Cambios tecnológicos son más rápidos y numerosos que los cambios sociales, y estos son más veloces que los cambios políticos y jurídicos. Es la ley de la vida., la única que no requiere quórum.
Por Arturo Alejandro Muñoz
Columnista Granvalparaiso.cl
Luchar contra el avance de los tiempos, contra el signo de la modernidad, es lo mismo que intentar detener el movimiento de traslación de la Tierra alrededor del sol. Un imposible. Pero hay quienes insisten en lograrlo, específicamente cuando se trata de políticos que creen ser dueños de pases mágicos como Merlín, o como algunas de las brujos que muchos chilenos aseguran que vivían –y embrujaban- en las cercanías del actual Alhué en el siglo XVIII.
El desarrollo cultural, tecnológico y social se empodera a sí mismo, aunque siempre le viene como anillo al dedo alguna ayudita generada por las sociedades de cada época para avanzar con mayor velocidad, sólo para eso, ya que a fin de cuentas igual se impondrá por sobre berrinches y fundamentalismos, aún si en ciertos casos deba demorar más tiempo en lograrlo.
Hay luchas que son en definitiva contra corriente del desarrollo natural de las sociedades. Luchas encarnizadas, ideológicas, fanáticas a veces; sin embargo, no tienen un final feliz para el extemporáneo gladiador. Hay excepciones, como en toda regla, pero se trata de la minoría de los casos.
La Historia (su estudio) no importa sólo conocer hechos determinados, fechas de ocurrencia y principales actores y efectos… lo que interesa desde el punto historiográfico es entender –y descubrir- que se trata de un continuo, de una sucesión de acontecimientos que están concatenados firmemente, impactando la sociedad, para bien o para mal, en décadas posteriores e incluso en siglos venideros.
En todas las épocas ha habido cambios sustantivos. Revise usted lo acontecido en la Alta y en la Baja Edad Media, en las Cruzadas, en la invasión y permanencia árabe en España (siete siglos), la Ilustración, la Reforma religiosa, el Renacimiento, revolución francesa, etc., y se percatará que todos aquellos que se oponían fieramente a cualquier avance o cambio, a final de cuentas, pasados los años, se transformaron en derrotados, vencidos, pues los cambios y avances que ellos negaban, finalmente se produjeron.
¿Qué no es así? Perdóneme, pero el feudalismo fue desbancado luego de las Cruzadas por una naciente y fuerte monarquía en Europa, además de iniciarse el comercio internacional con estructuras y organizaciones ad hoc; la Biblia fue traducida al alemán y después a otros idiomas vernáculos; la burguesía comercial desplazó a las monarquías; la educación se abrió a las clases populares (especialmente a la clase media); nació el concepto de República concretizado en gobiernos, etc.
¿Usted –en esta época nuestra- lucha encarnizadamente contra el aborto, independientemente de cuáles sean las causales? No me diga. ¿Y cree que su postura triunfará en el largo plazo? Hoy puede imponerla tal vez, pero sería un triunfo a lo Pirro, ya que antes de cumplirse dos décadas el aborto será legal en Chile y en todo el planeta.
¿Recuerda cuánto se combatió durante todo el siglo XX a la cannabis sativa (la nunca bien ponderada ‘marihuana’)? ¿Y qué pasó? Ahora, incluso, se la promueve con fines medicinales.
¿Y el divorcio? ¿Y el mundo gay? ¿Y la diversidad sexual? ¿Y el ateísmo? ¿Y la ‘pastilla del día después’? Recuerde, recuerde…
Para qué mencionar a la liberación femenina, ya que hasta mediados del siglo anterior la mujer continuaba atada a las tareas del hogar, encadenada a la buena o mala suerte de quedar embarazada al primer ‘desliz’ y por ello soportar el rechazo de la sociedad al convertirse en madre soltera, y su hijo en “huacho”. No olvidemos tampoco que la mujer casada recibía durísimas sanciones legales si osaba tener un romance fuera de su matrimonio. Las penas del infierno para ella. ¿Y hoy día, qué? Ah, el mundillo político y la sociedad se encargaron de imponer una “legislación discriminatoria positiva’ en beneficio de la mujer, pasándose con exagerada vehemencia a la otra banda donde ya comenzaron a escucharse voces exigiendo equilibrar la situación.
¿Y los jóvenes ‘pololos’ durmiendo en la misma pieza, en la misma cama, en casa de los padres de ella o de él, con absoluto consentimiento de sus progenitores? ¿Qué pensaba la sociedad chilena, tan conservadora y cristiana, respecto de este tema antes del año 1980? ¿Qué piensa ahora? Son cientos las parejas de jóvenes (especialmente universitarios, mayores de edad, por cierto) que viven o conviven en el mismo domicilio –preferentemente con aportes económicos de sus padres- durante sus procesos de estudios, y ya nadie se extraña ni se echa ceniza en la cabeza. Las píldoras anticonceptivas, los condones y la pastilla ‘del día después’ son salvavidas rutinarios en esos casos.
Pero, entendamos lo esencial. No se trata ya de luchar contra el avance de los tiempos, sino más bien legislar inteligentemente respecto de ese avance, aceptando los nuevos términos paridos por la sociedad a la vez que se resguarde –leyes mediante- la integridad, salud, economía y derechos fundamentales de los chilenos, tanto como también la integridad y futuro de la sociedad en su conjunto y del país mismo. Eso es lo que debe ocupar y preocupar a los legisladores, a los medios informativos y al Estado Docente.
En fin, lo que quería decir realmente es que me provoca cierta sonrisa el escuchar ardorosas discusiones en paneles de televisión y en columnas de diarios respecto del “aborto tres causales”, o “matrimonio gay”, pues de inmediato recuerdo que la Historia es una magnífica maestra, y ella nos enseña lo ya dicho: que en todas las etapas en que ella se divide para un mejor estudio, aquellos que se oponían con fiereza y fanatismo a los avances y cambios, finalmente, pasados algunos años, comprobaron que estaban derrotados.
Es que los cambios tecnológicos son más rápidos y numerosos que los cambios sociales, y estos –a no dudar- son más veloces y decididos que los cambios políticos y jurídicos. Es la ley de la vida, la única que no requiere quórum.
El avance de los tiempos, los signos de la modernidad, son imparables. Por ello, es aconsejable legislar para impedir o contener ciertos exabruptos y excesos, pero jamás para intentar detener la rueda de la Historia ni el reloj de los siglos.
Amigo lector, si usted pasó los “titantos”, no se preocupe en demasía … es muy posible que el proceso evolutivo planetario sea circular, y en ese caso, tarde o temprano, volverán a estar de moda nuevamente el matrimonio por las dos leyes, el respeto a los adultos mayores y a los profesores, así como también el honrar la palabra empeñada.