Por Dra. M. Victoria Peralta E.
Académica UCEN y Premio Nacional Educación 2019
En las últimas semanas ha habido una difusión de estudios sobre los problemas de salud mental a nivel nacional y mundial. Entre los primeros están los del Dr. en psicología F. Lecannelier centrados en los niños de 1 a 5 años que señalan que estamos entre los peores niveles en comparación con otros países; otro es el estudio “Cuidemos a nuestros niños” que se refiere a los problemas derivados de la pandemia indicando que un 74 % de los niños los sufren. A su vez, la directora de UNICEF para A. Latina expresa también su preocupación por los efectos del confinamiento en los niños y niñas. En el plano internacional Daniel Goleman, el conocido autor de “La inteligencia emocional”, señala el gravísimo problema en que está la población mundial al respecto, y concluye expresando “la salud mental ha sido descuidada por los gobiernos de todo el mundo.”
Sobre esta última declaración, nuestro país no es una excepción ni en tiempos normales o en los complejos como son los que estamos viviendo. Los sistemas de salud tienen escaso apoyo a tratamientos en esta área que son extensos, caros y que requieren tiempo para que las personas puedan hacer actividades sanadoras como Tai-Chi, deportes, vida al aire libre, entre otros. Las prioridades curriculares no recogen tampoco estas necesidades de mayor atención a los aspectos socio-emocionales como si sucede en Bután, cuyo representante estuvo recién en Congreso Futuro, y contaba que el yoga fue introducido en todos sus niveles educativos. Por otra parte, científicos como D. Sommer de la U. de Harvard, señalan que se requiere de las artes y las humanidades para equilibrar los pesos que tiene la ciencia y la tecnología en la vida de los estudiantes.
A la par, Chile está viviendo un período histórico relevante que posiblemente no volvamos a tener en este siglo; la construcción de una nueva constitución que debe reflejar la sociedad que queremos, el tipo de personas que aspiramos a favorecer, y por tanto la educación que necesitamos para ello.
Esperamos que los constituyentes en general y en especial los políticos actuales y futuros, recojan estas enseñanzas que la investigación a gritos está señalando y que poco eco tiene en los discursos de nuestros representantes. Artes, humanidades y una educación que favorezca cualidades humanas y se ocupe de lo emocional, es primordial en el Chile a construir. Esperamos que no se cumpla más la opinión de Goleman al respecto.