Por Sergio Urrutia
Docente Escuela de Economía y Negocios, U.Central
El diálogo, según la Real Academia Española, es una “discusión o trato en busca de avenencia”. Lamentablemente, cada día vemos cómo en nuestra sociedad, el concepto se fue perdiendo y en su reemplazo llegó la acción inmediata, el ataque, la ofensa y la nefasta actitud de no saber escuchar.
Este tipo de reacciones están peligrosamente naturalizadas y a la vez son justificadas en el cansancio, el estrés, u otros factores que predisponen a no escuchar lo que la otra parte propone y a la vez nublan la capacidad de resolver ciertos arrebatos y anulan la posibilidad de participar mutuamente en la resolución del problema o conflicto.
¿Dónde se perdió la capacidad de dialogar?
Tal vez en la familia, cuando se dejó de discutir respetuosamente, pasando por alto que la verdad es una suma de versiones y no la imposición obcecada de una sola óptica y que el diálogo exitoso implica negociar, es decir, que ambas partes cedan para logar un objetivo.
En ese espacio íntimo y fundamental de la sociedad, se dejó de ejercer autoridad para no entrar en conflicto, generando personas sin capacidad de diálogo, intolerantes al fracaso, demandantes de derechos puramente, e indolentes ante los deberes.
No obstante, seamos optimistas y pensemos que tenemos una gran oportunidad como sociedad de recuperar la cultura por el diálogo, la mesura y el respeto por el otro u otra; de tolerarnos y de entender que debemos convivir en las mejores condiciones en beneficio de los que estamos aquí, de las generaciones actuales y de las venideras.