Por Felipe Vergara Maldonado
Analista Político
Académico Universidad Andrés Bello
En los últimos años, la seguridad se ha transformado en uno de los principales temas a los que nos enfrentamos como sociedad; las propuestas van y vienen, algunas con sentido y otras tantas, más con efectos propagandísticos, que acciones concretas. Lo claro es que estamos viviendo como país, y también a nivel continental una proliferación de bandas delictuales asociadas al narcotráfico, el lavado de activos, la trata de blancas, secuestros, asesinatos, entre tantos otros crímenes que azotan nuestra cotidianidad.
En Chile recientemente se descubrió y logró desbaratar en parte, una nueva célula delictual los Trinitarios, cuyo origen es de República Dominicana y que a través del narcotráfico generaban temor y represión en la población, a lo que se le suma una extraña devoción religiosa vinculada a la santísima trinidad, mezclada con magia negra. Esta banda también está presente en otros países del continente, incluyendo Estados Unidos y llegando hasta a España. La captura de 42 de sus integrantes es un acierto en la lucha contra el crimen organizado, pero evidentemente no se logra con ello su erradicación.
Los Trinitarios se suma a otros carteles que operan en el país, donde el más relevante pareciera ser hoy en día el llamado Tren de Aragua, que ha demostrado su peligrosidad en varias oportunidades, ya sea a través de asesinatos, secuestros y narcotráfico; esta agrupación delictual tiene su origen en Venezuela y de ahí se ha expandido a la región, afectando a varios países de Latinoamérica. Lamentablemente Chile no es la excepción y pese a que el Canciller venezolano, Yvan Gil, argumente que dicha banda no existe, sino que es una ficción mediática, la realidad ha demostrado otra cosa y así se lo han hecho saber tanto la ministra del Interior, como el ministro de Relaciones Exteriores de Chile.
La situación que vivimos, enfrentados en nuestros propios territorios a estos carteles internacionales, nos lleva a reflexionar sobre cuáles son las medidas más efectivas para abordar esta amenaza, no hay duda que el fortalecimiento de las policías, el resguardo de nuestras fronteras y el control de las cárceles, donde pareciera se orquestan gran parte de sus crímenes, va en la línea correcta; pero no basta: se requieren mejores leyes que logren un efecto real en dichas bandas delictuales, un mayor apoyo a las Fiscalías y los Tribunales para que sus acciones sean aplicables y ejecutoriadas oportunamente, y se necesita un alineamiento transversal por parte de los diferentes actores políticos, judiciales y sociales para enfrentar esta amenaza unidos y no profundizar en las recriminaciones mutuas que en nada ayudan a avanzar en una solución realmente efectiva.
A su vez, es fundamental, de cara a la ciudadanía, que las autoridades y diferentes líderes de opinión, transmitan un discurso común para todo tipo de delito y no matices dependiendo de la característica de este; se deben perseguir con la misma fuerza el narcotráfico, la corrupción, los delitos tributarios, las asociaciones ilícitas, por nombrar algunos, garantizándole así a la sociedad un compromiso sincero contra las variadas acepciones que hoy se desprender del crimen.