Por Wilson Tapia Villalobos
Nunca como ahora la realidad parece ficción. Es que los parámetros en que acostumbrábamos a medirnos, hoy no sirven. Todo está en entredicho. Lo único que parece claro es la desconfianza. Y cada cual hace su aporte para que tal estado de cosas se mantenga.
No es que la base en que se mueve la civilización haya cambiado de manera radical. Finalmente, el sistema imperante sigue teniendo al capitalismo como su principal referente. Por lo tanto, el poder continúa afincado en la acumulación de riqueza, pese a que aún todos seguimos cantando loas a la democracia. Paralelamente, el avance científico tecnológico ha puesto nuevas variables y lo que antes parecía respetable, hoy resulta obsoleto, sin que el reemplazo se demuestre más eficiente y, en algunos casos, ni siquiera aparezca.
En este sentido, echar una mirada a los acontecimientos semanales resulta aleccionador. El Tribunal Constitucional (TC), una de las herramientas creadas por la dictadura para afincar poderosamente la estructura institucional ideada por Jaime Guzmán, entrega el primer botón de muestra. Desbarata con una de sus decisiones la reforma laboral. Y se trata nada menos que de una de las promesas más importantes del programa de la presidenta Michelle Bachelet. La intervención del TC fue solicitada por la oposición derechista, a sabiendas que en su composición contaba con mayoría. Una simple jugada política para desbaratar cualquier intento de hacer más justa la distribución de la riqueza en Chile.
En esos mismos días, el ex ministro de Hacienda de la dictadura y ex candidato presidencial Hernán Büchi, anunciaba su decisión de irse del país. Fijaría su residencia definitiva en Suiza, país de sus antepasados. La razón, la “incerteza jurídica” que impera en Chile. Pero su decisión no estaba impulsada por la resolución del TC. Por el contrario, se va porque las reformas paralizan el crecimiento nacional debido a que las “incertezas jurídicas” ahuyentan las inversiones. ¿En qué quedamos, por qué se va si tiene al TC que resguarda la juridicidad?
Otra muestra. Andrónico Luksic quiso dar señales de humanidad. Y como empresario poderoso y moderno, utilizó You Tube. Quería responderle al diputado Gaspar Rivas Sánchez, ex Renovación Nacional, que públicamente lo trató de “hijo de puta”. Así, sin más, sin respeto por las convenciones sociales, los millones, las canas, la cercanía ideológica. Ver a Andrónico en un vídeo de su propia inspiración -o de sus asesores- y en las redes sociales, no es cosa común. Sin duda, una novedad, pero no era solo eso lo que el empresario pretendía. Si quiso mostrarse cercano, soslayó temas esenciales como son los relaves de sus empresas mineras que afectan a comunidades enteras. Si quería defenderse de los ataques contra la hidroeléctrica Alto Maipo por los daños ecológicos y patrimoniales, no bastaba con decir que solo es propietario del 40%. Finalmente, reducir su participación en la vida de Chile al caso Caval, es una hipocresía.
Un botón más. El diputado Pepe Auth renunció a su militancia en el Partido por la Democracia (PPD). Todo apunta a que las razones son su pérdida de peso al interior de la colectividad. Auth sostiene que son diferencias ideológicas. Condena lo que denomina “narcicismo con espejo ajeno”, que practicarían las actuales autoridades del PPD. Y Pepe algo de eso sabe. Hay que recordar que, en los últimos tiempos, sus aportes más recordados no son políticos sino en la farándula televisiva.
Y a propósito de este último botón, parece conveniente ampliar la mirada hacia la contraparte de quienes ejercen el poder. Mirar a aquellos que, de alguna manera, conceden poder político. En esta área es indiscutible el manejo mediático. Mucho más que en el pasado, en que las ideologías políticas marcaban algunos cauces. Hoy, los arquetipos más básicos son utilizados para provocar identidad. Uno de ellos es la belleza, la buena presencia, el erotismo. De otra manera no se explica que algunos personajes sean hoy diputados y hasta senadores. Y estén allí no por su aporte en términos de programas o propuestas, sino por la imagen que de ellos crearon los medios. En la próxima elección municipal se verán más ejemplos que, posiblemente, colaborarán en el desprestigio de la política.
Pero este no es un problema nacional solamente. A nivel mundial vemos como la ausencia de contrapesos ideológico-políticos generan fenómenos preocupantes. La ultra derecha comienza a unirse en Europa. La liga Norte de Italia establece pactos con el Frente Nacional que crece en Francia. La ultra derecha alemana, cobijada en el Partido Alternativa por Alemania, impulsa medidas contra los inmigrantes, como incluir en su programa que el islam no forma parte del país. Por lo tanto, minaretes y el velo deben ser prohibidos. Algo similar a lo que plantea la ultra derecha austríaca, reciente vencedora en la primera vuelta presidencial. Y también parecido a lo que sostiene Vladimir Putin, para Rusia. Y Putin cuenta con algo más del 80% de apoyo ciudadano.
En América Latina el movimiento zigzagueante de las preferencias electorales es una constante. Y si bien ello puede ser explicado por las fuerza mediática y la ignorancia de los votantes, tiene también otras explicaciones. Lo anodino de las propuestas políticas acerca las posiciones. Por eso, un Macri puede reemplazar a una Cristina Fernández o un Piñera a Michelle Bachelet y viceversa.
La banalidad de los referentes, la inconsistencia de los políticos, la corrupción, la apatía e ignorancia de los electores, forman una mala mezcla.