Llegó la hora de erradicar el doble estándar político

Publicado por Equipo GV 8 Min de lectura

Por Pablo Varas
Escritor

binominalDesde el inicio del periodo post dictadura, luego que la concertación aceptara las condiciones que le impusieron las Fuerzas Armadas, el parlamento se ha convertido en un asunto feo, malo, y no se trata de santificar periodos parlamentarios anteriores, sencillamente el que empezó a operar desde 1990, no ha estado a la altura en la reconstrucción de un consecuente país republicano.

Pasan los años y como si de un inculpado por boletas falsas se tratara niegan el acuerdo Concertación-Fuerzas Armadas. Fueron los militares quienes les impusieron las reglas a seguir en los años por venir. El modelo político/económico y social no se toca. Poco, casi nada hubiera sucedido en Derechos Humanos si no hubiera sido por la brillante visión y consecuente forma de Baltazar Garzón en el Derecho Internacional. Concertacionistas y militaristas compartieron lágrimas y los golpes de aquella derrota. Algunos de esos bisagra aspira ser candidato para alguna o cualquier cosa.

La derecha que tiene los signos de la victoria pinochetista entre sus manos y su criminal historia, dice ser los más votados, que la gente los aplaude, los con más parlamentarios corruptos, pero ellos nada dicen que son hijos del binominal, hermanos de Jaime Guzmán. Testaferros del periodo más oscuro de la historia de la patria, guarida para criminales y desteñidos uniformes.

Pobre de ellos…

En la mano hay espacio para contar aquellos parlamentarios independientes, el resto TODOS HIJOS DEL BINOMINAL, ese artilugio/pesadilla que Jaime Guzmán diseñó para que con su patología incluida después de muerto, sea algo así como una corona de espinas para los reyecitos que llegaron, y están por llegar.

Las ganas de volver al gobierno, eso de estar tantos años alejados de lo público los enfermó. No hablo del servicio público, hablo del oscuro afán protagonista aprovechador, de darle vida a sus partidos/esperpentos/orgánicas/funcionarios. Los tiempos los dejaron como si de una jauría se tratara, todos hablando. Chile necesita democracia y vamos predicando que la alegría ya viene, todos golpeando las puertas de los medios de comunicación independientes para aparecer, implorar por una columna para juntar puntos y estar en la foto. Luego condenaron al periodismo independiente y lo hicieron desaparecer, esa deuda aún está entre las pendientes.

El modelo político chileno está a la altura de los tiempos proclamaban en sus reuniones de Comité Central, y se repartían los parlamentarios y senadores, en todas las regiones siempre alguno ganaba, una rifa mentirosa, un  fraude compartido, sórdidos acuerdos con la derecha para que todo siga igual, Chile un botín de guerra. En lectura fácil, que los chilenos puedan elegir a su presidente es suficiente decían, eso lo hacen casi todos los pueblos y es suficiente argumento para demostrar los profundos cambios en la institucionalidad chilena. Eso predicaban los embajadores, parlamentarios y los presidentes en giras internacionales. Los pobres, los marginados, los excluidos esos millones de desiguales no estaban, nunca aparecieron.

Algo cambió. Lentamente la vergüenza política parlamentaria los hace ya insostenibles, retocan el binominal, porque se debe dejar en claro que los que más votos obtengan no serán, algunos de aquellos no podrá ser parlamentario y caballeros de su poltrona. Bastaba con promulgar que los más votados de cada lista sean y se acabó. Extraño maridaje matemático/político/estadístico, eso sucede cuando nacen los acuerdos y pactos entre iguales de corruptos.

Los tiempos cambiaron la suerte del viejo patrón, como dice una canción chilota. Nada les cuadra, ni las platas, ni las boletas ni menos los votos. Este es el asunto actual, la REINCRIPCION como partido. Buscar votos para mantenerse en la seudo legalidad, esa que ellos mismos han vulnerado, sin pagar ningún costo y6 a bajo precio.

La adherencia a un partido es un asunto personal, y puede empezar por el color de la bandera o por los favores recibidos, también hay quienes firman y se comprometen para compartir el proyecto de sociedad y del país que se necesita. Es un acto voluntario, incluso en históricos orígenes familiares.

Llegó la hora de castigar a TODOS los binominalistas, necesitan tragarse el polvo, pagar por las traiciones cometidas, no puede salir gratis la concomitancia con el poder económico mientras se les pide el voto a los sencillos, esos millones de pobres que son casi ciudadanos invisibles. Hay que hacerlos desaparecer y esperar que el justo olvido los lleve allí para que compartan el sueño con los elegantes.

La patria está y existe, no hay que construir un país con una pala, no hay que hacer más hoyos, sencillamente se trata de volver a reinstalar la dignidad perdida y que el respeto sea repartido entre todos los chilenos de manera justa. Que las esperanzas sean escritas y votadas en un Congreso, con su historia y pasado incluido. Bien le hará a Chile una nueva institucionalidad y no se le niega la participación a nadie que sea el más votado. Acá no hay espacio para el partido único. Lejos estamos de Corea del Norte y de la burocracia que en nombre del pueblo se escribía en el único diario, el del partido.

Hasta que pidan agua. Llegaron esos tiempos, es la hora que se reclamaba, está de frente esa oportunidad que se esperó por años para castigarles sus traiciones, su entreguismo, su concomitancia, el doble estándar como conducta de vida política, su foto amarilla corrupta.

Chile no desaparecerá si dejan de existir algunos partidos políticos porque no lograron juntar firmas para seguir siendo los almaceneros de las esquinas. Los que prometieron un tren que salude a las viejas estaciones donde duermen los buenos sueños. Entre todos hay que levantar un dedo acusatorio por haber vendido la educación, ese derecho fundamental y entregárselo a los banqueros/prestamistas venecianos. Es la hora de que rindan cuentas y no son alegres.

Los ciudadanos, lo que sostiene y manifiestan preocupación por algo que podría llamarse futuro, están en ese momento justo, el más añorado para decirles sencillamente que NO… hay que decir que NO y no firmar.

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