Por Hernán Narbona
Periodismo Independiente
“No interesa prevenir, ni curar, el negocio son las enfermedades crónicas”
Sobre el punto hay mucho que debatir. Desde que la medicina se mercantilizó hay una atención para los pobres y otra para los que tienen recursos para pagarla. A los pobres debe apoyarlos el Estado y se han implementado los planes de protección en determinadas enfermedades crónicas. Esto incrementa los ingresos de la industria. Por otra parte, la salud dual, Fonasa e Isapres, genera brechas de desigualdad crecientes.
En la perversidad del diseño mercantilista, los grandes laboratorios buscan proteger sus inventos y patentes de medicamentos, tratando en los Acuerdos Comerciales que los Estados no puedan producir medicamentos genéricos que sustituyan los de marcas registradas.
En las redes asistenciales todos son parte de un engranaje que busca explotar al máximo a los pacientes: los médicos se ven obligados a derivaciones innecesarias , a exigencia de exámenes innecesarios, el tiempo que den a un paciente está regulado por indicadores de “productividad”. El médico no previene, no busca curar sino mantener al paciente crónico dentro de ciertos parámetros. Se obliga a practicar una medicina alópata, excluyendo las medicinas alternativas como la homeopatía, la acupuntura oriental o la medicina natural ancestral.
El médico es coimeado indirectamente por un sistema que lo restringe, pero que también le da un trato elitario, con prebendas impropias pero aceptadas como prácticas usuales, por ejemplo, el financiamiento de congresos internacionales por parte de Laboratorios, cuestiones contrarias a la ética profesional, pero toleradas como parte de la pertenencia al sistema imperante.
El médico general, de cabecera, que hubo en Chile a mediados del siglo XX, hoy es historia.
La medicina es impersonal, un servicio en cadena, con una alta concentración en la propiedad de los distintos servicios, Isapres que mantienen sus propias clínicas, Centros de Laboratorios, farmacias coludidas, coimas por prescribir medicamentos de tal o cual marca, retribuciones encubiertas que generan una red de malas prácticas donde la situación es conocida y practicada por la mayoría, sin que sea un tema de Ética para el colegio profesional, el cual se ha convertido en un feudo para defender las prebendas de sus miembros.
Este tema ha sido denunciado por médicos connotados, pero los poderes fácticos son tan pesados que imponen sus intereses, por encima del interés general. La colusión político-empresarial lleva a la desprotección, al abuso y al abandono de la población a su suerte, en especial si se suma al cuadro las pensiones miserables de los adultos mayores, que dejan de ser negocio para el sistema.
Una arista oscura de la ruta de la corrupción, para el debate ciudadano.