Por Claudio Contreras Reyes
Director de Pedagogía en Lenguaje y Comunicación, U.Central
Los resultados recientes de la PAES en competencia lectora confirman una tendencia preocupante: los jóvenes muestran un descenso sostenido en sus habilidades. La complejidad de este fenómeno es multidimensional, desde estrategias didácticas hasta políticas públicas. Pero contrario a lo que muchos creen, no se trata de que los jóvenes no lean; lo hacen, pero con otros propósitos y a través de medios diversos, donde acceden a textos que presentan complejidades cognitivas que los lectores resuelven con fines más bien de entretenimiento. A pesar de su acceso, esta lectura tiene un carácter superficial, dado que para poder acceder a la profundidad de este tipo de textos, los jóvenes necesitan conocer las reglas y principios de los diferentes materiales y soportes de lectura.
Los jóvenes en Chile no han dejado de leer, tal vez el formato ha cambiado, pero las redes sociales y otros archivos digitales forman parte de su repertorio lector. No obstante, el desafío radica en tres dimensiones. La primera de ellas responde al desarrollo del gusto por la lectura, la segunda se relaciona con la formación de audiencias que sepan cómo acceder a diversos productos culturales que participan del ecosistema de la lectura. Por último, la tercera dimensión obedece a la necesidad de consolidar competencias de lectura avanzadas que permitan a los estudiantes develar las estructuras y sentidos profundos de un texto.
Leer no es sólo decodificar palabras; es acceder al texto desde su género, propósito, estructura, su contexto y por último, a la construcción activa del conocimiento que impulsa al lector a la acción. Esto responde a una lectura analítica, reflexiva y crítica que no se reduce a una acumulación y procesamiento superficial de información, sino a la necesidad de un sujeto activo que interpele al texto en todas sus dimensiones.
La problemática actual genera tensiones en las instituciones de educación superior, debido a la brecha de capital cultural presente en los estudiantes de enseñanza media en su ingreso a esta. En este sentido, las políticas públicas deben apuntar a robustecer los ecosistemas de acceso a la lectura en la sociedad civil y por otra parte, dotar a las universidades de dispositivos que permitan generar competencias de lectura, a través de toda la trayectoria formativa del estudiante. Instancias como talleres de nivelación diagnóstica son insuficientes para cumplir los propósitos anteriormente descritos.
El desafío ineludible que tenemos como profesores, es formar ciudadanos capaces de comprender, analizar y transformar su realidad. La competencia lectora no solo se circunscribe al ámbito académico, sino que es un derecho fundamental para el ejercicio de la democracia y la participación activa en la sociedad.
El déficit en la PAES de Competencia Lectora, no solo impacta en las postulaciones individuales de los estudiantes a la educación superior, sino que obstaculiza el desarrollo de capital humano avanzado en el país, y por tanto, puede afectar seriamente su capacidad de innovación y avance tecnológico en el mediano y largo plazo. Abordar esta situación requiere de políticas integrales y un compromiso real con la educación.