Nada cambia, todo sigue igual

Publicado por Equipo GV 8 Min de lectura

Por Arturo Alejandro Muñoz
Columnista Granvalparaiso.cl

neoliberalismoNadie quiere ser general después de la batalla; al menos, nadie que escriba y publique. Por ello, estas líneas se despachan un día de efectuarse el balotaje o segunda vuelta electoral que definirá quien será primer mandatario durante los próximos cuatro años.

El tema central de la siguiente nota apunta a señalar cuán sólido se encuentra en Chile el sistema neoliberal, etapa avanzada del capitalismo. Lo hemos dicho en otras ocasiones y queremos insistir en ello; el nuestro no es ya un sistema, sino una ‘civilización’. Así de firme está. A finales de los años setenta servimos de conejillos de indias para el plan piloto con el cual experimentaron Washington, el FMI y el Banco Mundial antes de recomendarle el nefasto plan al resto de sus ‘protegidos’. Fue el tiempo de la dictadura cívico-militar y los “Chicago Boys”.

Cuatro décadas más tarde, el sistema muestra una consolidación tan densa que incluso la dirigencia del otrora combativo y revolucionario partido comunista se encuentra cómoda formando parte activa del bloque político que lo administra, al que jamás ha combatido seriamente. Ni combatirá en un futuro cercano.

El tango sigue siendo tango, independiente de si usted lo escucha y baila con música en vivo o con música envasada. Con orquesta o sin orquesta, más atractivo o menos atrapante, da lo mismo pues en esencia es tango.

Fíjese que con el sistema socioeconómico llamado neoliberalismo ocurre algo similar. Con Chile Vamos o con la Nueva Mayoría, con o sin apoyo del Frente Amplio, con mayor o menor salvajismo, el gobierno que viene seguirá apostando sus fichas al sistema de marras, como han hecho sus antecesores. Como en el tango el ritmo fue, es –y seguirá siendo– neoliberal.

Los pilares fundamentales que sustentan su mecánica no se sienten amenazados por ninguna de las dos coaliciones que cohabitan en los poderes del Estado. La previsión social, la educación, la salud, el desdén por el tripartismo laboral, el mantenimiento de una política privatizadora de nuestros recursos naturales, no serán reestructurados. Con suerte, maquillaje nuevo y algo de agua de colonia refrescante. Sólo eso, con suerte.

Ejemplos de lo dicho, sobran. Anote, por favor:

Una AFP estatal; oficialización del copago más allá de la desmunicipalización de la educación (donde el profesor continuará sin atributos legales para manejar la clase y el curso, ya que todo seguirá siendo principalmente una mesa de negocios); leyes laborales para favorecer a la empresa en detrimento del trabajador, soslayando inmoralmente los acuerdos firmados por el país en la OIT (Organización Internacional del Trabajo); una política cuprífera y minera sin nuevas variantes (lo que permite augurarle al Litio un futuro en manos privadas, es decir, regalarlo a consorcios mega empresariales internacionales); el arrullo al sueño en que se mecen leyes blandas que dejan campo abierto a la delincuencia; permisividad oficial para que clínicas y centros hospitalarios soslayen la legislación respecto al aborto con tres causales, píldora del día después, etc.

¿Legislar con dureza contra la corrupción política y contra la que ya es rutina entre poderosos empresarios, militares, sacerdotes, pastores? ¿Trabajar decididamente para acortar, rápida y eficazmente, la vergonzosa brecha económica que hiere el alma del Chile trabajador? ¿Atacar de frente y con todo al narcotráfico? Ni soñarlo: todo lo mencionado forma parte esencial del capitalismo salvaje aplicado en Chile, que no podría funcionar sin los elementos anotados. Resultan ser órganos activos de su propia naturaleza.

Dijimos al comenzar esta nota que estábamos manejados por una ‘civilización’ socioeconómica, cuestión que se comprueba no bien se conoce la extensa saga de datos y hechos que avalan el aserto. A estas alturas de nuestra Historia republicana, el país puede confirmar que quien verdaderamente lo administra es el sistema mismo, el cual no requiere de la presencia de ‘estadistas’ ni ‘iluminados’ en el gobierno para seguir procesando su propia marcha.

Ha sido el sistema (y no el público elector) quien encauzó el nombramiento de tales y cuales candidatos a tales y cuales cargos de representación pública de alto nivel. El sistema, ya se dijo, no requiere –ni le agradan– los estadistas de verdad, menos aún le satisface que personas brillantes en materias políticas –y con andar propio– puedan encumbrarse a la primera magistratura de la nación. No: el sistema se maneja solo y es lo que quiere seguir haciendo.

¿Que es necesaria la presencia de jefaturas en esta u organización para que la maquinaria funcione sin mayores tropiezos? Pues bien, a través de los poderosos medios de prensa que maneja, el sistema se encarga de que la maquinaria partidista, mediática y empresarial encauce a la opinión pública a aceptar de buen grado los nombres de aquellos que cuentan con su beneplácito para competir en el rol de ‘jefe’, una suerte de rey “que reina, pero no gobierna”.

Si producto de las estupideces balbuceadas por los candidatos en sus respectivas campañas usted tiene ciertos temores por las consecuencias del gobierno que vendrá, abandónelos. Chile no será Venezuela ni Dubai; ni Cuba ni Canadá. Seguirá siendo lo que es hoy.

Es un hecho de la causa que no hay paso libre para estadistas ni personas políticamente brillantes, con andar propio, como las de años ha, más allá del caleidoscopio ideológico, pues el sistema no acepta a nuevos Alessandri Palma, Aguirre Cerda, Frei Montalva o Allende Gossens; sólo acepta y cobija a políticos como los que usted conoce, amigo lector, y que no representan un peligro de cambio real. La voluntad de la estructura vigente es que en lo esencial nada cambie, y que todo siga igual.

Entonces, parafraseando lo que se dijo al inicio de esta nota, el sistema permite algunos matices, como que la música pueda ser envasada o interpretada por una orquesta, por un piano, o una guitarra, o un solitario bandoneón, en karaoke, en coro o en silbido… pero exige que siga siendo el mismo ritmo de siempre. Que siga siendo tango.

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