Por Emilio Oñate
Decano Facultad de Derecho, U. Central
La Presidenta de la República, Michelle Bachelet, ha anunciado el despacho al Congreso de una nueva Constitución, lo hace por cierto, en el ejercicio de sus atribuciones, sin embargo cuesta entender cuáles son las razones o motivaciones existentes para hacerlo de una forma y en un momento tan poco propicio. En especial si lo que realmente se quiere es tener una nueva carta fundamental, nacida en democracia, que recoja los consensos sociales existentes, que avance en el reconocimiento de nuestros derechos y su adecuada tutela, como asimismo fortalezca las instituciones de la república, vigorizando en definitiva el sistema democrático.
De lo contrario, la otra explicación, francamente absurda, sería querer cumplir con un compromiso de campaña, que en los hechos, a menos de una semana de concluir su mandato, no tendrá viabilidad alguna.
Efectivamente el texto constitucional recientemente conocido, tiene aspectos destacables como la eliminación de leyes supra mayoritarias, el término del control preventivo genérico sobre las leyes del Tribunal Constitucional y el mecanismo de integración de sus ministros. Sin embargo, también hay materias que dejan muchas dudas como por ejemplo el establecimiento de acciones judiciales ilimitadas frente a la lesión de cualquier derecho, con apelación ante el Tribunal Constitucional o la iniciativa popular de ley. No obstante, más allá del análisis sobre el contenido mismo de la nueva propuesta, lo cierto es que en un tema de tanta trascendencia, las formas, los tiempos y tal vez lo más importante, el dialogo y la promoción de lo que se quiere anunciar al país, se descuidó absolutamente o lo que es peor se omitió de manera deliberada.
Aunque parezca un contrasentido, quienes menos promueven un cambio constitucional, quienes más insisten en argumentar que una nueva constitución es irrelevante para el sentir ciudadano y que hay temas mucho más importantes para el país que abordar, sean los que con más entusiasmo hayan recibido el anuncio de una nueva constitución, por cuanto el momento y la forma en que se hace, no hace más que debilitar la viabilidad de avanzar en ello.
Tenemos un texto constitucional que es más una reforma a la actual Carta, que una nueva constitución, sin embargo, su destino parece estar ya escrito, ni el gobierno ad portas de asumir, ni el nuevo congreso que tendremos a partir de los próximos días, han expresado mayor interés en avanzar en una nueva constitución, por lo que cabe preguntarse ¿y ahora qué?