Por Francisco Talep
Profesor Facultad de Derecho, U. Central
Nuestro pueblo tiene como una de sus características esenciales, sobreponerse al dolor, las catástrofes y los infortunios, la naturaleza nos ha diseñado así.Terremotos, tsunamis, incendios, inundaciones, avulsiones y hoy nuestra clase política, constituyen una serie periódica e ininterrumpida de hechos que desafían nuestra capacidad emocional para sobreponernos a ellos.
Esta capacidad es difícil replicarla en otros pueblos y lo más notable es que constituye motivo de admiración de los demás. La solidaridad frente a esto es motivo de orgullo para nosotros, que ante catástrofes, somos capaces de dejar de lado nuestras diferencias y como un solo cuerpo, nos reponemos y volvemos a levantarnos, con esa fortaleza y resolución propia de comunidades que la naturaleza regularmente pone a prueba.
En estos hechos la voluntad humana tiene poco y nada que hacer, pero se ha sumado otra riesgo, más devastador, peligroso, solapada: nuestra clase política. Gente especializada en mentir, en fantasear, en hacer declaraciones pomposas, discursos floridos, simplemente en no hacer la pega; en poner caras adustas, serias e imperturbables ante la evidencia de sus conductas dolosas y que gozan de las mejores y mayores prebendas económicas de toda nuestra sociedad. Pero el peligro no está en eso, sino que con su conducta, negligente, hipócrita e infame, ha inoculado en el alma de nuestra sociedad la desidia, el individualismo, el conformismo y la resignación.
Chile despierta, somos depositarios de grandes virtudes que la creación nos dio, que no sea la clase política la que te despoje de ellas, rebélate ante la mentira, la hipocresía la falacia, no seas resiliente con algo que es solo tuyo, la dignidad de ser chileno.