Esta sociedad del poder total conformada por capitalistas y politicastros basa su primacía en la ignorancia de gran parte del electorado que vota sin tener idea, ni conocimiento ni información, respecto de lo que de verdad es vital para el país.
Por Arturo Alejandro Muñoz
Columnista Granvalparaiso.cl
Hay personas que prefieren leer y ser informados a través de “mentiras disfrazadas de verdades’, que de la verdad desnuda. Ello es de habitual ocurrencia en materias políticas, por lo cual muchos artículos y columnas de opinión –en especial aquellas que desnudan verdades sin compasión ni titubeos- sufren virulentos ataques provenientes de personas que, por lo general resultan ser verdaderos ‘fans’ de determinado partido, gobierno o dirigente.
La mayoría de los electores prefirieron no concurrir a sufragar en los últimos comicios presidenciales, sólo el 26% de ellos asistió a los centros de votación. Parece extraño y tal vez sólo suceda en Chile, pero en las dos elecciones donde el triunfador fue Sebastián Piñera ha sucedido lo mismo: la gente elige a un candidato para ocupar el principal cargo de la nación, y en esa acción se dividen en dos grupos: uno de ellos está conformado por ciudadanos que desean que el candidato por el cual sufragan sea el nuevo mandatario, y el otro grupo (evidentemente menor en número) está conformado por aquellas personas que votan por el candidato como una forma de castigo al gobierno vigente.
¿Dónde está lo extraño? Se elige a un presiden te y culminado el proceso eleccionario un porcentaje de esos votantes se integra ipso facto –casi mecánicamente- a la oposición a ese mismo candidato. Extraño, pero real. Sin duda alguna, no se trata de una buena señal respecto de la sanidad del sistema democrático. Desgraciadamente no es la única, y tampoco podemos afirmar que ello acaece sólo en Chile, pues al parecer se trataría de un fenómeno que comienza expandirse urbi et orbi en nuestro subcontinente latinoamericano, como lo veremos líneas adelante.
En realidad, las últimas señales sobre la sanidad del sistema democrático no son halagüeñas y en honor a la verdad vienen no siéndolo desde hace un largo tiempo. Vea usted lo siguiente.
En los terrenos de las Fiscalías hay una majamama que comienza emanar aromas insoportables desprendidos de los graves desaciertos cometidos en casos como Caval, Penta, SQM y otros, pues, por angas o por mangas, explicaciones más, explicaciones, menos, lo cierto es que pareciera que las cárceles no están construidas ni habilitadas para todos los chilenos, ya que a ellas difícilmente llegarán delincuentes que proceden del mundo de las altas finanzas o de la alta política. Y si algún Fiscal osa inmiscuirse en ello para aplicar la ley a rajatabla, saldrá chamuscado, como ocurrió a los fiscales Carlos Gajardo y Pablo Norambuena, quienes habían liderado las investigaciones por financiamiento irregular de la política, y tenían casi en el filo de la navaja al diputado Iván Moreira. Ambos presentaron sus renuncias al Ministerio Público.
“Se está impidiendo que la justicia haga un reproche penal a conductas extremadamente graves”, afirmó Carlos Gajardo, luego de su renuncia presentada ante el Fiscal (s) Manuel Guerra, uno de los favoritos del inefable y criticado Fiscal Nacional Jorge Abott, quienes designaron el caso ‘Moreira’ a otro fiscal de similar inefabilidad, Pablo Gómez, esposo de Patricia Pérez, quien fuera ministra durante el anterior gobierno de Sebastián Piñera.
La “explicación” entregada por estos rara avis de la legalidad respecto del sobreseimiento de Moreira fue que en caso de comprobarse constitución de delito por parte del parlamentario UDI, ello tendría una sanción tan baja, que entonces era mejor llegar a un acuerdo para evitar al estado el costo del juicio. Y el acuerdo’ consistió en cobrar treinta y cinco millones de pesos al senador Moreira como ’sanción’. El mensaje es contundente: si hay dinero suficiente (los parlamentarios lo poseen a calderadas), hay libertad; de no haberlo, hay cárcel. Los delincuentes pobres no tienen escapatoria, el chucho les espera.
Las malas señales continúan. Sumado a lo de Iván Moreira está la decisión oficial de entregar la explotación y venta del litio a SQM, lo que suena como una pagada de favores a la empresa dirigida por el ex yerno de Augusto Pinochet. Junto a ello, se le niegan atribuciones a SERNAC para defender a los débiles consumidores ante las estafas y vivarachadas de empresarios y comerciantes inescrupulosos.
Una vez más, los parlamentarios juegan a favor del poder y en contra del ciudadano común, al que consideran algo más que un simple gusano cuya tela es necesaria para aumentar riquezas individuales y poder corporativo. Ello es fácilmente comprobable con la última actuación de los dueños del legislativo, quienes –en la Cámara de Diputados- aprobaron en general un paquete de 105 modificaciones al reglamento de la Corporación, entre las cuales se encuentra el aumento de cuatro a veintinueve días (hábiles) que tendrán los diputados para ausentarse (o no asistir) del trabajo legislativo, lo que en buen castellano y simple matemáticas equivale al 40% de las sesiones anuales.
¿Usted, amigo lector, considera insuficientes estas ‘señales’ en cuanto a temer que la democracia está en franco deterioro en Chile? Pues bien, aquí hay otras. Antes de la elección presidencial, el bloque ChileVamos votó en el Congreso a favor de la gratuidad universal en Educación. Terminada esa elección, el mismo bloque ChileVamos votó en contra de la gratuidad universal en Educación,. ¿Hipocresía? Me parece que no, más bien parece que es mirar a la sociedad civil por sobre el hombro y creerse dueños del país, de su gente, sus recursos y su futuro. El mentado bloque buscó los votos, obtuvo los votos y, después, se limpió las partes pudendas con la opinión de sus propios sufragistas.
Lo anterior no le hace honor alguno a la democracia institucional, como tampoco podemos aegurar que setrate de algo ‘normal’ een ese sistema lo que denunció la diputada comunista Karol Cariola al tratar de explicar las razones de la derrota presidencial de su coalición ‘Nueva Mayoría’, ya que se despachó un comentario nada de liviano -para el sistema democrático,. claro está- al decir que: “.“Hubo sectores, y que hoy día han salido del clóset, que trabajaron desde adentro para autoinfligirnos (sic) una derrota porque les parecía mucho más cómodo ser oposición que seguir con las transformaciones (….) el sector que dejó la DC, encabezado por Mariana Aylwin, que claramente no estaba cómodo con el gobierno de transformaciones de la Nueva Mayoría, que lo boicoteó desde adentro permanentemente. Y hoy día ella logra salir del clóset y expresar una posición política más honesta respecto de su verdadera visión. Eso claramente le despejó el camino a Sebastián Piñera”.
¿Así están las cosas en nuestra vapuleada y débil “democracia protegida y de los acuerdos”? ¿Las componendas, corruptelas, mentirijillas, ambiciones personales y traiciones a la palabra empeñada públicamente (y a las propias raíces), son pan de cada día, son parte de la ‘normalidad’ del sistema? Definitivamente, son malas señales para una democracia endeble como la nuestra, una democracia que subsiste en las billeteras de los poderosos y, tal vez, en las puntas de las bayonetas de los hijos de los poderosos.
Hèlene Landemore, académica y cientista política de las universidades de Yale, Stanford y Harvard, afirmó que “la democracia, tal como la conocemos en Latinoamérica, ha llegado a su tope. La corrupción y la desconfianza han escalado a tal punto que el desafío para las instituciones y la ciudadanía es crear un nuevo modelo de representación”. En su opinión, el camino sería apostar por una democracia abierta donde las personas fueran eje y motor de las decisiones. ¿Una Asamblea Constituyente, por ejemplo? No lo dijo, pero esa lectura es válida también, aunque pueda haber consenso en lo que concierne a gobiernos y sistemas con un Estado no empresario, pero sí fuerte fiscalizador y garante de la justicia social, la igualdad de oportunidades, el tripartismo laboral y la defensa de los débiles.
Sin embargo, incluso con una activa Asamblea Constituyente la cuestión de la ignorancia y desconocimiento de las necesidades reales y vitales de la nación sigue siendo una deuda que requiere ser subsanada antes de otorgar el sagrado, democrático y soberano derecho de decisión a la totalidad de la sociedad misma, pues muchos ciudadanos (millones tal vez) emiten su sufragio sin conocer datos irrefutables respecto de –por ejemplo- el cobre, el litio, la previsión social, el medio ambiente, las forestales, las salmoneras, la brecha económica, la sindicalización, el negocio de la Salud, de la Educación, etc., etc.
Queda como tarea para la reflexión… y para la acción.