Mezclao con Stavisky va Don Bosco y “La Mignón”, Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín… sentate a un lao, que a nadie importa si naciste honrao (“Cambalache”, de Santos Discépolo)
Por Arturo Alejandro Muñoz
Columnista Granvalparaiso.cl
La política se ha convertido en un circo, pero no ha sido por simple avatar de la naturaleza de las cosas; hemos sido nosotros –ciudadanos y electores- quienes desde hace años venimos permitiendo la instalación de alimañas predadoras y corruptas en sus instancias. Que hay excepciones, es un hecho, pero son escasas, casi indistinguibles en el marasmo de ladronzuelos y vivarachos que pululan por pasillos y dependencias de los tres poderes del Estado.
Calladamente, gracias al desinterés de la prensa y de casi la totalidad de los parlamentarios e instituciones principales, los males que le conocemos a la política de alto nivel se han desplazado hacia escalones inferiores de la pirámide del poder, adquiriendo ciudadanía en organizaciones llamadas municipios, los que en esencia son vitales para el desarrollo de las comunas— o al menos, deberían serlo. Ocurre de preferencia en comunas pequeñas, rurales. Y de ello trata esta nota.
Como punto de inicio, convengamos que la democracia debe permitir el acceso al servicio público a cualquier ciudadano interesado en sumarse a él, siempre –claro está- que cumpla con los requisitos establecidos en la legislación respectiva. Y aquí comienzan los problemas, pues si bien es cierto que para optar a un curul en el Concejo Municipal no hay exigencias académicas de ningún tipo -salvo saber leer y escribir-, la ley tampoco determina que el candidato deba demostrar que en realidad lee y escribe, pues basta sólo su palabra para que se le considere legalmente habilitado y competente para el cargo.
De seguro más de alguien saldrá al paso con voz airada: “¿pero de qué habla este tipo? No existen en Chile autoridades políticas que no sepan leer ni escribir”. Yo no arriesgaría ni siquiera un centavo apostando a favor de tal opinión, pues ya hemos sabido de concejales y de alcaldes que han sido enemigos declarados de la lectura y la escritura, por no llamarles, de frentón, analfabetos. No faltará además quien salte al ruedo de la discusión argumentando que en la Historia Universal hubo grandes monarcas, muchos de los cuales no conocían las letras. Es cierto, pero recuérdese que en esos años tales monarcas contaban con asesores (mayoritariamente obispos y cardenales), los que sí sabían leer y escribir, y en esencia eran quienes realmente gobernaban al mover la mano en la que el rey sostenía su báculo.
En Chile no hay monarcas, pero la función de aquellos frailes medievales asentados en los palacios reales la cumplen –en cada una de las 345 comunas del país- los partidos políticos, y no lo hacen directamente desde sus mesas directivas sino, específicamente, a través de sus parlamentarios que representan circunscripciones y regiones. La fría realidad señala que respecto del manejo del poder, las tiendas partidistas gustan disponer de concejales iletrados fáciles de manipular, en caso de no contar con un edil a libre disposición para los requerimientos y ‘mandados’ del partido mismo, o del congresista respectivo.
Puede ser entendible que en algunas comunas existan concejales carentes absolutos de instrucción y que hayan llegado al cargo siendo candidatos de manera independientes. Es la democracia operando a toda máquina. Pero, resulta cuestionable que personas con idénticas carencias a las ya comentadas, estén en un Concejo Municipal gracias al apoyo irrestricto de un partido político. Una inolvidable profesora de castellano en el liceo Arturo Alessandri Palma de Santiago, nos repetía siempre lo mismo: “quien no sabe leer bien, entiende mal y actúa peor”. Pero, en el caso de algunos concejales esa cuestión de la educación y la cultura representa más una molestia que otra cosa.
Los hay también que se aferran al sillón del Concejo Municipal exclusivamente porque allí está su principal ingreso económico, y conozco casos de muy cerca que, además, no tienen empacho en confirmar que ella es la razón por la que jamás contravienen opiniones ni decisiones del alcalde, pues de esa forma se sienten seguros, amén de bien pagados, claro está. Para esos miembros del equipo municipal cobra enorme validez el añoso refrán: “quien nada hace, nada teme”. Así, la principal función de todo concejal (fiscalizar las acciones del edil y preocuparse del presupuesto municipal) se pierde en el marasmo de su propia inutilidad.
Y, ¡¡ojo!!…que concejales como los descritos pertenecen a un partido político que es el responsable de su nominación y, en alguna medida, de su elección. Lo inaceptable se suma a lo catastrófico, ya que a pesar de saber lo que se ha explicitado en estas líneas, algunas tiendas partidistas reiteran su apoyo y nominación a estos individuos para los siguientes comicios municipales.
No podemos terminar esta nota sin hacer al menos un par de referencias a los alcaldes, en particular a aquellos que confunden comuna y municipio con propiedad privada, feudo o reino propio. Más claro aún, a aquellos que creen a pie juntillas que la gente de su comuna es fácilmente manipulable e ingenua. De esa postura al cacicazgo burdo hay un corto trecho. Y de allí al ‘familisterio’ existe sólo un breve paso. “Cumplidos los plazos que la ley me permite como primera autoridad comunal, dejaré la alcaldía y procuraré una diputación por este distrito, pero a objeto de no dejarlos solos (a los habitantes de la comuna) mi hijo (o hermano, o hija, o nieto) me reemplazará en la próxima elección y le dejaré instalado en el sillón alcaldicio”.
Además de las características ya anotadas, ediles como los descritos pretenden transformar el cargo en hereditario… al estilo de los Borbones, de los Habsburgo o de los Grimaldi. ¿Qué tal? Y el partido político respectivo, ¿qué dice? ¡Amén! El electorado, para estos individuos constituyen sólo un hato de cabras que ellos, junto a sus protectores oficiales, los ‘pastores’ (léase tienda partidista y parlamentario de la zona), procuran trasladar de un lado a otro a entera voluntad.
Lo dicho… ocurre preferentemente en algunas comunas pequeñas, rurales, semi olvidadas por el asfixiante centralismo y por la obsecuente prensa oficial, donde rutinariamente entra en acción el circo de las municipales, cuyas funciones ya comenzaron en vista a los próximos comicios edilicios del año 2016.
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