Dra. Nelly Baeza
Directora Centro de Salud Pública, Universidad Central
Las enfermedades respiratorias alcanzaron su máximo peak y es fundamental explicar a la ciudadanía las características y diferencias que alcanzan, cuyo abanico va desde un resfrío hasta una neumonía, (lógicamente con una amplia diversidad de sintomatología y nivel de complejidad entre ellas) y que suelen agudizarse en invierno debido a las bajas temperaturas y la contaminación.
En este contexto, siempre se suele consultar sobre la efectividad de la vacuna contra la influenza. Sin embargo, todos los años las acciones de comunicación en salud se enfrentan con el fantasma de los movimientos antivacunas que, sustentados en el estudio publicado por el Dr. Andrew Wakefield en The Lancet en 1998 y posteriormente refutado por la comunidad científica, siguen vinculando discursivamente la presencia de timerosal en las vacunas con el autismo.
Lamentablemente, estos movimientos ya se han instalado en nuestro país, haciendo oídos sordos de la evidencia científica y generando temor en los padres que dudan en vacunar a sus hijos, sin lograr entender que no solo ponen en peligro a ellos sino que a todos los enfermos crónicos que no pueden inocularse y cuya inmunidad descansa en el efecto rebaño que proporciona la vacunación masiva.
Sin duda que el fenómeno de la postverdad ha llegado también al sector salud. “Creer lo que queremos creer” y no en lo comprobado científicamente.