Los intereses del gran capital los tienen apresados con la cadena de sus ambiciones. No podrán salir del círculo vicioso por propia voluntad…entonces, habrá que llamarlos a retiro
Por Arturo Alejandro Muñoz
La muerte de dos estudiantes universitarios que participaban en una marcha pacífica en Valparaíso, a manos de un joven que cuenta con antecedentes oficiales de violencia, desató feroces reacciones de algunos lectores que comentaron el suceso con ira y odio en las columnas de opinión de diarios de alcance nacional, haciendo recordar los sucesos protagonizados por grupos de extrema derecha que dieron comienzo a la lucha sin respiro ocurrida en la década de 1970, poco antes de la asunción al gobierno del doctor Salvador Allende.
Pareciera que la situación del país está pasando de color castaño a oscuro. Algunas situaciones acaecidas recientemente –como las relatadas líneas arriba- obligan a recordar acciones similares que sucedieron a comienzos de la década de 1970. La diferencia estriba en que en aquella época no había un ‘back ground’ sobre dictaduras y genocidios.
Pero, ahora, en el año 2015, merced a las redes sociales, al cine y prensa independiente y a la televisión por cable, existe voluminosa información sobre causas y efectos de aquella dictadura, agregando al análisis las vivencias de quienes experimentaron en carne propia la saga de atrocidades y odios habidos en esos oscuros años del siglo pasado.
En este juego de intereses y poder, la prensa en manos el duopolio ha cumplido un nefasto rol que, en honor a la verdad, resultó ser primordial en la estructuración del orden de cosas que hoy aflige a la sociedad.
Las tiendas partidistas que ejercen –desde 1990 a la fecha- el dominio de la nación sin contrapeso en el marco seudo institucional chileno, han encontrado sólido apoyo de parte de esa misma prensa que, en los pasados años de horrores y masacres, hizo voluntario aporte no solamente para entregar el país a la dependencia de intereses extranjeros sino, también, a la brutalidad asesina de un estado totalitario que actuó como coadyuvante del capital.
Muchos de aquellos viejos dirigentes políticos que durante 17 años dijeron estar dispuestos a luchar contra la dictadura y procurar una democracia verdadera, no bien lograron hacerse del gobierno giraron en redondo y se abrazaron con quienes antes parecían ser sus enemigos. ¿Importa ello? Claro que sí, pues tamaña acción la ejecutaron luego de haberse agenciado la votación mayoritaria de un pueblo al que prometieron “justicia, reparación y democracia real”. El diccionario de la RAE consigna a ese hecho con el nombre de “traición”. El pueblo agrega un epíteto a tal definición: “mariconada”.
Con tal accionar, esos dirigentes (no todos, es cierto) permitieron una sobrevida política a los responsables civiles de la masacre, defraudaron completamente a quienes escucharon sus peroratas demagógicas, esculpieron la democracia según sus intereses coyunturales y siguen extendiendo sus manos para recibir pecuniariamente la gratitud de sus antiguos adversarios, asociados ahora en la misma empresa, así como alzan los brazos en respuesta a las ovaciones de otros ‘progresistas’, entre quienes se encuentran distinguidos miembros de partidos ex izquierdistas –hoy renovados y convertidos a la fe neoliberal- que demuestran cuán poco les importaron los miles de muertos y millones de perseguidos….total, piensan ellos, pertenecían al pueblo, a ese mismo pueblo sumiso y abúlico que sobrevivió a otras masacres anteriores, pero que se manifiesta equivocadamente dispuesto a apoyar con su voto a los mismos hombres y mujeres que actuaron como verdugos morales.
Pues bien, ese tipo de dirigentes políticos maneja y administra la prensa otrora ‘progresista’. Son los mismos que jugaron a las engañifas hasta el año 1990, y que desde entonces –ocupando cargos gubernamentales- privilegian al viejo adversario mercurial entregándole casi la totalidad del avisaje estatal, con lo que condenan a la inanición a muchos otros medios de prensa, específicamente a aquellos que siguen dando la pelea en pos de una democracia real.
Ese clan de dirigentes es el responsable, en gran medida, de la actual situación de hastío y desesperanza que manifiesta el país, donde el descrédito de las tiendas partidistas y de las instituciones del estado alcanza niveles alarmantes. Cuestión de indudable gravedad es lo ya dicho, pues en estos avatares se ha llegado al colmo de la hipocresía y del cinismo, toda vez que algunos de los dirigentes políticos y empresariales que se encuentran involucrados en corruptelas, abuso de poder y evasión de impuestos, tienen la desfachatez de solicitar que sus ilícitos se olviden (se perdonen, se borren, inexistan).
Y además lo hacen con la cara pétrea, sin importarles la opinión pública, a la cual –para ser sincero- consideran de peso irrelevante, convencidos de que luego de un par de protestas callejeras sin destino, más temprano que tarde esa misma gente volverá a emitir “democráticamente” un sufragio para reelegir a quienes hoy muestran altivos su soberbia.
En el ínterin, la prensa que maneja y representa al duopolio político, omite dar opinión y a denunciar lo anterior de manera contundente, dedicándose a informar lo mínimo necesario respecto de tamañas acciones que van en directo detrimento de los bienes y prestigio de la nación. Esos editores prefieren conquistar el interés del público privilegiando noticias que carecen de peso, pero que en cambio responden a una de las máximas del periodismo lacayo de todo sistema donde el capital está por sobre la vida humana: “no dejes que la realidad te estropee una buena entrada”.
Esa “buena entrada” no es sino la defensa de los intereses transnacionales y del poder económico de diez o doce familias que se han adueñado graciosamente del país desde la época de Eduardo Matte Pérez, bisabuelo de Eliodoro Matte Larraín (cabeza principal de una de los grupos familiares que controla gran parte del PIB chileno), quien al finalizar el siglo diecinueve dijo: “Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa ni como opinión ni como prestigio”.
Es cierto que esta gente es la dueña de los medios de prensa, pero ya no se trata de que sea esa misma gente quien los maneje directamente, sino que algunos de aquellos políticos que dijeron y prometieron luchar por la democracia, la libertad y la soberanía popular, son quienes lo hacen en nombre de ellos.
Definitivamente, nuestra prensa (la perteneciente a los partidos políticos de la sociedad duopólica, así como los partidos mismos), siguen estando en dictadura. No podrán salir del círculo vicioso por propia voluntad…entonces, por tal motivo, habrá que llamarlos a retiro, toda vez que para esos medios de información –y para un significativo número de los políticos que los manejan y controlan – el tan necesario “nunca más”, prácticamente no existe como doctrina y ni siquiera lo aceptan como esperanzada realidad.
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