacar que la distribución de los sectores inundados fue mucho más repartida geográficamente si comparamos con las lluvias anteriores que también generaron estragos. Por lo tanto, afectaron a un sector más amplio de la población.

En términos de preparación de la emergencia se observó una respuesta más integral y anticipada por parte de las autoridades. De hecho, la comunidad recibió la información sobre posibles desbordes y deslizamientos asociados con antelación al inicio del evento. Un ejemplo de ello es la alerta recibida en celulares por la crecida del Río Andalién antes de que ocurriera como método de prevención antiexposición.

Un ejemplo internacional de gestión preventiva son las llamadas “áreas de policía” que acoge la legislación española donde se impide llevar a cabo actividades y/o la construcción de viviendas que sean incompatibles con las crecidas de un río en al menos 100 metros desde la ribera asociada a la máxima crecida ordinaria de la zona de inundación. Este instrumento de gestión no existe en Chile como tal y permitiría al menos prevenir parte de los daños ocasionados por las crecidas de los ríos. 

Varias infraestructuras como puentes y carreteras fueron afectadas, incomunicando a la población. Esto demuestra la carencia de estudios geotécnicos previos de peso que permitan aclarar la condición actual del subsuelo y establecer las medidas necesarias de fortificación y construcción para evitar este tipo de desastres, aunque suponga un aumento de los costes ligados a la construcción.

Si bien es cierto que para los embalses esto ha supuesto un aumento de más de un 30% del volumen de este recurso almacenado, en términos de balance hídrico y aunque parezca increíble, el déficit hídrico continúa existiendo, de más de 700 milímetros acumulados esperados a esta fecha solo llevamos unos 500 milímetros, un 71.4% en relación al régimen normal de precipitaciones esperables. Las lluvias acontecidas durante este mes han permitido reducir la sequía aproximadamente un 27% con respecto al déficit que lleva a cuestas la región.

En definitiva, es necesario que nuestra sociedad encare estas situaciones de riesgo a través de la predicción y la prevención. El principio del actualismo en geología indica que lo que ocurrió en el pasado volverá a ocurrir en el futuro. Tenemos herramientas más que suficientes para poder enfrentar este tipo de eventos de forma adecuada. El problema es que muchas cuencas todavía presentan déficit de información. ¿Si no tengo información de los eventos del pasado cómo voy a comprender los eventos del futuro? Entonces la información, la investigación y el conocimiento es fundamental para podernos a adaptar de mejores formas a estos procesos que es inevitable y natural que sigan ocurriendo.

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