La corrupción es un fenómeno político social que explica históricamente la caída de imperios y desaparición de partidos y coaliciones que detentaron el poder por largos períodos. Sistemas que parecían sólidos comienzan a desmoronarse por los vicios y malas prácticas.
Por Hernán Narbona
@hnarbona
El imperio romano es un buen ejemplo de esto, como también pueden serlo la caída de la Unión Soviética, la caída del PRI en México y la crisis de la Iglesia Católica a raíz de los casos de pedofilia y abusos a menores tolerados o encubiertos por las jerarquías. El poder corrompe cuando se concentra y no tiene contrapesos y fiscalización externa. Los regímenes dictatoriales, absolutistas, fundamentalistas, autocráticos, siempre colapsan por la corrupción que generan. Dentro de los sistemas políticos, la democracia representativa parece ser la menos proclive a caer en malas prácticas, sin embargo, se comprueba en una somera mirada al planeta cómo se corrompen las instituciones para perder su sentido de bien común y pasar a servir a sectas, élites, grupos cerrados en cofradías de silencio. Cúpulas que hacen de la política un negocio encriptado que excluye a quien no pertenezca al sistema.
Casi de entrecasa, la oligarquía terrateniente tejió sus parentescos para mantener el control, manejar los aparatos represivos del Estado y ahogar la presión social. Hoy esas oligarquías han tenido que sumarse a la plutocracia global y su monopolio de poder debió abrirse para ingresara el fenómeno multinacional, con nuevos poderosos sentados a la mesa de la rancia aristocracia política del siglo XX.
En el proceso de globalización de los últimos 25 años, por más que existan organismos contralores que deben velar por la legalidad de los actos públicos, las redes de intereses van ocupando esos puntos claves para lograr neutralizar la fiscalización que pudiere alcanzarles. El Estado Subsidiario fue la maniobra más inteligente para blindar el sistema generado en los 16 años de dictadura.
En Chile el 2015 se ha producido el sinceramiento de una realidad soterrada. Que algunos ignoraban y otros conocían, pero preferían callar porque era lo políticamente correcto. La globalización ha significado que como sociedad y personas, hemos recibido el impacto de los cambios mundiales. Nuestra democracia representativa fue fruto de negociaciones secretas. El toma y daca que permitió a la derecha mantener sus privilegios y a la izquierda renovada participar del modelo generando sus propias fortunas, consintiendo mutuamente en la continuidad del régimen heredado de la dictadura y neutralizando los entusiasmos revolucionarios que aún pretendían equidad, justicia y descentralización.
El destape del 2015 marcó la inflexión, las máscaras cayeron y se publicitaron los escándalos en la plaza publica, los lazos corruptos de conveniencia mutua entre grupos económicos y políticos. Los disidentes, díscolos, rupturistas eran neutralizados o. maquiavélicamente se destruía su imagen, con todo el peso de Instituciones que en eso sí funcionaron.
Hoy esa colusión de las fuerzas progresistas de izquierda, que echan mano a los mártires cuando necesitan victimizarse, con multinacionales que buscan hincar sus proyectos extractivos en nuestros más valiosos recursos, ha ido quedando en descubierto por la fiscalización de la prensa libre, por acciones de la sociedad civil, usando las redes sociales.
Las corrientes que encantaban al ciudadano con discursos que eran resabios de las utopías de los setenta, se cayeron en Argentina, se están desmoronando en Brasil y están por las cuerdas en Chile, y esto desde que la noticia política se trasladó a las páginas policiales.
La crisis de la izquierda chilena se ha debido al hecho vergonzoso de haber transado sus principios, por el repudio al cinismo político, a la traición de haber construido lazos económicos con quienes fueran ideólogos del neoliberalismo y quienes participaron en el derrocamiento de Allende y la represión que siguió. Esto es medular en la corrupción moral que ha marcado su decadencia actual. Sin embargo, esos renovados políticos confían en el control de las comunicaciones, en especial de la televisión abierta, que les permite mantener en ignorancia y confusión a grandes sectores sociales, a quienes se manipula con un asistencialismo que, a su vez, permite mantenerlos como clientes y votantes cautivos.
La Comisión Engels para la Probidad y la Transparencia se va debilitando y alejando del foco inicial que era la democratización de los partidos, con reempadronamiento de su militancia, Todo eso se va diluyendo, mientras todo parece encaminarse a un blanqueo, que haga borrón y cuenta nueva y aquí no ha pasado nada y seguimos “todos y todas” tan honorables como siempre.
Ante el desgaste de la adhesión a Michelle Bachelet (CADEM 20%) y las consecuencias de los casos Caval, Penta, SQM y otros, una salida que cunde como rumor político y que sería altamente probable: el término anticipado de su gobierno. El Estado en ese escenario político debería asumir la contingencia y la continuidad jurídica. Algunas señales respaldan esta probabilidad. Los guiños de Insunza a Longueira, el rumor de repostulación de Lagos, las señales de cúpulas empresariales que lo preferirían a Piñera muestran al duopolio cerrando filas. Por eso, invocando la crisis económica, no sería lejano que los dos años que restan pudieran confiarse a un equipo de “patriotas” disponible para recuperar el orden. Jaque mate a las reformas estructurales y a las aspiraciones de integridad para el sistema político.
En este escenario cupular y plutocrático, las instituciones volverían a funcionar, pero tal como las hicieron funcionar Lagos y Longueira para la pos corrupción del MOP GATE. Y si esas instituciones deciden pasar a un nuevo momento político, con una eventual renuncia presidencial, se abriría un capitulo que institucionalmente congelaría el proceso constituyente que ni siquiera se ha iniciado. Lo que significaría que la Presidenta o Presidente del Senado asuma temporalmente y que eventualmente se llame a un Comité de Emergencia Nacional para gobernar el tiempo que le quede al actual gobierno de la NM. Lo único que no se animarán a hacer es llamar a elecciones inmediatas o a un plebiscito. El temor al escrutinio y evaluación pública lo haría intolerable. Pero esto es sólo un análisis político, las sensibilidades reales van por carriles paralelos y corresponden a las percepciones que miden las encuestas. El sistema reacciona, se sincroniza y la ciudadanía tiene apenas su voto y su buena memoria para poder actuar en contrario.
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