Perteneciendo a la generación del setenta, viví muy joven pero intensamente el histórico período de la Unidad Popular, partiendo por el Comando de Prensa en Valparaíso y Santiago en 1970, justo cuando iniciaba mis estudios de Periodismo como segunda carrera. En los sesenta, en la Escuela de Ciencias Políticas habíamos vivido el tráfago de la reforma universitaria, el cisma en la DC que generó el MAPU, la construcción de la Unidad Popular, con precandidatos como Neruda, Chonchol, Allende.
Por Hernán Narbona
@hnarbona
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Esta semana se despidió con funerales de Estado al Presidente Aylwin, pero no hubo romería del pueblo llorando su partida. El juicio de la historia lo había alcanzado y , frente al destape de la corrupción estructural y de la traición explicita que hoy se conoce, la gente hizo sentir su silencio e indiferencia frente a la parafernalia oficial.
Están claros hoy los vasos comunicantes entre los grupos económicos que se enriquecieron con el modelo que impuso la dictadura y las élites “renovadas” que asumieron el gobierno en los noventa, asustando con un nuevo golpe, en circunstancias que todo estaba cocinado en el mayor secretismo. Gracias a la prensa independiente y la movilización social estudiantil del 2005, 2011 y 2015, esa verdad hoy se conoce y ello explica la ausencia de un pueblo lloroso en las exequias de Patricio Aylwin Azócar, como quiso pintarlo el poder, distorsionando la memoria histórica. Por eso, creo que como comunicador social debo dejar testimonio de mi lectura vivencial de esta historia contemporánea.
Fui parte de la utopía de llegar al socialismo por la vía democrática, la alternativa a la que confluíamos los cristianos junto a los marxistas. La reacción que partió la misma noche del 4 de septiembre de 1970, las vilezas de la ultraderecha y el ala conservadora de la DC, que fuera financiada por la CIA, el complot, los asesinatos del General René Schneider, antes de que asumiera Salvador Allende; de Pérez Zujevich que estaba por una salida negociada con la UP y contra un golpe de Estado; del Edecán Araya,todos agudizando la crisis, vino la escalada de violencia en las calles, la ultra derecha generando el paro de los camioneros, el mercado negro.Los fondos con que EEUU financiaba la sedición.
Y, del interior del gobierno, Salvador Allende, confiando en su muñeca, sufriendo la indisciplina, la cuña que le dejó el castrismo, el fatal cuoteo que hizo fallar en la unidad de dirección; la separación del MAPU, la traición de quienes nunca respaldaron el camino de reformas que proponía Allende y que se empeñaron en “agudizar las contradicciones”.
Y, en ese escenario, liderando el llamado al golpe de Estado, la DC guatona, con Juan de Dios Carmona, ultraderechista que asesoraba a Frei Montalva, y Patricio Aylwin, encabezando negociaciones que nunca tuvieron el ánimo de prosperar sino de derrocar al gobierno democrático, manipulando la institucionalidad en contra del pueblo. Las culpas también de una ultraizquierda que le hizo el juego al golpismo y la DC como instrumento del golpismo, pese a los esfuerzos de humanistas cristianos democráticos como Renán Fuentealba , Radomiro Tomic, Bernardo Leighton y Gabriel Valdés.
Apostando a que los militares le devolverían el poder, los derechistas demócrata cristianos fueron parte del golpismo y detonadores del mismo. En los ochenta, frente a un mal mayor, todos nos unimos sumando fuerzas para sacar la dictadura, pero sin olvidar esas acciones espurias, creyendo que vendría un mea culpa sincero en la DC, pero nuevamente se impuso el ala conservadora que desplazó a los verdaderos constructores del No, hasta que llegó al poder el mismo que había promovido el golpe y que jamás asumió la responsabilidad histórica sobre ese oscuro tiempo, concluyendo en nuevas traiciones al pueblo, como fue el profundizar el modelo neoliberal, coludirse cobardemente con los grupos económicos que habían saqueado al Estado durante la dictadura y plantear cínicamente “Justicia, en la medida de lo posible”.
Por eso estamos como estamos.
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Coincido plenamente con el articulista. Quiero agregar que la “Alianza para el Progreso” iniciada por Kennedy fue la estrategia para enfrentar a la triunfante Revolución cubana en el resto de4 América Latina, con su aporte triunfó en septiembre de 1964 el candidato del imperio, el DC Eduardo Frei Montalva. Luego Richard Nixon continuó impulsando las actividades subversivas en contra del Gobierno de Salvador Allende.